Capítulo 231
Era fin de semana.
Como de costumbre, Luciana fue al sanatorio a visitar a Pedro.
-La hermana de Pedro -dijo la enfermera con una sonrisa al verla entrar-. Hoy viniste muy
temprano.
-Terminé mi internado -respondió Luciana con naturalidad.
-Aun así, hay alguien que llegó antes que tú.
Luciana arqueó una ceja, intrigada.
-¿Quién?
La enfermera se inclinó ligeramente, como si compartiera un secreto.
-Ese señor que vino la vez pasada. Dijo que es… tuyo y de Pedro. Su padre.
El semblante de Luciana cambió al instante. Sus labios se tensaron y su ceño se frunció.
Otra vez Ricardo.
¿Qué estaba tramando ahora? ¿Por qué esa insistencia reciente?
-Ah, y una cosa más… -La enfermera la tomó del brazo y susurró:– Preguntó sobre la evaluación del Instituto Wells para Pedro.
El peso de esas palabras cayó sobre Luciana como un golpe inesperado. Sus ojos se entrecerraron mientras un millar de pensamientos cruzaban su mente.
-Gracias por avisarme.
-No hay de qué.
Tras despedirse de la enfermera, Luciana se dirigió al cuarto de Pedro.
Al entrar, lo vio sentado en la alfombra, con la postura recta y atenta. Frente a él estaba Ricardo, sosteniendo una caja de cartón abierta.
-¿Te gusta, Pedro? -preguntó con una sonrisa que parecía calculada.
Desde la distancia, Luciana reconoció el contenido de la caja: un modelo de avión.
Los ojos de Pedro brillaron un instante, incapaz de ocultar su emoción. Era difícil encontrar a
un niño que no sintiera fascinación por algo así. Sin embargo, cuando levantó la vista y vio a su hermana, su mirada se llenó de dudas.
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Capítulo 231
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¿Puedo aceptarlo, hermana?-preguntó con voz titubeante.
A pesar de que ese hombre empezaba a ser una presencia recurrente, Pedro aún dependía del juicio de Luciana. Si ella no aprobaba, no lo tomaría.
Luciana se inclinó, acariciando con ternura la cabeza de su hermano.
-Si te gusta, acéptalo. Pero no olvides dar las gracias.
Pedro sonrió con alivio y volvió hacia Ricardo con una expresión radiante.
-¡Gracias!
Tomó el modelo y lo abrazó con entusiasmo, como si fuera un tesoro.
-Pedro, sé bueno y juega un rato solo, ¿sí? —dijo Luciana mientras se ponía de pie.
-¡Sí!
Una vez que Pedro se centró en su nuevo juguete, Luciana se volvió hacia Ricardo. Había llegado el momento de enfrentar al hombre.
-Qué conveniente que estés aquí. -Sacó un sobre de su bolso y lo extendió hacia él—. No sabía que vendrías la vez pasada, así que no lo tenía a la mano. Ahora te lo devuelvo.
Era el mismo sobre lleno de dinero que él había dejado en una bolsa de snacks.
Ricardo frunció el ceño, pero no hizo ademán de tomarlo.
-Tómalo
insistió Luciana, con un tono que no admitía réplica—. Y ya que estamos, ¿cuánto costó el modelo? Te hago la transferencia ahora mismo.
Ricardo la miró, con el peso de las palabras atorado en la garganta. La veía tan firme, tan resuelta, que su propia impotencia lo invadió.
-Luciana… —murmuró finalmente-. Tú lo necesitas. ¿Por qué rechazar mi ayuda?
Luciana soltó una risa amarga.
—¿Ahora te das cuenta? -Su mirada era afilada, cargada de resentimiento—. Claro necesito. Pero, ¿no crees que es demasiado tarde?
que lo
Sacudió la cabeza con incredulidad y dejó caer el sobre al suelo entre ellos. El papel se arrugó con el peso del dinero, resonando en la habitación como un reproche mudo.
Ricardo permaneció inmóvil, con los labios apretados y los ojos fijos en el sobre, incapaz de responder al reproche que colgaba en el aire.
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Capitulo 231
Ricardo suspiró profundamente antes de preguntar:
-¿Qué opinas sobre lo de Pedro? Me refiero al Instituto Wells.
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Luciana reaccionó al instante, como si le hubieran encendido una alarma interna.
-¿Cómo te enteraste de eso? -respondió con otra pregunta, su voz cargada de tensión.
Ricardo no dudó en responder:
-Fue simple. La última vez vi la carta que dejaste en la mesa, la que envió el Instituto Wells.
Luciana apretó los labios, su mente trabajando a toda velocidad.
-Hoy en día, con Internet es fácil investigar -continuó él-. Busqué información sobre el Instituto y después pregunté aquí, en el sanatorio. Conectando los puntos, todo quedó claro.
-¿Es cierto que Pedro fue aceptado en el programa? -preguntó Ricardo con calma.
El silencio de Luciana fue su respuesta.
Ricardo asintió despacio, como si confirmara sus propias sospechas.
-Así que es verdad. ¿Tienes el dinero? ¿Cuándo planeas enviarlo?
Luciana permaneció inmóvil. No tenía respuesta para esas preguntas.
Con una tranquilidad desconcertante, Ricardo se inclinó, recogió el sobre del suelo y lo dejó sobre la mesa. Golpeó ligeramente el papel con los dedos antes de hablar.
-Sé
que no tienes dinero. Yo cubriré los gastos. 1
Esas palabras cayeron como una bomba en la mente de Luciana. Levantó la cabeza de golpe, con los ojos bien abiertos, incapaz de procesar lo que acababa de oír.
-¿Qué… qué dijiste? -balbuceó, todavía incrédula.
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