Capítulo 280
Alejandro quedó sin palabras. Así que… todo se debía al maldito perfume.
-No te sientes atrás -insistió con rapidez- –. Si no te sientes bien, ir atrás te hará marearte más.
Sin pensarlo dos veces, se quitó el saco y lo hizo una bola antes de lanzarlo al asiento trasero.
-Cuando encontremos un basurero, lo tiraré. ¿Te parece bien?
Luciana soltó un resoplido, cruzándose de brazos.
-Haz lo que quieras.
¿Eso significaba que ya no estaba enojada?
Un destello apareció en los ojos de Alejandro. «¿Será que Luciana estaba… celosa? ¿Por la chica de antes? >>
Mientras él intentaba descifrarlo, Luciana sacó el pan de la bolsa y lo olió.
Huele muy bien.
Sin embargo, se quedó luchando con el paquete de vinagre, sin lograr abrirlo.
-Dámelodijo Alejandro, extendiendo la mano. En un movimiento sencillo, rasgó el empaque con facilidad.
-Aquí tienes.
-Gracias.
Mientras ella se concentraba en mojar el pan, Alejandro se dijo que probablemente estaba imaginando cosas. Luciana lo había rechazado, ¿por qué habría de estar celosa?
Sí, era mejor dejar de hacerse ilusiones.
Después de comer un poco, retomaron el viaje.
Pero el clima cambió.
En la mañana, el sol brillaba con fuerza, pero ahora, el cielo se había cubierto de nubes oscuras.
-¿Crees que vaya a llover? -preguntó Luciana, mirando el cielo con el ceño fruncido.
-Eso parece. -Alejandro también arrugó el entrecejo-. Esta zona está llena de granjas, y más adelante hay un bosque.
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Capítulo 280
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Si empezaba a llover, conducir sería complicado.
A pesar de que Alejandro aceleró el ritmo, no logró ganarle a la tormenta.
Las primeras gotas comenzaron a caer, y en cuestión de minutos, la lluvia arreciaba, golpeando el parabrisas con fuerza. El camino se volvió resbaloso y peligroso.
De pronto, un frenazo brusco hizo que el auto se detuviera, inclinándose de un lado.
-¿Qué pasó? -preguntó Luciana, sintiendo el cambio en el vehículo.
—Voy a revisar. —Alejandro salió del auto, abrió el capó y, al echar un vistazo, frunció el ceño, soltando una maldición en voz baja.
El auto se había averiado, y para empeorar las cosas, el neumático trasero derecho estaba atascado en el lodo, lo que provocaba la inclinación del vehículo.
-¿Es grave? -preguntó Luciana, bajándose del auto al ver que Alejandro no regresaba.
-¿Necesitas ayuda?
Alejandro giró bruscamente hacia ella, su expresión ensombrecida. La avería no lo había enfurecido tanto como verla afuera bajo la lluvia.
—¿Qué haces aquí? —le gruñó, alzando la voz―. ¿No ves que está lloviendo?
Sin darle tiempo a responder, la tomó del brazo y prácticamente la empujó de vuelta al auto.
-¿Qué clase de cuerpo tienes? ¿Tengo que recordarte que estás embarazada? ¿Y si te enfermas, qué?
Luciana sabía que tenía razón. Bajó la cabeza, asumiendo la culpa.
-Tienes razón, fue un error mío.
Su ropa ya estaba completamente mojada, y Alejandro, con un suspiro de frustración, tomó el saco que
había tirado en el asiento trasero, lo sacudió y lo colocó sobre sus hombros.
-No lo necesito… -protestó Luciana al reconocer el aroma del perfume.
-¡No te muevas! -la interrumpió Alejandro, con el rostro serio-. Si no te lo pones, voy a pensar que estás celosa porque esa chica estuvo cerca de mí. Luciana, ¿será que realmente te gusto?
Luciana se quedó inmóvil, sin atreverse a responder. ¿Moverse no significaría admitirlo?
Cuando ella no replicó, Alejandro sintió una punzada en el pecho. ¿De verdad no le gustaba en lo absoluto?
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Capitulo 280
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—No importa —murmuró para sí mismo, apretando los labios. Esta sería la última vez que haría algo por ella.
Le acomodó el saco con cuidado y le revolvió ligeramente el cabello.
-Quédate aquí y no te muevas. Voy a buscar ayuda.
-Está bien… -dijo Luciana en voz baja, y añadió antes de pensarlo demasiado-: Ten cuidado.
Pero Alejandro ya se había adentrado en la cortina de lluvia, sin escuchar sus palabras.
El tiempo transcurría lentamente mientras el sonido de la lluvia golpeaba sin cesar la carrocería del auto. Alejandro no regresaba.
Luciana miraba el agua que caía por la ventana, mordiéndose los labios de preocupación. ¿Y si le pasó algo?
En este lugar desconocido, ella no tenía idea de cómo moverse, y Alejandro estaba igual de perdido. La incertidumbre le calaba los nervios hasta que, incapaz de resistir más, abrió la puerta del auto y salió nuevamente bajo la lluvia.
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