Capítulo 274
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La razón por la que Sergio era su mano derecha no era solo su lealtad, sino también su capacidad para anticiparse a las situaciones y actuar sin necesidad de recibir órdenes. Alguien que solo seguía instrucciones no podía ser un verdadero apoyo para Alejandro.
A pesar de lo poco que había tenido para investigar, Sergio había reunido algo de información.
-Las noticias vienen del Sanatorio Cerro Verde. Hace un tiempo, Pedro participó en un examen de evaluación del Instituto Wells.
-¿Instituto Wells? —Alejandro frunció el ceño, claramente confundido. Era la primera vez que escuchaba ese nombre.
—Sí. —Sergio también había oído hablar del instituto por primera vez y sacó su celular para mostrarle lo que había encontrado en una rápida búsqueda. Le pasó la pantalla con la información.
-Es una institución que se especializa en identificar, formar y promover a personas con talentos especiales.
Alejandro leyó con atención, pero su expresión se mantenía seria.
-¿Pero Pedro no tiene autismo?
-Así es
confirmó Sergio, asintiendo-. Dentro de los casos de autismo, existe un porcentaje muy pequeño de personas con una inteligencia excepcional. Parece que Pedro es uno de ellos.
De pronto, todo comenzó a cobrar sentido.
-El examen fue organizado inicialmente por Fernando -continuó Sergio-. Pero el Instituto Wells es una institución privada y sus servicios son costosos. Luciana rechazó la ayuda de Fernando.
-¿Y entonces?
-Parece que la razón de su viaje aquí es precisamente este asunto–explicó Sergio-. Luciana aceptó la ayuda de Ricardo para cubrir los costos.
Alejandro se quedó en silencio, procesando la información. La expresión en su rostro pasó de desconcierto a una clara mezcla de remordimiento y culpa.
¡Demasiado remordimiento!
Era Pedro, su cuñado, el hermano menor de Luciana. Alejandro sabía desde hace tiempo que Pedro tenía autismo, pero ¿qué había hecho él como cuñado para considerar su futuro?
Absolutamente nada.
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Fue Fernando quien organizó la evaluación para Pedro. Y luego, cuando Pedro fue aceptado por el Instituto Wells, Luciana enfrentó los costos sola, y Alejandro… ni siquiera lo sabía.
Alejandro apretó los dientes, una rabia amarga dirigida hacia él mismo invadía su mente.
Alejandro, eres un idiota.
¡Un completo imbécil!
¿Cómo había podido ignorar todo esto? Como cuñado, como esposo, ¿en qué momento había sido de alguna utilidad para ellos?
Cuando Pedro y Luciana más lo necesitaron, ¿dónde estaba? ¿Cómo había osado gritarle a Luciana en lugar de apoyarla?
-Alex…
Al notar su expresión sombría, Sergio intuyó lo que estaba pensando.
-Hay algo más…
-¿Qué cosa?
Por primera vez, Alejandro sintió algo parecido al miedo. Miedo de haber pasado por alto algo importante sobre Luciana.
-Es sobre la habitación que Ricardo reservó. Es una suite.
Una suite. Ambos sabían perfectamente lo que eso significaba: un hotel estilo apartamento, con más de una habitación.
En otras palabras, sus pensamientos maliciosos habían sido completamente equivocados.
Si Ricardo tuviera algún tipo de interés indebido en Luciana, no habría necesidad de reservar una suite. No solo sería un desperdicio de espacio, sino que tampoco facilitaría… esas cosas.
Alejandro cerró los ojos con fuerza. Esto es el colmo.
Había llegado a un punto donde ya no podía excusarse. Era un imbécil.
Luciana probablemente lo despreciaba en este momento. Todo lo bueno que alguna vez pensó que ella veía en él… seguramente se había transformado en desdén.
Sergio lo observó con cautela, tratando de adivinar sus pensamientos.
-¿Deberíamos contactar al Instituto Wells? -preguntó, buscando una forma de desviar la
atención de la tensión.
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Alejandro lo miró y asintió ligeramente.
-Sí, hazlo.
-Entendido.
No mencionó nada sobre los boletos de avión. Hablar de eso sería una estupidez y sabía Alejandro lo consideraría un error tonto.
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que
Esa noche, Luciana terminó de preparar los ingredientes para un sancocho. No era una gran cocinera, así que optó por algo sencillo.
Luego, se sentó en la mesa con un libro mientras esperaba a que Ricardo se despertara.
Sin embargo, el tiempo pasaba y Ricardo no daba señales de levantarse.
Preocupada porque llevaba demasiado tiempo durmiendo, se acercó a su habitación y llamó a la puerta.
-¿Estás despierto?
Pasaron varios segundos antes de que una voz cansada respondiera desde el interior:
-Entra.
Su tono sonaba débil.
Luciana abrió la puerta con cuidado. La habitación estaba oscura, pero la luz del baño estaba encendida.
Poco después, el sonido del agua cesó y Ricardo salió.
-Luciana.
Ella encendió la luz principal y lo miró con atención. Su rostro estaba pálido, sus ojos opacos y tenía ojeras pronunciadas.
-¿Te sientes mal? -preguntó Luciana, alarmada.
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