Capítulo 287
Capítulo 287
Tanto Juan como Simón tenían entrenamiento militar, y su intuición raras veces fallaba.
Alejandro apretó los labios, preocupado. Canadá… ¿Quiénes eran esos individuos que lo perseguían, que habían intentado dañarlo en más de una ocasión? ¿Y ahora, qué buscaban?
-Alex…
Juan estaba a punto de añadir algo más, pero el movimiento de Luciana, que se acomodó en su asiento, lo interrumpió.
-¡Basta! -la voz de Alejandro resonó con firmeza, en un tono bajo pero autoritario. Negó suavemente con la cabeza, dejando claro que no quería seguir con esa conversación.
-Entendido. -Juan captó la indirecta y guardó silencio.
En el asiento trasero, Luciana solo había cambiado de posición. Parecía estar profundamente dormida.
Alejandro dejó escapar un suspiro aliviado. No la habían despertado, y eso era lo importante. Todo este caos, ni él mismo lo entendía del todo, y lo último que quería era involucrarla.
Aunque, si lo pensaba bien, probablemente a ella no le importaba en absoluto lo que le ocurriera a él.
En realidad, Luciana estaba despierta. Se había esforzado por aparentar que dormía, pero había escuchado cada palabra con claridad.
<<<¿Alguien quiere hacerle daño a Alejandro?»>
De inmediato, recordó aquella vez que lo había visitado en el hospital tras haber recibido una puñalada.
¿Era eso parte de algo más grande?
Ella siempre había pensado que las intrigas de las familias ricas eran complicadas, pero confiaba en que Alejandro ya habría atrapado al culpable. Sin embargo, por lo que acababa de escuchar, no solo el culpable seguía libre, sino que también había fuerzas ocultas detrás, moviéndose con cuidado para no dejar rastro.
Luciana frunció el ceño levemente, apoyada en la ventana. Aunque no quería admitirlo, un nuevo miedo comenzó a instalarse en su pecho.
***
El clima estaba perfecto. Todo el trayecto transcurrió sin contratiempos y llegaron al Instituto
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Capítulo 287
Wells sin problemas.
Con Sergio al mando de las negociaciones, Luciana no tuvo que preocuparse por los detalles logísticos.
Poco después, un miembro del personal salió a recibirlos y comenzó a explicar en detalle las características del instituto. 1
El Instituto Wells era muy reconocido en su campo. Desde su fundación, había formado y enviado a numerosos talentos a industrias de alta especialización.
-Este joven de aquí… —la responsable, una mujer de unos treinta o cuarenta años, señaló a un adolescente en el folleto que les había dado―. Igual que Pedro, padece de autismo. Hoy, ha recibido ofertas de ocho institutos de investigación. Aún está decidiendo junto a su familia cuál aceptará. 1
Al escuchar esto, Luciana sintió un nudo en el pecho.
Era inevitable imaginar el futuro de ese chico: ya no sería visto como una carga para su familia. Tendría su propia vida, aportaría al mundo de manera significativa.
Aunque seguiría necesitando ayuda en muchos aspectos de su día a día, ya no sería alguien definido únicamente por la necesidad de cuidados. Ahora sería respetado. Incluso, admirado.
Pedro tenía catorce años. Luciana jamás lo había visto como un peso, pero si había una manera de darle un futuro donde pudiera desplegar sus alas y brillar, ¿cómo podría ella negárselo?
La responsable del instituto los acompañó hasta la salida. Antes de despedirse, estrechó la mano de Luciana.
-Espero que antes de que termine diciembre podamos darle la bienvenida a Pedro aquí.
-Gracias.
Cuando salieron del Instituto Wells, Luciana caminaba unos pasos adelante de Alejandro, mientras este la seguía en silencio.
Todavía les quedaba un tramo para llegar a la entrada principal. Alejandro, inquieto, sacó un cigarro de su bolsillo y lo sostuvo entre los dedos, pensando en encenderlo.
Sin embargo, al mirar la figura de Luciana caminando frente a él, suspiró y terminó guardándolo sin prenderlo.
-Luciana.
-¿Sí? -Ella se giró para mirarlo, con una expresión curiosa.
Alejandro titubeó. Sus pensamientos se enredaron durante un largo instante. Al final, negó con
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la cabeza.
-Nada.
¿Qué podía decirle? No encontraba las palabras adecuadas.
Era evidente, por lo que había visto en la visita, que Luciana planeaba enviar a Pedro al Instituto Wells. Y él estaba completamente de acuerdo. Si fuera Pedro su hermano, haría lo
mismo.
Pero había un problema. ¿De dónde saldría el dinero para costear todo eso?
De Ricardo.
Alejandro no podía soportar la idea. La sola posibilidad lo carcomía por dentro.
Sin embargo, él mismo había dicho que esta visita al Instituto Wells era lo último que haría por ella. Después de esto, ya no habría más excusas para intervenir en su vida.
Pero, ¿cómo podría mantenerse al margen sabiendo que el costo de esta decisión sería algo que ni él mismo estaba dispuesto a permitir?
Su mente era un caos.
Juan y Simón estaban en la entrada esperando. Una vez que salieran, emprenderían el regreso.
En el camino de vuelta, Luciana se quedó dormida. Alejandro no estaba seguro si realmente estaba cansada o simplemente quería evitar hablar con él. (1
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