Capítulo 260
Se dio la vuelta y regresó a donde estaba Luciana, reprimiendo la rabia y la tristeza que se acumulaban en su pecho.
-¡No llores más! -ordenó, con una voz tensa-. Es solo un pastel… ¡te lo compro, te compro lo que quieras!
Pero Luciana, como si no hubiera oído sus palabras, se levantó de un salto. No lo miró, no lo reconoció, simplemente siguió caminando en línea recta.
Juan y Simón, al ver la escena, rápidamente bajaron la mirada, pretendiendo no haber visto nada.
Alejandro, furioso, apretó los dientes y un escalofrío recorrió su rostro, mientras sus labios esbozaban una mueca fría y despectiva.
Corrió unos pasos y la detuvo bruscamente.
-¡Te estoy hablando! ¿No me escuchaste?
Pero al encontrarse con la mirada gélida de Luciana, algo en él se quebró. Fue un golpe en el orgullo que lo hizo dudar y, en un suspiro, aflojó el tono.
-Te dije que te compraría otro pastel… -continuó, pero la incomodidad lo atacaba.
Pensó en sus palabras, y no pudo evitar dejar salir su frustración.
-¿Te lo dije o no? ¿Por qué sigues aceptando cosas de Ricardo? ¿No me prometiste que ibas a alejarte de él? ¿No me lo prometiste cuando éramos…
Luciana lo interrumpió con un simple asentimiento.
-Sí, lo prometí.
-Entonces… ¿por qué ahora me preguntas? En aquel entonces, yo era tu marido. Pero ahora… ¿ qué soy yo para ti? ¿Por qué tengo que seguir escuchando lo que dices?
Luciana lo miró con determinación.
-Sé que tienes dinero y puedes reemplazarlo. Pero no es lo mismo. El que se rompió… ya no es el mismo.
Con una sacudida débil, trató de soltar su brazo, pero él seguía aferrándose a ella.
-Suéltame, Alejandro… Estoy cansada. Quiero descansar.
Alejandro se quedó paralizado, la mente hecha un torbellino. ¡Se sentía tan celoso que parecía
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estar al borde de la locura! Pero ¿qué podía hacer?
Con rabia, dio un paso adelante y pateó el pastel que aún estaba en el suelo, haciendo que se desparramara más.
Juan y Simón, desde atrás, se miraron entre sí, confundidos, sin saber qué pensar. ¿Qué les había hecho el pastel para merecer eso?
Alejandro los fulminó con la mirada.
-¿Qué están esperando? ¡Llévala de regreso! ¿Tengo que hacerlo todo yo?
Simón, sobresaltado, asintió rápidamente.
-¡Sí, sí! -y sin más, corrió tras Luciana.
***
Alejandro no fue a visitar a su abuelo al hospital ni regresó a la villa a descansar. Llamó a Salvador, quien le dijo que estaba en el Serenity Haven negociando, así que decidió ir a verlo.
Cuando llegó, Salvador aún estaba ocupado. Al salir a buscarlo, le preguntó a Juan:
-¿Y Alex?
Juan, con una sonrisa traviesa, respondió:
-Está en el salón, mirando a la gente bailar.
<<¿Mirando bailar? Qué raro», pensó Salvador.
Se acercó y vio a Alejandro observando la pista de baile.
-¿Te está gustando?
-Sí, está bien,– respondió Alejandro sin apartar la vista del escenario.
Salvador, al escuchar esto, soltó una pequeña risa.
-¿Pero no es el cumpleaños de tu suegro hoy? ¿Y vienes aquí a ver bailar a la gente?
Alejandro no se movió. Mientras seguía mirando hacia el escenario, empezó a contarle a Salvador lo que había pasado esa noche.
Al final, le preguntó:
-Luciana está muy molesta, ¿crees que debo comprar el pastel o no?
Se quedó pensativo un momento antes de responderse a sí mismo:
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-Mejor no… ella no lo va a querer. ¡Tal vez se enojen más!
-Uf, qué frustrante -dijo, claramente cansado.
Salvador, escuchando en silencio, observaba a Alejandro con una mirada que decía mucho.
Alejandro, incómodo por la intensidad de la mirada, frunció el ceño y le preguntó:
-¿Qué te pasa con esa mirada?
Salvador sonrió levemente.
-Estoy viendo a un hombre que está pasando por una especie de… despertar sentimental.
Alejandro, confundido y ligeramente molesto, respondió:
-¿Me estás tomando el pelo?
-Para nada dijo Salvador, sacudiendo la cabeza y sonriendo con calma-. Alex, ¿estás seguro de que quieres estar con Mónica?
-¿Qué quieres decir con eso?
Alejandro frunció el ceño aún más, sintiendo que su amigo le estaba jugando una broma.
-¿Tengo otras opciones? -preguntó Alejandro con amargura-. Recuerda lo que dijiste en aquel momento, si tú fueras yo, también tomarías la misma decisión.
Un hombre debe hacerse responsable de sus actos.
[
Por los niños y por la madre que los llevó en su vientre durante esos diez largos meses.
-Sí, lo dije -Salvador asintió lentamente-. Pero… ¿no sientes lo que realmente quieres?
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