Capítulo 227
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La noche del viernes, Alejandro llegó a la casa de Mónica para cenar con sus padres.
Durante la comida, Clara, con una sonrisa que pretendía ser casual, miró a su esposo y sacó un
tema.
-Amor, tu cumpleaños está cerca. Aunque no sea el día exacto, no podemos dejarlo pasar. ¿ Tienes alguna idea? ¿Quieres celebrarlo en casa o salir?
No era una pregunta cualquiera, y Alejandro lo entendió de inmediato. Si tenía intención de mostrar su compromiso, esta era la oportunidad perfecta para encargarse de todo. Así, ellos quedarían bien y, de paso, ahorrarían dinero.
No los decepcionó. Alejandro se quedó en silencio por unos segundos antes de asentir con
seriedad.
-El cumpleaños de don Ricardo no puede tomarse a la ligera. Si ustedes confían en mí, puedo encargarme de toda la organización.
Clara fingió modestia, aunque sus ojos brillaban de satisfacción.
-¿De verdad? Ay, no sé si está bien aceptar…
-No es necesario. -Ricardo intentó rechazar la oferta, aunque su tono carecía de convicción –. Es un cumpleaños sencillo, no hace falta complicarse.
-Alex… -Mónica frunció ligeramente el ceño y le dirigió una mirada de desaprobación.
-Mis papás se sentirán incómodos. Quizá sería mejor no…
Alejandro la interrumpió con calma, alzando una ceja mientras ponía una expresión tranquila.
-No hay motivo para sentirse incómodos. Organizar algo para don Ricardo no es ninguna
molestia.
Esa respuesta terminó de convencerlos. Clara no pudo contener su entusiasmo.
-Entonces… ¿aceptamos su ofrecimiento? -Miró a su esposo como buscando su aprobación.
Ricardo, indeciso, desvió la mirada hacia Mónica.
-¿Tú qué opinas?
-Dejen de pasar la decisión de uno a otro. -Alejandro habló mientras terminaba de pelar una gamba y la depositaba cuidadosamente en el plato de Mónica.
-Es un asunto menor. Yo me encargo. Está decidido.
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Mónica miró el camarón en su plato y sonrió con suavidad.
-Está bien. Hagámoslo a tu manera.
-¡Perfecto! -Clara se mostró exultante, casi aplaudiendo de alegría.
Alejandro continuó pelando gambas, pero pronto cambió el tema.
-Mónica, mañana es sábado. Te acompaño a tu control prenatal.
El sonido del camarón cayendo de la cuchara al plato resonó en el comedor. Mónica, sorprendida, se tensó.
-No hace falta… Tú estás muy ocupado…
Alejandro frunció el ceño, claramente en desacuerdo.
-No importa qué tan ocupado esté. Acompañarte al médico es lo mínimo que puedo hacer. Además, no estoy trabajando las 24 horas del día.
Mónica abrió la boca para responder, pero no pudo encontrar las palabras. Su corazón latía desbocado, la ansiedad creciendo dentro de ella mientras luchaba por mantener la calma.
El peso de las expectativas y las mentiras comenzaba a hacerse insoportable.
Por suerte, Clara intervino con una sonrisa para aligerar el ambiente.
Eres muy considerado. Mónica tiene suerte de contar con él. Pero, Alex, las revisiones prenatales de Mónica tienen horarios fijos. Mañana no le toca, así que no te preocupes. Está perfectamente bien.
—¿De verdad? —Alejandro todavía mostraba una leve preocupación.
-Claro que sí. Todo está en orden, no hay problema.
—Está bien —cedió Alejandro, aunque con cierta reticencia. Luego preguntó―: ¿Tía, usted siempre acompaña a Mónica a sus revisiones?
—Sí, claro -respondió Clara con naturalidad—. ¿Quién más podría hacerlo?
-Gracias por cuidarla —dijo Alejandro, con una formalidad que no escondía su gratitud—. Mónica y yo somos hijos únicos. Si tuviera una hermana, tal vez podría ayudar un poco.
Ese comentario, dicho sin mucha intención, tenía un trasfondo mayor. Después de lo ocurrido aquella noche en el Hotel Real, Sergio había investigado a Mónica. Los resultados fueron fáciles de obtener, considerando su carrera en el mundo del espectáculo. Según el expediente de su agencia, Mónica era hija única, su padre era empresario y su madre, ama de casa.
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Capítulo 227
En aquel entonces, Alejandro no le dio demasiada importancia. Pero ahora, esas palabras dichas al pasar provocaron un efecto inmediato en quienes lo escuchaban.
La incomodidad se hizo palpable en la sala. Clara y Mónica intercambiaron miradas nerviosas, como si acabaran de ser descubiertas.
-Bueno, no es nada del otro mundo —dijo Clara, forzando una sonrisa-. Me las arreglo para cuidarla. Alex, no se preocupe, todo está bajo control.
-Entendido respondió Alejandro, sin apartar la mirada, aunque no insistió.
–
-Alex, toma un poco de sopa. Mi mamá la dejó cocinando todo el día -intervino Mónica, intentando desviar el tema.
-Tú deberías beber más que yo -replicó Alejandro, pasándole el plato con suavidad.
***
En los últimos días, Fernando tenía la cabeza llena de preocupaciones.
Aunque aquella tarde Luciana logró tomar un poco de sopa acompañada de ciruelas ácidas, su problema con las náuseas no mejoró. Parecía que finalmente había entrado de lleno en esa etapa del embarazo: todo le provocaba asco, y cualquier cosa que comía, la devolvía.
Fernando, decidido a ayudarla, se puso manos a la obra. Recorrió la ciudad entera en busca de ” delicias” que pudieran tentarla.
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