Capítulo 246
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-Puedes enojarte conmigo, puedes gritarme todo lo que quieras, ¡pero no me digas eso! exclamó, su voz rota por la emoción. No puedo… no puedo aceptar eso. ¡No lo hagas!
Luciana alzó la vista, encontrándose con su mirada llena de dolor.
-Fer… susurró, con un leve brillo de tristeza en sus ojos. Por favor, cálmate y escúchame, ¿sí?
En la esquina de la calle, dentro de un Bentley Mulsanne, Alejandro observaba la escena desde
el otro lado del cristal.
A través de la ventana, podía ver cómo Fernando y Luciana se abrazaban.
Su rostro permaneció inexpresivo, pero una leve sonrisa irónica se dibujó en sus labios.
«Ya se reconciliaron.>>
Fue rápido. Fernando sabía cómo consolarla, cómo llegar a ella.
<<Bien por ellos.>>>
Era justo lo que había deseado, ¿no?
Alejandro apartó la mirada, como si al hacerlo pudiera borrar lo que acababa de ver.
-Avancemos —ordenó al conductor.
-Sí, señor.
[
El auto comenzó a moverse, pero Alejandro no pudo evitar echar un último vistazo al
retrovisor.
Allí estaban, todavía abrazados.
Cerró los ojos con fuerza, como si intentara reprimir un pensamiento que no quería tener.
<<<Es momento de dejar ir.>>
Luciana tenía su propia vida.
Él, por su parte, tenía sus responsabilidades.
Y a partir de ese momento, prometió no interferir más.
Luciana esperó pacientemente a que Fernando se calmara, aprovechando el momento para
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intentar alejarse suavemente de él.
-Sé que tu mamá está enferma, y que últimamente has estado cuidándola.
-Sí–asintió Fernando, con un aire mucho más sereno.
Explicó rápidamente:
—Mi mamá… ella aprecia mucho a Bruna. Por eso acordé con Bruna que nos comportaríamos como amigos, solo para alegrarla un poco. Pero, Luciana, la única persona que amo eres tú.
Luciana asintió despacio, y cuando habló, su voz tenía un tinte de ternura y compasión, aunque no hacia sí misma, sino hacia él.
-Te creo, Fer.
Hizo una pausa, tragando saliva antes de continuar:
-Pero… no quiero seguir con esto. Y no es por ti. Es por mí.
-¿Qué? -Fernando quedó perplejo, claramente sin entender sus palabras.
Luciana apretó los labios con fuerza, como si buscaran contener las palabras que sabía que
debían salir.
-Fer… lo siento mucho.
Finalmente habló, con un tono bajo pero firme.
-¿Sabes? Al verte con otra chica… viéndola usar tu chaqueta, me di cuenta de algo: no me dolió. No me enojé.
La expresión de Fernando se endureció lentamente, como si esas palabras se le clavaran en el pecho.
<<No me dolió. No me enojé.>>>
Él entendía perfectamente lo que eso significaba.
Luciana continuó, mirando directamente a sus ojos, dejando salir las palabras que ella misma necesitaba escuchar en voz alta.
-Fer, alguna vez nos amamos profundamente.
Su voz se quebró un poco, y dejó que una lágrima rodara por su mejilla.
-Cuando nos separamos, me sentí como si el mundo se desmoronara. Pasé días y noches enteros pensando en ti, extrañándote, sufriendo. Pero…
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Hizo una pausa, su mirada ahora más firme, aunque las lágrimas seguían acumulándose en sus ojos.
-Pero ya no, Fer. Ahora ya no te amo.
“Amar significa sentir dolor, sentir celos. Significa que te importe.”
-¿Lo entiendes?
Fernando cerró los ojos de golpe, como si al hacerlo pudiera bloquear esas palabras. Su rostro, antes lleno de color, quedó completamente pálido, sin una gota de sangre.
-No… no puede ser… —murmuró, negando con la cabeza una y otra vez. No es verdad, Luciana. Solo estás molesta. Lo dices por eso, ¿verdad?
Luciana negó suavemente, con una calma que contrastaba con la desesperación de Fernando.
-No, Fer. Es verdad. Ya no te amo.
Fue en ese momento, al ver a Bruna y no sentir ni un atisbo de celos, que Luciana comprendió esta verdad.
Tal vez, antes, habría considerado intentar una vez más con Fernando.
Pero sin amor, no podía seguir alimentando una relación ni darle falsas esperanzas.
Sin embargo, Fernando no quería aceptarlo.
-No… Luciana… no puede ser…
[
Sus ojos brillaban con una mezcla de tristeza y resistencia mientras miraba el rostro que tanto había amado, reflejado en sus pupilas como un recuerdo que no quería soltar.
-Lo siento… ¡me equivoqué! No debí ver a Bruna. Por favor, no me dejes. No me ignores, Luciana. Por favor, no me dejes…
Luciana sintió cómo sus ojos se humedecían, y una punzada de dolor le atravesó el corazón.
Había amado a Fernando, y sabía perfectamente cuánto valía él.
Aunque ya no lo amaba, seguía doliéndole verlo así.
Especialmente porque era ella quien lo estaba lastimando.
-Fer, olvídame. Deja de aferrarte al pasado. El futuro aún está lleno de posibilidades.
Luciana dio dos pasos hacia atrás, con una pequeña sonrisa melancólica, antes de darse la vuelta y marcharse.
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-¡Luciana! -gritó Fernando con voz ronca desde detrás de ella.
Pero ella no se detuvo. No miró atrás.
—¡Ah!
Fernando llevó una mano a su rostro, cubriéndose los ojos.
Todo estaba arruinado, y sabía que era su culpa. Pero no podía aceptar lo que Luciana había dicho. ¡No podía ser cierto que ya no lo amara!
Ocho años. Habían estado juntos durante ocho años, amándose, compartiendo una historia que parecía imborrable. ¿Cómo era posible que esos sentimientos desaparecieran de repente?
Fernando murmuró, como si ella aún pudiera escucharlo:
-Luciana, sé que me equivoqué. Prometo que no volverá a pasar…
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