Capítulo 222
-¿Podemos ir… al bosquecito de allá?
-Está bien.
Era una tarde tranquila y el lugar estaba vacío. Alejandro no esperó más, sus ojos fríos como el hielo.
–
—¿Por qué no te quedaste en la villa Trébol? ¿Por qué no aceptaste la manutención? —Su voz era una mezcla de frustración y furia contenida.
Luciana parpadeó, un tanto sorprendida, y luego sonrió suavemente.
-Ya lo sabes todo, ¿verdad? -Dijo, masajeando su muñeca, algo resignada-. Te lo dije en el hospital, que no quería nada, pero como no aceptaste, no me quedó otra que actuar así. —Su voz se hizo más firme-. Te lo repito, Alejandro: no quiero nada.
-Luciana…
–Déjame terminar–lo interrumpió, su mirada titilando con una pizca de tristeza—. No puedo aceptar tu dinero.
Lo miró con una sonrisa suave pero fría.
–
Primero, entre nosotros no hay amor, no hay nada de eso de que “me debas algo” —explicó, bajando la voz-. Segundo, mi hijo no es tuyo; tú no tienes ninguna obligación conmigo.
Alejandro sintió que el pecho se le encogía, un dolor que apenas lograba soportar. 1
-Pero yo quiero darte eso -replicó él, apenas conteniendo la angustia.
Luciana parpadeó, sorprendida. Sonrió con gentileza, aunque distante.
-Entonces… lo siento, Alejandro, pero no puedo aceptar.
Alejandro se quedó sin aliento. ¿Cómo podía ser tan firme en rechazar todo, incluso su buena voluntad? Sintió que su rabia aumentaba, pero también una extraña admiración por su
entereza.
La brisa de la tarde se sentía fresca, mientras Luciana respiraba profundamente.
-Ya te he dicho todo lo que quería decirte. Excepto ir al registro civil, no vuelvas a buscarme -concluyó, dándose la vuelta para irse sin mirar atrás.
Esta vez, Alejandro no intentó detenerla. Se quedó de pie, sin moverse, riendo con amargura.
-Luciana… eres cruel.
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Capitulo 222
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A veces, los insultos, los gritos o el desprecio no eran realmente crueles. Lo que verdaderamente hería era la indiferencia, el rechazo.
Y él se lo merecía, ¿no?
***
Muy temprano, Martina se despertó con el sonido de Luciana vomitando. Alarmada, corrió al baño y la encontró arrodillada junto al inodoro, pálida, como si estuviera expulsando hasta el último rincón de sus entrañas. La preocupación se le reflejó en el rostro.
-¿Por qué vomitas así? ¿Quieres que te lleve al doctor?
Luciana sonrió débilmente y negó con la cabeza.
-Es solo por el embarazo, no es nada raro.
-Enjuagate un poco dijo Martina mientras la ayudaba a levantarse-. ¿Te sientes mejor?
–
-Sí, siempre pasa lo mismo… pero al menos ahora me siento aliviada.
-Voy a comprarte algo suave para desayunar.
Pero esta vez las náuseas parecían más intensas de lo usual. Martina le compró un poco de arroz con leche y pastelillos de arroz, cosas suaves para que no le cayeran pesadas. Luciana apenas probó un par de bocados antes de correr otra vez al baño.
-¡Ugh! —Martina la miraba, asustada y blanca como el papel-. ¿Por qué sigues así?
Luciana frunció el ceño, algo incómoda.
-Esto nunca me había pasado… tal vez aún estoy sensible. 1
El tiempo apremiaba; tenía una clase de laboratorio y debía irse.
-Llévate unos caramelos, ¿sí? Y si te sientes mal, llámame —le recordó Martina. 1
—Sí, no te preocupes.
Después de dos clases en el laboratorio, Luciana se sintió algo mejor. De repente, un antojo de pastel de espino llenó su mente, tanto que hasta la boca se le hacía agua. La primera vez que lo probó, Alejandro se lo había comprado, y entre todos los dulces, ese fue su favorito. Sin pensarlo mucho, decidió ir a la tienda donde sabía que lo vendían.
Llegó al centro comercial GD, directo a la tienda de golosinas.
–Disculpe, ¿tienen el pastel de espino del norte? -preguntó a la dependienta, con una mezcla de ansiedad y emoción.
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Capítulo 222
-Sí, aún nos queda un poco -respondió la joven con una sonrisa-. Pero no es mucho; ¿ quiere llevárselo todo?
Luciana vio que quedaban apenas un par de bolsas.
Sí, me las llevo todas.
Justo cuando la dependienta iba a empacarlas, una voz femenina, delicada pero con tono altivo, interrumpió:
-Disculpe, señorita…
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