Capítulo 285
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En la entrada, Alejandro apenas puso un pie en el escalón cuando la puerta se abrió.
Sus miradas se encontraron, como si ambos se hubieran puesto de acuerdo.
El aire de la noche estaba fresco, y entre los arbustos mojados tras la lluvia se oía el canto persistente de insectos desconocidos.
Luciana lo escaneó de arriba abajo y frunció el ceño.
-¿No ibas en auto? ¿Por qué estás mojado?
Se hizo a un lado para dejarlo pasar.
Alejandro, cargando una gran bolsa entre los brazos y con el cabello todavía húmedo, se dirigió a la cocina.
Dejó las cosas sobre la mesa y empezó a ordenarlas mientras hablaba:
-Compré arroz y leche. También traje un pescado. Recuerdo que te gusta al vapor, con vinagre para acompañar…
Se detuvo.
Luciana se había acercado en algún momento, con una toalla en las manos.
-Agacha la cabeza – le dijo.
-Oh.
Sin dudar un segundo, Alejandro obedeció y bajó la cabeza.
Luciana le cubrió el cabello con la toalla y empezó a frotarlo suavemente, secándole el
agua.
Todo parecía tan natural, como si lo hubieran hecho mil veces antes.
-¿No prefieres darte un baño? -murmuró Luciana mientras fruncía el ceño.
-No hace falta.
Alejandro negó con la cabeza.
No estoy mojado, es solo que la lluvia era tan intensa que terminé algo húmedo.
Señaló el arroz.
-¿Te preparo el arroz con leche ahora?
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Capítulo 285
-Está bien… Luciana asintió con un gesto dócil.
-Perfecto.
Cuando ella terminó de secarle el cabello, Alejandro se puso a lavar el arroz. Luciana no podía apartar la vista, sorprendida.
-¿Qué pasa? -Alejandro se giró hacia ella con una sonrisa burlona-. ¿Otra vez pensando que un rico sabe hacer esto?
-Sí. -Luciana asintió con sinceridad.
-Puedo hacer muchas cosas -dijo Alejandro, mientras sacaba una cacerola del gabinete, la enjuagaba y ponía el arroz a cocer.
Después empezó a limpiar el pescado, con movimientos ágiles y seguros, mientras añadía:
Cuando estudiaba en el extranjero, no soportaba la comida de allá. Así que aprendí a cocinar por mi cuenta. Con el tiempo, fui perfeccionándome.
Su sonrisa se hizo más amplia al recordar algo, sus ojos brillaban.
-No digo que sea un chef, pero créeme, lo hago mucho mejor que tú.
-Oh.
Luciana infló ligeramente las mejillas, con aire de reproche, pero no dijo nada.
Sabía que ventaja.
tenía razón; solo con verlo manejar el pescado, quedaba claro que le llevaba una gran
el té negro
-¿Quieres té negro? -preguntó Luciana-. El café puede quitarte el sueño, pero el té puede ayudarte a entrar en calor.
-Claro, gracias.
Luciana sacó un poco de té negro y puso agua a calentar en una olla pequeña. Luego añadió las hojas de té.
En pocos minutos, la cocina quedó impregnada de un aroma cálido y reconfortante: el dulzor del arroz con leche mezclado con el suave perfume del té.
No pasó mucho tiempo antes de que todo estuviera listo. Luciana llevó a la mesa el arroz con leche, el pescado al vapor y el té negro caliente.
Alejandro se sentó frente a ella, observándola mientras probaba el arroz con leche y el pescado con un toque de vinagre.
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Capítulo 285
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-¿Está rico? -preguntó con cierta inquietud. ¿Tiene suficiente sabor?
-Suficiente no tiene–admitió Luciana, negando con la cabeza-, pero ahora soy muy sensible a los sabores, y cualquier cosa que sepa muy fuerte me hace
querer vomitar.
-Entiendo… respondió Alejandro, pensativo-. Espera un momento.
Dejó su taza en la mesa y se levantó para ir a la estufa.
Desde donde estaba, Luciana solo podía verlo de espaldas, observando cómo servía un poco de arroz y hacía algo con él, aunque no alcanzaba a distinguir qué.
No tardó mucho en regresar.
En sus manos llevaba un plato con unos pequeños onigiris, del tamaño de la yema de un dedo.
Alejandro tomó uno con los palillos y lo acercó a la boca de Luciana.
–Ábrela…
—¿Qué? —Luciana frunció el ceño, algo desconfiada.
-Pruébalo.
Después de un momento de duda, abrió la boca y probó uno.
Era un simple bocado de arroz, pero tenía un toque salado que resultaba sorprendentemente agradable.
—¿Y? —preguntó Alejandro, con una mezcla de ansiedad y esperanza en los ojos.
-Está rico -asintió Luciana, sorprendida—. Es simple, pero sabe muy bien. ¿Cómo se te
ocurrió hacerlos?
-¿Te gustaron? Qué alivio -respondió Alejandro con una sonrisa de satisfacción, explicando enseguida.
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