Capítulo 252
-Entonces esperamos un poco y comemos cuando sirvan.
Ricardo cambió la mirada hacia Clara y Mónica, que estaban sentadas al otro lado de la mesa.
-Luciana, saluda a tu tía y a tu hermana.
Luciana frunció ligeramente el ceño, pero recordó el motivo de su presencia. Tragó el malestar que sentía y asintió con una leve inclinación de cabeza.
-Tía, hermana.
Clara, con una sonrisa que apenas escondía su falsedad, respondió:
-Luciana, qué gusto verte.
Sus palabras sonaban tan vacías como su gesto.
-Hace mucho que no nos veíamos. Hoy es el cumpleaños de tu papá, así que vamos a disfrutar juntos como familia.
Lo decía sin pestañear, como si entre ellos nunca hubieran existido resentimientos.
Luciana reprimió una risa amarga. Estos dos eran, sin duda, el uno para el otro. Ambos eran expertos en fingir.
A comparación de ellos, la seriedad en el rostro de Mónica resultaba más sincera.
—Hoy es el cumpleaños de papá. Si ya estás aquí, lo mínimo es compartir una buena comida.
Luciana sonrió apenas, sus labios curvándose con ironía.
-Claro, me parece perfecto.
Si todos iban a actuar, entonces ella también podía interpretar su papel. Al fin y al cabo, ¿quién no sabía jugar ese juego?
Mónica estaba a punto de abrir la boca para advertirle a Luciana que no mencionara su parentesco frente a Alejandro, cuando una voz grave la interrumpió.
-Mónica.
El tono profundo resonó, inconfundible. No hacía falta mirar para saber quién era.
La puerta se abrió, y el mesero lo condujo hasta la mesa. Alejandro caminaba con paso seguro, su figura alta y elegante destacando en el salón.
-¡Alex! -Mónica cambió de inmediato su expresión, una sonrisa radiante apareció en su
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Capítulo 252
rostro mientras tomaba del brazo al recién llegado con afecto.
-¿Tan temprano? Pensé que llegarías más tarde.
-Terminé todo y dejé a Sergio encargándose. No podía faltar, es el cumpleaños de tu padre. Sería una descortesía.
Mientras hablaba, los ojos oscuros y penetrantes de Alejandro se posaron en Luciana.
¿Luciana? ¿Qué hace aquí?
El pensamiento cruzó su mente tan rápido que salió directo por su boca.
-¿Qué haces aquí?
Luciana parpadeó, sorprendida por el tono seco. Claramente, su presencia no le agradaba.
¿Sería porque pensaba que estorbaba a Mónica? Aunque, para ser justos, Luciana tampoco sabía que él iba a estar ahí. Si lo hubiera sabido, tal vez…
No. No importaba.
Hoy las cosas eran diferentes. Había venido por lo que le correspondía, y no pensaba
retroceder ante nadie.
-Señor Guzmán.
Ricardo avanzó un par de pasos, colocándose entre Luciana y Alejandro, como si quisiera protegerla.
El
gesto hizo
que los ojos de Alejandro se oscurecieran levemente.
Ricardo señaló hacia Luciana con calma.
—No he tenido la oportunidad de presentarla antes. Luciana es hija de… un viejo amigo.
¿Hija de un viejo amigo?
Alejandro frunció el ceño. Su expresión era una mezcla de confusión y algo más difícil de descifrar.
—Ja, ja… —Clara intervino rápidamente con una risa nerviosa-. Sí, sí, es cierto. ¡Qué coincidencia! Ese viejo amigo y el papá de Mónica eran del mismo apellido, ambos Herrera. Qué curioso, ¿verdad?
Luciana y Ricardo compartían el apellido Herrera. Clara estaba claramente tratando de evitar que Alejandro sospechara algo.
Sin embargo, Alejandro no le dio demasiada importancia.
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Primero, siempre había pensado que Mónica era hija única.
Segundo, Luciana le había contado antes que su padre había fallecido hacía muchos años, el mismo año en que murió su madre, dejándola sola con su hermano menor.
Tercero, ¿cuántas personas en el país no compartían apellidos sin estar emparentadas? Sergio y Jael, por ejemplo, ambos se apellidaban López, y no tenían absolutamente ningún lazo familiar.
Pero lo que sí estaba pensando Alejandro en ese momento era otra cosa completamente diferente:
Ricardo era un maldito desgraciado.
¿Ese viejo había sido capaz de aprovecharse incluso de la hija de un amigo fallecido? Si eso no era depravación, entonces, ¿qué era?
Seguramente había usado la excusa de cuidar a Luciana por ser hija de su amigo, pero en realidad… la había manipulado y tal vez algo peor.
No era de extrañar que ni Mónica ni Luciana quisieran hablar sobre su relación.
La verdad debía ser demasiado vergonzosa como para decirla en voz alta.
Alejandro apretó los dientes, sintiendo una furia que se acumulaba en su pecho, lista explotar.
para
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