Capítulo 273
Capítulo 273
¿La iba a golpear?
Luciana lo miró fijamente, sin siquiera pestañear. Pero en lugar del dolor que esperaba, lo que escuchó fue un sonido sordo.
El brazo de Alejandro pasó rozando su mejilla, y su puño se estrelló con fuerza contra la pared detrás de ella.
El golpe resonó con fuerza, el impacto tan violento que Luciana pudo escuchar el crujido de sus huesos contra el concreto.
Pequeñas partículas de yeso y polvo cayeron de la pared, evidenciando el daño.
Había puesto toda su fuerza en ese golpe.
—¡Alejandro! —Luciana sintió cómo su corazón se encogía. Sin pensarlo, tomó su brazo con cuidado―. Déjame ver…
Pero Alejandro retiró el brazo rápidamente, observándola desde arriba con una sonrisa amarga y fría.
-¿Ver qué? ¿Te importa cómo estoy?
-¡Claro que me importa! -respondió Luciana de inmediato, sin siquiera pensarlo.
Tan pronto como las palabras salieron de su boca, se quedó paralizada. ¿Acababa de decir eso?
El corazón le latía con fuerza. ¿Cómo lo tomaría Alejandro?
Sin embargo, él no parecía haberlo notado.
Estaba demasiado consumido por la furia y los celos, su mente nublada apenas podía controlar.
Alejandro levantó la mirada, con una sonrisa helada en los labios.
por emociones que
-¿Te importa? Si realmente te importara, ¿estarías aquí, en otro país, con un hombre lo suficientemente mayor como para ser tu padre? -dijo, señalando la ropa interior en el suelo
¿Te atreves a decir que esto no es de ese viejo?
–
Luciana se quedó inmóvil, una expresión incómoda cruzando su rostro. Era cierto, la ropa era de Ricardo, pero…
Alejandro, al no recibir una negación inmediata, sintió cómo su corazón se partía aún más.
-Ja.
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Sus labios se curvaron en una sonrisa amarga. De repente, todo le pareció carente de sentido.
Haz lo que quieras, Luciana. No me importa. Ya no me importa nada.
Dejó caer el brazo con resignación.
-¡Alejandro! -Luciana lo detuvo, agarrándolo del brazo. Ni ella misma sabía por qué lo hacía. Su voz sonaba urgente-. Puedo explicarte. Pero por favor, cálmate primero.
-¿Calmarme? -Alejandro inclinó la cabeza, sus ojos brillando con una mezcla de rabia y desolación. Estoy muy calmado, Luciana. Más calmado de lo que he estado en mi vida.
Tan calmado que sentía cómo su sangre se había congelado en las venas. Cuando volvió a hablar, su voz era un susurro cargado de una tristeza que no podía ocultar.
-Desde el principio, siempre supe qué clase de mujer eras. Pero luego me convencí a mí mismo de que era porque la vida te había obligado, que no era tu culpa. Pero ahora…
-¿Qué clase de mujer? -lo interrumpió Luciana, su tono helado mientras lo miraba directamente.
Los ojos de Alejandro se entrecerraron, su mirada aún teñida de un sarcasmo cruel.
-Mi hijo puede no tener padre, sí. Pero, ¿entiendes realmente la historia completa? —dijo ella, su voz cortante y fría.
No le dio tiempo de responder antes de seguir, cada palabra golpeando como un látigo:
-¿Acaso cada vez que me veas con un hombre, vas a pensar que hay algo sucio entre nosotros?
Alejandro quedó en silencio, paralizado por sus palabras.
Luciana lo miró con una sonrisa amarga en los labios.
-Alejandro, te lo ruego: deja de humillarme.
Se agachó, recogió las bolsas del suelo y, sin mirarlo de nuevo, se dio la vuelta y entró al hotel.
Alejandro se quedó inmóvil, viendo cómo ella desaparecía. Su cabeza palpitaba con un dolor insoportable.
¿Lo había hecho otra vez? ¿Había dicho lo que no debía?
Pero…
No podía ignorar el hecho de que ella seguía relacionada con Ricardo. ¿Por qué?
Con una furia que no sabía si estaba dirigida a ella o a sí mismo, Alejandro giró sobre sus
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talones y se alejó rápidamente.
En la entrada del hotel, Luciana se detuvo y se giró, mirando hacia donde lo había dejado. Ya
no estaba.
¿Se había ido?
Una sensación de vacío la envolvió.
-Ja.
Luciana soltó una risa seca y murmuró con amargura:
-¡Alejandro, eres un idiota!
***
Ya que había decidido dejar de involucrarse con Luciana, Alejandro regresó al hotel y llamó a Sergio para que le comprara un boleto de regreso. Sin embargo, esta vez, Sergio no lo obedeció de inmediato.
-Alex, lo que Luciana está haciendo aquí puede que no sea lo que tú piensas.
Alejandro levantó la mirada, desconfiado.
-¿Qué quieres decir?
-Es así…
Mientras Alejandro había ido a buscar a Luciana, Sergio no había estado perdiendo el tiempo.
La razón por la que Sergio era su mano derecha no era solo su lealtad, sino también su capacidad para anticiparse a las situaciones y actuar sin necesidad de recibir órdenes. 2