Capítulo 23
La primera tendencia en las redes sociales estaba marcada con el símbolo de «<explosión» en un alarmante color púrpura. Pero, dado que el servidor estaba saturado, Luciana tuvo que esperar un rato antes de poder abrirlo.
El servidor
Después de un breve texto, había un video adjunto.
El video, grabado desde la entrada de la «Macroplaza» y capturado por una cámara de seguridad, no era muy claro. Solo se veía a Alejandro saliendo por la puerta, y el portero de la Macroplaza que se acercaba para abrirle la puerta. Pero de repente, el portero se giraba y lo apuñalaba sin previo aviso. Tras esto, Alejandro se quedó atónito, por un par de segundos, antes de derribar al portero, de alguna manera.
El video terminaba ahí, pero fue suficiente para que el corazón de Luciana comenzara a latir con fuerza. Mientras en la sala de descanso, todos comenzaban a murmurar:
-Esa puñalada fue profunda, seguro fue algo grave.
-¡Qué locura las cosas que pasan en el mundo de los ricos!
-Me pregunto a qué hospital lo llevarán… Dicen que es muy guapo…
En ese momento, la jefa de enfermeras apareció en la puerta, aplaudiendo para captar la atención. (1
-¿Ya terminaron de comer? Si es así, ¡pónganse en marcha!
Inmediatamente, todos dejaron de chismear.
Por su parte, Luciana se levantó y comenzó a recoger su caja de comida.
-Doctora Herrera -la llamó la jefa de enfermería-. Acaban de recibir la noticia. Van a traer a
un paciente con heridas de arma blanca. Prepárate para recibirlo.
¿Un paciente con heridas de arma blanca? ¿Acaso sería Alejandro?
-Pero…
Luciana vaciló-. Mi profesor aún está en cirugía con el caso del accidente de tráfico, la operación no ha terminado.
-Lo sé–asintió la enfermera y añadió-: Ya llamé a la sala de operaciones. El jefe de cirugía dijo que te encargues de recibir al paciente primero. Al ver su nerviosismo, le dedicó una sonrisa en un intento de infundirle ánimos-: No te pongas nerviosa. Si el jefe de cirugía te lo ha asignado, es porque confía en ti. Y nosotras también confiamos en ti.
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Sin embargo, esas palabras…
–
-De acuerdo asintió Luciana, consciente de que no le quedaba más remedio que aceptar.
Rápidamente, se colocó la ropa de aislamiento y se dirigió a la sala de emergencias.
Después de lavarse las manos y ponerse los guantes, la camilla de emergencia fue empujada hacia dentro. Y, con una sola mirada, Luciana lo reconoció. No le cabía la menor duda: era Alejandro, y, junto a él se encontraba Sergio.
Al verla, Sergio abrió los ojos de par en par, sorprendido.
-¿Luciana?
-Sí.
El tiempo apremiaba, y no había espacio para saludos, por lo que Luciana le hizo una señal a la enfermera.
-¡Trasladen al paciente a la camilla de examen!
-De acuerdo.
Y Sergio ayudó a mover a Alejandro de una camilla a la otra.
-Uf.
Alejandro soltó un gemido de dolor y abrió los ojos. Tenía el ceño fruncido y su rostro estaba blanco como la leche.
-¿Luciana? -preguntó.
-Soy yo -respondió ella, yendo directamente al grano-. Ahora examinaré tu herida. Sé que te duele, pero aún no puedo darte medicamentos. Voy a comenzar.
-Está bien -dijo Alejandro, tras una breve pausa.
Alejandro, después de ver su destreza cuando había salvado a Alberto, confiaba en ella.
Luciana bajó la cabeza y examinó la herida de Alejandro. Y, cuando levantó la vista, sus manos estaban empapadas de sangre.
-En un primer vistazo, parece que la navaja penetró profundo. Tuviste suerte, no afectó ningún órgano vital. Sin embargo, la cantidad de sangre sugiere que pudo haber dañado un importante vaso sanguíneo. Necesitarás una cirugía exploratoria de emergencia.
-Está bien–respondió Alejandro con el rostro cada vez más pálido.
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-Haz lo que creas necesario, confío en ti.
-De acuerdo asintió Luciana y, acto seguido, le indicó a la enfermera-: Ya tengo la autorización para la cirugía. Ve afuera y pide a su primo, Sergio, que firme. Además, apresura al jefe de cirugía y dile que el paciente está siendo trasladado al quirófano.
Después de hacer todo aquello, Luciana se quitó los guantes y los arrojó al basurero, tras lo cual se dio la vuelta para irse, pero Alejandro la detuvo agarrándola de la mano. Con tono severo, le exigió:
-¿A dónde crees que vas?
-¿Yo? -preguntó Luciana, sorprendida—. Mi trabajo aquí ha terminado, así que alguien más te llevará al quirófano.
-No. ¡No vas a ir a ningún lado! —repuso Alejandro, con voz grave, sin soltarla-. -¿Quién me va a operar si no eres tú? ¿A dónde piensas ir?
-No puedo operarte -intentó explicarle Luciana, con paciencia-. Soy solo una doctora en formación, aún no tengo la certificación para operar sola.
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