Capítulo 251
Clara temblaba de rabia, sus palabras salían atropelladas por la indignación:
—¡¿Hija?! ¡¿Esa mujer?! ¡¿Tu hija?! ¡Ricardo, no olvides que todo lo que tienes ahora se lo debes a Mónica! ¡Ella es quien te ha ayudado a salir adelante!
Ricardo se reclinó en su silla, ajustándose las gafas con parsimonia.
-¿En serio? —dijo, con un tono cargado de sarcasmo-. ¿De verdad crees que no sé lo que pasó? Porque yo sí sé. Sé perfectamente que la noche en el Hotel Real, la persona que estuvo con Alejandro fue Luciana, no Mónica.
Mónica palideció al instante.
-¡Papá! -exclamó, su voz temblando de nerviosismo-. ¿Qué sentido tiene hablar de eso ahora?
Clara ya no se mostraba tan altiva como antes.
-¿Qué quieres decir? ¿Vas a contárselo al señor Guzmán? No olvides que esa mocosa te odia. Si la verdad sale a la luz, no vas a sacar ningún beneficio. Y además, ¿quieres perjudicar a Mónica? ¡Mónica también es tu hija!
-Así es, papá —dijo Mónica, asintiendo repetidamente.
Ricardo no se inmutó ante sus palabras. Con un tono distante, respondió:
-No voy a hacer nada. Solo quiero que, como familia, nos sentemos a cenar juntos.
¿De qué estaba hablando?
Clara y Mónica se miraron con extrañeza. Después de tantos años ignorando a Luciana, ¿ahora salía con que quería que estuvieran juntos como familia?
Era demasiado raro. Tenían que ser cautelosas.
-Papá… -Mónica fue la primera en ceder-. Hoy es tu cumpleaños, y si eso es lo que insistes en hacer, haremos lo que tú digas.
Miró de reojo a su madre antes de añadir:
-Pero no puedes decir que ella es tu hija. El señor Guzmán siempre ha creído que soy hija única. Si descubre que lo hemos engañado, no nos irá nada bien.
-Exacto -intervino Clara, entendiendo a dónde iba su hija y apresurándose a respaldarla—. Mónica ha trabajado mucho para llegar hasta aquí. ¿Te imaginas cuánto te odia Luciana? Solo si Mónica se casa con la familia Guzmán podremos vivir tranquilamente.
1/3
Capítulo 251
+25 BONU
Ricardo sabía perfectamente que eso era cierto. Por esa misma razón, cuando estaba agobiado por las deudas, ayudó a Clara y Mónica a ocultar la verdad.
Frunció los labios, mostrando una ligera concesión.
-De acuerdo, pero ustedes también deben prometerme algo: no dificulten las cosas para Luciana esta noche.
-¡Por supuesto! -Clara sonrió con desdén, arqueando una ceja—. ¿Y qué crees? ¿Que haríamos un escándalo en una ocasión como esta? Si todo se arruina, ¿quién quedaría mal? ¡
Mónica!
Después de beber un poco de agua, Mónica tomó del brazo a Clara y la llevó al baño para retocarse el maquillaje.
-Mamá, ¿qué le pasa a papá? —preguntó Mónica mientras se aplicaba un poco de polvo en la
nariz.
Clara frunció el ceño, sacudiendo la cabeza.
—No lo sé. Parece que le falla el cerebro o algo así.
Reflexionó un momento y recordó algo reciente.
-Ahora que lo pienso… Hace poco le dio dinero a Luciana.
—¿Qué? —Mónica la miró incrédula.
-Bah. -Clara hizo un chasquido con la lengua y cruzó los brazos, llena de desprecio—. Ese viejo… No me digas que ahora se le despertó la conciencia.
-¿Qué dices? -preguntó Mónica, desconcertada.
-¡Por favor! -Clara bufó, con expresión sarcástica-. ¿De repente siente remordimientos? ¿ No le parece que ya es demasiado tarde? ¡Ridículo!
***
Luciana tomó dos transportes antes de llegar al Restaurante Caracola.
Al llegar, mencionó el nombre de Ricardo en la recepción, y un mesero se ofreció a guiarla hasta la mesa.
-Es aquí. Adelante, por favor.
-Gracias.
Luciana respiró hondo, tratando de calmarse. Una vez que sintió que podía manejar la
2/3
+25 BONUS
Capitulo 251
situación, levantó la mano y tocó la puerta.
-Adelante.
Empujó la puerta, y la vista frente a ella se abrió de golpe.
La familia Herrera estaba reunida. Los tres, juntos, de pie frente a ella. Hacía tanto tiempo que no estaban cara a cara de esta manera.
El silencio se extendió por unos segundos.
Ricardo, con una sonrisa tranquila, se levantó y corrió la silla mientras la observaba con detenimiento.
-Luciana, llegaste.
-Sí. -Su respuesta fue breve, pero no podía ocultar lo incómoda que se sentía.
-Ven, acércate.
Ricardo le hizo una señal con la mano, y Luciana, midiendo cada paso, se acercó con calma.
-Siéntate. -Ricardo jaló una silla para ella.
-Gracias. Luciana tomó asiento, manteniendo su tono educado y distante.
–
Ricardo alzó un vaso con jugo y se lo extendió.
-Toma algo primero. ¿Tienes hambre? ¿Quieres que pidamos algo ya?
—No, gracias. —Luciana aceptó él vaso, pero apenas probó un par de sorbos antes de dejarlo sobre la mesa. No tenía mucho apetito.
3/3