Capítulo 255
Poco después, Ricardo no pudo más.
Con el rostro enrojecido y un hipo intermitente, levantó ambas manos en señal de rendición.
-Señor Guzmán, de verdad no puedo seguir.
—¿Ah, no? -respondió Alejandro, fingiendo decepción-. Qué pena, tenía ganas compartiendo con usted esta noche especial.
de seguir
Luciana, en silencio todo este tiempo, llamó discretamente al mesero y pidió una taza de agua caliente.
Cuando se la trajeron, la colocó frente a Ricardo.
-Beba un poco de agua caliente, le ayudará.
-Gracias.
Ricardo tomó la taza con una sonrisa de gratitud, mirando a Luciana con orgullo mientras asentía complacido.
Del otro lado de la mesa, Alejandro se tensó, su rostro endurecido por una furia contenida.
¿Acaso no sentían vergüenza?
Actuaban con una cercanía descarada frente a todos.
Por otro lado, Clara y Mónica también lucían tensas, pero por razones distintas. Para ellas, esa cercanía era preocupante. Algo no cuadraba.
-Bueno… -Clara forzó una risa, mirando el reloj-. Es hora de cortar el pastel. Mónica, acompaña a tu papá.
-Claro.
Mónica se levantó, dedicándole a Ricardo una sonrisa.
-Luciana. Ricardo la miró de reojo-. Ven con nosotros también, ¿quieres?
Mónica, claramente contrariada, lanzó una mirada a Luciana, frunciendo el ceño.
-Claro.
Ignorando el desdén de Mónica, Luciana se levantó con una sonrisa e, incluso, tomó del brazo de Ricardo con total naturalidad.
El gesto tomó por sorpresa a Ricardo, pero su expresión pronto se suavizó, mostrando una
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felicidad evidente.
-Eres un amor.
En el centro del salón, el mesero llegó con el pastel, acompañado de velas encendidas.
Ricardo, con Mónica y Luciana a su lado, sopló las velas tras escuchar los deseos de cumpleaños.
-Papá, feliz cumpleaños -dijo Mónica.
-Feliz cumpleaños -dijo Luciana.
-Amor, pide un deseo y sopla las velas -dijo Clara.
-Claro. Ricardo sonrió, emocionado.
—
Ricardo apagó las velas con un soplido, y las luces del salón volvieron a encenderse.
El mesero se acercó y le entregó un cuchillo para cortar el pastel. Ricardo lo tomó y comenzó a repartir.
Primero cortó una rebanada, la colocó en un plato y se detuvo un momento.
-Mamá —dijo Mónica, mirando a Clara, quien aún sostenía una copa de champaña.
-Pásame la copa–continuó-. La primera rebanada siempre es para ti.
Como cada año, Clara sabía que era una tradición. Incluso Mónica debía esperar su turno después de ella.
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-Tienes razón, qué cabeza la mía.
Clara sonrió, entregando la copa a su hija mientras se preparaba para recibir su trozo.
Pero esta vez, Ricardo cambió el guion.
Con el plato en mano, caminó directamente hacia Luciana.
-Luciana, esta primera rebanada es para ti.
El gesto dejó a Clara y Mónica completamente atónitas. Ambas miraron a Luciana, con ojos llenos de sorpresa… y algo más. Un desprecio apenas contenido.
Luciana lo notó, pero fingió no darse cuenta. Tomó el pastel con una sonrisa tranquila.
-Gracias. Se ve delicioso.
-Pues come mucho, hay más que suficiente.
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Ricardo le dio una palmadita en la cabeza, con un tono de cariño que parecía excesivo.
-Claro respondió Luciana, tomando un poco con la cuchara y probándolo. Sus ojos se entrecerraron ligeramente mientras saboreaba el pastel-. Es realmente bueno.
Solo cuando la vio comer, Ricardo se giró para continuar cortando. Recién entonces le tocó el turno a Clara y Mónica.
-Alex, aquí tienes -dijo Mónica, entregándole un plato a Alejandro.
Él apenas lo miró y negó con la cabeza.
-No me gustan los dulces, mejor paso.
-Está bien.
Acostumbrada a sus excentricidades, Mónica no insistió.
Mientras comía su rebanada, Clara aprovechó para sacar su regalo. Era un suéter tejido a mano, sencillo pero cargado de significado.
-Amor, feliz cumpleaños.
Ricardo tomó el suéter, esbozando una sonrisa y asintiendo.
—Gracias, Clara.
Después fue el turno de Mónica.
Con una sonrisa triunfal, presentó su regalo: un reloj Patek Philippe Celestial, una pieza exquisita y extremadamente costosa.
-Vaya.
Clara, al ver el reloj, entrecerró los ojos y esbozó una sonrisa tensa.
-Mónica sí sabe ser agradecida. Con un regalo como este, tu padre ya no querrá ni ver mi suéter.
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