Capítulo 239
Cuando regresaron al salón, Alejandro se sintió inmediatamente aburrido.
Miró a Mónica y dijo con desinterés:
–
Vamos. Esto no tiene sentido.
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Mónica asintió sin objeción alguna, aunque no pudo evitar notar que Alejandro parecía
molesto.
-¿Ocurrió algo? -preguntó con cautela.
—No.
La mirada de Alejandro se desvió hacia su vientre.
-Dormir tarde no es bueno para tú y el bebé.
-…Sí.
Mónica forzó una sonrisa, pero por dentro estaba llena de ansiedad.
¿Qué iba a hacer? Alejandro parecía muy atento y preocupado por ese bebé inexistente.
Si no encontraba una solución pronto, se arriesgaba a que toda su mentira se volviera en su
contra.
-¿Pasa algo? -preguntó Alejandro, entrecerrando los ojos al notar que su rostro lucía pálido.
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-No es nada -respondió Mónica rápidamente, tratando de ocultar su inquietud con una sonrisa. Solo quiero ir al baño.
-Te acompaño.
-No hace falta…
-Sí hace falta.
La determinación de Alejandro era evidente. No quería que Mónica estuviera sola, especialmente en su «condición».
La acompañó hasta la puerta del baño, asegurándose de que estuviera bien.
-Tómalo con calma, no hay prisa.
-De acuerdo.
Mónica entró al baño con una mezcla de nervios y satisfacción.
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Capitulo 239
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¿Cómo no iba a amar a un hombre tan considerado y adinerado?
Alejandro se alejó unos pasos, deteniéndose en un rincón cerca de la zona para fumadores.
Apenas sacó un cigarro, sin tiempo para encenderlo, cuando vio a Luciana acercándose con su mochila al hombro.
¿Luciana? ¿Qué hacía aquí?
Ella caminaba mirando a su alrededor, murmurando algo para sí misma.
Alejandro no pudo contenerse y avanzó hacia ella, inclinando un poco la cabeza para
observarla mejor.
-¿Qué estás buscando?
-¿Eh?
Luciana se giró de golpe, levantando la mirada.
Al verlo, abrió la boca con lentitud, como si aún procesara su presencia.
-Disculpe, ¿esto es el sexto piso del edificio B?
Alejandro fijó su mirada en su rostro antes de responder:
-Es el sexto piso, pero este no es el edificio B. Estás en el edificio C.
–
-¿Ah? Luciana dejó escapar un suspiro frustrado y se golpeó suavemente la frente con la palma de la mano—. ¡Qué pésimá orientación tengo! Otra vez me equivoqué de lugar.
-¿Otra vez? -preguntó Alejandro, arqueando una ceja con curiosidad mientras estudiaba sus facciones que reflejaban molestia.
Luciana bajó ligeramente la mirada, algo apagada.
No es que se equivocara con frecuencia. Normalmente era muy cuidadosa debido a su sentido
de orientación deficiente. Pero el recuerdo de aquella vez en el Hotel Real aún pesaba sobre ella
y sobre lo que había salido mal.
…
Luciana no respondió, y Alejandro no insistió. Señaló hacia el pasillo.
-Desde aquí, camina hacia adelante, busca el elevador y baja al primer piso. Pregunta a la recepcionista, ella te indicará cómo llegar.
-Está bien, muchas gra…
-Espera -la interrumpió Alejandro, frunciendo el ceño y cambiando de idea de inmediato-.
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Capítulo 239
No, mejor te llevo hasta el elevador. No vaya a ser que también te equivoques ahí.
-No hace falta, yo puedo…
Pero Alejandro ya iba unos pasos delante de ella, tomando la iniciativa.
Luciana no tuvo más remedio que seguirlo.
Mientras caminaban, Alejandro la miró de reojo, adoptando un tono aparentemente casual.
-Es tarde. ¿Qué haces aquí?
No había nada que ocultar, así que Luciana respondió con franqueza:
-Delio tenía una reunión aquí, pero olvidó unos documentos. Me pidió que se los trajera.
Alejandro chasqueó la lengua con disgusto al escucharla y no pudo evitar fruncir el ceño.
Una mujer embarazada, visiblemente agotada por las náuseas y que apenas podía mantener su peso, ¿por qué tenía que encargarse de estas tareas? 1
La irritación se apoderó de él. Pero más que nada, le molestaba profundamente no tener el
derecho de intervenir.
Camino al elevador, tenían que pasar por el vestíbulo.
En la entrada, Fernando y Bruna salían conversando y riendo animadamente.
Los ojos de Alejandro se estrecharon con intensidad, reaccionando antes de procesar lo que veía.
-¡Luciana!
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Agarró su muñeca y, sin previo aviso, comenzó a arrastrarla consigo.
—¿Eh? —Luciana lo miró desconcertada, intentando soltarse—. ¿A dónde me llevas? ¡Tengo que entregar los documentos al profesor Delio!
Pero la fuerza de Alejandro era abrumadora. Luciana apenas podía mantenerse de pie mientras la jalaba.
Con rapidez, pensó en una salida:
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-¡Alejandro, me duele el estómago!
-¿Qué?
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