Capitulo 219
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Capítulo 219
Luciana eligió la mañana para visitar a don Miguel, confiando en que Alejandro estaría en la oficina, y así evitar encontrárselo.
Al entrar, notó que la habitación estaba en completo silencio. Don Miguel dormía profundamente, apoyado en el respaldo de la cama, con una vía conectada a su brazo. Luciana, cuidando no hacer ruido, revisó los monitores; todos sus signos vitales parecían estables, lo cual la tranquilizó.
Justo cuando se disponía a salir, don Miguel abrió lentamente los ojos y, al verla, una sonrisa de alegría iluminó su rostro.
-Luci -susurró, extendiendo la mano hacia ella.
-Abuelo -Luciana tomó su mano con ternura-, ¿lo desperté?
—No, no respondió Miguel, aunque frunció el ceño con preocupación-. Buenita, perdóname. Todo esto… es culpa mía por no haber sabido educar bien a Alex.
En ese momento, la puerta del baño se abrió sin previo aviso, y Alejandro salió de allí. Sus ojos, oscuros y cargados de resentimiento, se clavaron en Luciana mientras se acercaba a paso firme.
Luciana, atónita, no pudo evitar preguntar:
-¿Tú? ¿Qué haces aquí?
Alejandro soltó una risa sarcástica.
-Ah, claro, si supieras que yo siempre estoy aquí, ¿es que nunca hubieras venido a ver al abuelo?
-¡Niño malcriado! ¿No puedes hablarle con respeto? ¡Deja de molestar a Luci! -interrumpió don Miguel, apuntando a su nieto con indignación.
Entonces se giró hacia Luciana y le dijo con tono protector:
-Luci, tú tranquila, aquí, en este momento, le doy a este tonto la lección que merece.
Don Miguel hizo un ademán para levantarse, y Luciana, alarmada, lo detuvo de inmediato.
-Por favor, abuelo, no se altere -dijo ella con una sonrisa triste-. Alex y yo nos separamos en buenos términos, no fue culpa de él.
Estas palabras sorprendieron a ambos, dejándolos sin palabras.
-Hija, no tienes por qué protegerlo -insistió don Miguel-. Yo sé que eres una buena persona, pero este muchacho se ha portado mal contigo.
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Capitulo 219
-No lo estoy protegiendo, abuelo -respondió ella con suavidad. Solo digo la verdad. Yo creo que las personas deben estar con quienes aman; si no, solo se vuelven infelices juntos. ¿ No lo cree usted?
Miguel la miró en silencio, sin palabras.
-Por eso continuó Luciana, acariciando la mano del anciano-, yo elegí separarme de Alex. Usted me quiere, y sabe que no desearía verme atrapada en una relación sin amor, ¿verdad?
Don Miguel quedó sin palabras, incapaz de refutar la lógica de Luciana. La miró con una mezcla de tristeza y compasión. 1
-Es él quien te ha fallado, Luci…
Luciana sonrió con tranquilidad.
—No es así, abuelo. Si no siente amor, no es su culpa dijo con un tono sereno y sincero.
A su lado, Alejandro se mantenía en silencio, escuchándola mientras una sombra de ironía se dibujaba en sus ojos. Desde que salió del baño, Luciana solo lo miró una vez, cuando él la había sorprendido, y desde entonces no había vuelto a posar sus ojos en él. ¿Así de indiferente estaba?
—Abuelo —Luciana miró la hora-. Tengo una clase en la tarde, debo irme a preparar.
-¿Tan pronto te vas? —dijo Miguel con un dejo de tristeza, lanzándole una mirada desaprobadora a su nieto—. ¿Qué te pasa, Alejandro? ¿No piensas acompañar a Luciana?
-No hace falta, abuelo.
—Sí hace falta —insistió Miguel, mirando el vientre de Luciana—. Alejandro será un cabezadura, pero este bisnieto mío lleva nuestra sangre. Es su deber acompañarte.
Luciana, sorprendida, miró a Alejandro, quien solo se limitó a sonreír con una pizca de ironía.
—¿Ya me miras? —murmuró, arqueando una ceja—. Vamos.
—Ah… —Luciana, confundida, no tuvo más remedio que seguirlo.
Salieron de la habitación y, en el pasillo, ella no aguantó más y preguntó en voz baja:
-¿No le dijiste a tu abuelo lo del bebé? 1