Capítulo 26
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En ese momento, Alejandro tenía la camisa completamente desabrochada, con Mónica en sus brazos, en una escena que no podía ser más íntima y sugestiva. Era imposible no dejar volar la imaginación, aunque, debido a su estatus, nadie se atrevía a decir nada.
Todos los presentes mantuvieron la compostura, fingiendo que no pasaba nada fuera de lo común.
Luciana, por su parte, estaba completamente tranquila mientras informaba al médico que tomaba su turno sobre el estado de Alejandro.
-Paciente con herida de arma blanca, penetración abdominal de 3.2 centímetros, sin daño a los órganos internos…
Alejandro, sin embargo, no estaba prestando atención a lo que Luciana decía.
Mientras acomodaba a Mónica en su lugar, sentía cómo cada poro de su piel se agitaba. Incluso se sintió un poco nervioso y evitó mirar a Luciana.
Aunque ya había mencionado que estaba comprometido, esta era la primera vez que Luciana veía a Mónica.
La situación se sentía extraña, como si fuera un esposo infiel atrapado en el acto por su esposa.
-Alejandro, descansa bien.
Después de dar su informe, el equipo médico se retiró en orden.
Alejandro se dio cuenta de que, después de esa primera mirada, Luciana no lo había vuelto a
mirar.
-Alex.
Al ver que se quedaba quieto mirando la puerta, Mónica no pudo evitar preocuparse.
-¿Te sientes mal? ¿Te duele la herida? ¿Debería llamar al médico?
Alejandro salió de su trance, su expresión cambió levemente.
-No, estoy bien.
Solo estaba asustado por sus propios pensamientos, o quizás estaba molesto consigo mismo. ¿ Por qué se sentía culpable?
Su matrimonio con Luciana no tenía validez real, estar con Mónica no era, técnicamente, una infidelidad.
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Capítulo 26
Mónica tenía una escena en la película de Javier, y no podía permitirse faltar.
No fue hasta que Sergio llegó que ella se despidió con cierta reticencia.
-Descansa bien, vendré a verte cuando pueda.
-De acuerdo, ve tranquila.
Sergio no llegó solo; lo acompañaban dos jóvenes que se parecían mucho entre sí, ambos altos y fuertes, de apariencia imponente.
-Primo–dijo Sergio-, después de lo que pasó, decidí que Juan y Simón regresen. Con ellos aquí, podemos estar más tranquilos.
-Sí -Alejandro no tuvo objeciones-. Hagámoslo así.
Luego preguntó: 1
-¿Han averiguado algo en la comisaría?
-Nada – Sergio negó con la cabeza-. Al parecer, está siendo muy terco. Apenas entró, comenzó a fingir demencia.
-¡Maldito! -Juan exclamó, enfurecido-. Con tipos como ese, lo de la policía no va a funcionar. Necesitamos encargarnos nosotros mismos.
-Exacto -Simón asintió-. Este asunto tenemos que investigarlo por nuestra cuenta.
-De acuerdo.
Alejandro comprendía la implicación y no se opuso. 1
-Está en sus manos, muchachos.
-No te preocupes.
Después de un día de descanso, a la mañana siguiente, Luciana llegó para tomar su turno y se sorprendió al ver a dos hombres corpulentos en la puerta de la habitación de Alejandro.
-Doctora, adelante -dijo Juan, abriéndole la puerta con una sonrisa. Luciana respondió con una sonrisa leve y entró.
Adentro, Alejandro estaba discutiendo asuntos de negocios con Sergio. La cama y la mesa auxiliar estaban cubiertas de documentos. Luciana se acercó y tocó la mesa con los nudillos, hablando con un tono de advertencia:
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Capítulo 26
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-Si no quieres que tu herida empeore, es mejor que te acuestes y descanses.
Alejandro se quedó atónito. No estaba acostumbrado a que nadie le hablara en ese tono imperativo.
Sergio, tratando de suavizar la situación, sonrió incómodamente mientras organizaba los documentos.
-Luci tiene razón, ya hiciste suficiente por hoy, mejor acuéstate.
¿Luci? Alejandro levantó una ceja. ¿Desde cuándo Sergio y Luciana eran tan cercanos? (1)
Luciana se puso los guantes y señaló a Alejandro.
-Acuéstate, voy a revisar la herida.
Aunque no le gustaba el tono, Alejandro obedeció, recostándose en la cama.