Capítulo 249
No era la primera vez que Alejandro le decía algo así.
Luciana realmente no entendía a qué se refería. ¿Qué era lo que “no entendía“?
Pero esta vez sabía que estaba equivocada. Había llegado tarde y fallado a la cita. ¿Qué podía decir? Lo único que le quedaba era aceptar las críticas.
Con un tono humilde, intentó enmendar su error:
—Llegar tarde y faltar fue mi culpa. Retrasé tus planes… Si quieres, mañana temprano…
Ja.
El sonido escapó de los labios de Alejandro como un suspiro amargo. Su rostro permanecía inexpresivo, pero el disgusto en sus cejas era imposible de ocultar.
-¿Crees que estoy tan desocupado como para que puedas citarme a tu antojo?
Luciana quedó sin palabras.
-No quise decir eso -murmuró, bajando la mirada.
Solo estaba intentando acomodarse a su enojo. Si él había esperado toda la tarde en el registro civil, seguramente era porque estaba realmente molesto.
Pero Alejandro no le dio espacio para explicarse.
-¡Sergio! -gruñó, desviando la mirada hacia su primo.
Sergio se tensó al instante, sintiendo el peso de la furia contenida en la voz de Alejandro.
-¿Terminaste de hablar? Si ya terminaste, sube al auto. ¿Desde cuándo hablas tanto?
-¿Eh?
El tono helado de Alejandro hizo que a Sergio se le erizara la piel.
-Sí, primo.
Sin atreverse a decir más, Sergio subió apresurado al coche.
-Conduce–ordenó Alejandro, cerrando la puerta con un movimiento brusco.
El Bentley aceleró y desapareció entre el tráfico, dejando tras de sí una bocanada de humo. 1
Luciana quedó allí, parada, sin moverse por unos segundos. Suspiró, encogiéndose de hombros, y retomó el camino hacia el apartamento de Martina.
STEMO VERESSEN
Capítulo 249
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Frente al edificio, Fernando estaba de pie, con expresión incierta. Martina lo miraba sin saber qué más decir.
-Te juro que Luciana no está aquí. No te estoy mintiendo.
-¿Sabes a qué hora regresa?
Martina negó con la cabeza.
-No lo sé. Entró al proyecto, y tú sabes cómo es. Los médicos clínicos no tienen control sobre su tiempo.
-Sí, entiendo.
Fernando asintió, aunque su rostro seguía reflejando una mezcla de dudas y resignación.
Sin decir nada más, extendió una bolsa hacia Martina.
-Aquí hay algunas cosas que a Luciana le gustan y usa siempre. ¿Podrías dárselas cuando la veas?
Martina vaciló un segundo, pero al final aceptó. Había algo tan genuinamente triste en su actitud que no pudo rechazarlo.
De acuerdo.
-Gracias. —Fernando esbozó una sonrisa débil—. Tengo que volver. Mi madre me espera.
-Que te vaya bien.
Martina lo vio alejarse, cargando un aire de melancolía que la dejó pensativa.
Luciana llegó media hora después. Martina señaló la mesa al verla entrar.
-Hoy volvió. Esto lo trajo él.
Luciana frunció ligeramente el ceño al ver la bolsa, pero no dijo mucho.
-Ya veo.
Martina la observó por un momento, incapaz de contenerse.
-¿De verdad no vas a darle ninguna oportunidad?
Luciana suspiró, y tras unos segundos de silencio, negó con la cabeza.
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Capítulo 249
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-Si le diera una oportunidad, lo lastimaría mucho más.
Martina entendió que era un tema delicado. En asuntos del corazón, los terceros no tenían lugar.
-Está bien murmuró-. El arroz con leche ya está listo. Te sirvo un poco.
-Gracias, me vendría bien algo caliente.
Martina le llevó un tazón de arroz con leche, y Luciana apenas había dado un par de cucharadas cuando su teléfono comenzó a sonar.
Era Ricardo.
Luciana dudó un par de segundos antes de contestar la llamada.
-Luciana.
La voz de Ricardo al otro lado del teléfono hizo que Luciana frunciera el ceño de inmediato.
-¿Qué pasa? -preguntó, sin ocultar su incomodidad.
-¿Ya lo olvidaste? -respondió él, con un tono ligero, casi burlón.
Antes de que ella pudiera responder, Ricardo continuó:
-Papá te lo mencionó la última vez: su cumpleaños. Toda la familia va a reunirse a cenar. Pedro no puede venir, pero tú tienes que estar ahí.
El ceño de Luciana se marcó aún más.
Ricardo, percibiendo su silencio y probablemente su resistencia, no insistió.
—Te mandaré la hora y la dirección más tarde. Papá te estará esperando.
Cuando la llamada terminó, Luciana suspiró, sintiendo una carga extra en sus hombros. Su rostro reflejaba una mezcla de molestia y preocupación.
Martina, que estaba a su lado, no tardó en preguntar:
-¿Ricardo?
Luciana asintió.
-¿Otra vez por la cena de cumpleaños?
–
—Sí.
Martina chasqueó la lengua, como si ya se hubiera esperado la respuesta.
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—Qué raro, ¿vas a ir?
Luciana bajó la mirada, su expresión era incierta.
-No quiero…
-No digas eso. —Martina la interrumpió, con los ojos brillándole y una sonrisa traviesa en los labios.
—¿Por qué tendría que ir? —preguntó Luciana, sorprendida por el entusiasmo de su amiga.
-La pregunta es: ¿por qué no? -replicó Martina, inclinándose hacia ella con un aire casi conspirador.
-Piénsalo, Luci. La fortuna de los Herrera también te pertenece, a ti y a Pedro. Si Ricardo te está invitando, ¡aprovéchalo! ¿O prefieres dejarle todo a esa bruja y a su hija?
El corazón de Luciana dio un salto, acelerándose de manera incontrolable.
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