Capítulo 29
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-¡Luci! ¡Ayúdame!
-¿Qué pasa ahora? -Luciana sonrió con resignación-. Cada vez lloras más fingido, ¿sabías?
Vicente dejó de hacer su llanto falso de inmediato. -Es una emergencia, jestoy en una cita a ciegas! Ven rápido, ¡necesito que me salves!
Luciana puso los ojos en blanco.
-¿No es el turno de Marti esta vez?
-No logro comunicarme con Marti, ¡solo te tengo a vos! Apúrate, por favor, te espero acá.
-¿Hola?
Vicente ya había colgado.
Luciana se llevó una mano a la frente, sintiéndose abrumada.
No entendía por qué la familia de Vicente estaba tan desesperada. Él no era tan grande y, sin embargo, lo tenían en una cita tras otra todo el tiempo.
Pero a Vicente no le interesaban esas citas para nada. Siempre terminaba pidiéndole a Luciana o a Martina que fingieran ser su novia para arruinarle el plan a su familia.
Luciana no quería ir, pero no le quedaba de otra.
El celular vibró; era Vicente enviándole la ubicación del lugar.
Resignada, decidió ir. Al fin y al cabo, lo que no se hace por un amigo…
Era la hora pico y el tráfico estaba terrible. Cuando llegó, ya estaba bastante tarde.
El teléfono no paraba de vibrar con los mensajes apurados de Vicente.
Al llegar al lugar, Luciana respiró hondo, sacó un frasquito de gotas para los ojos de su bolso, y se echó un poco en ambos ojos.
Entró al restaurante.
Luciana fue directo hacia donde estaba Vicente, frente a él estaba sentada una joven de aspecto refinado, claramente de familia adinerada.
Respiró hondo y, en un par de pasos, llegó a la mesa, tomó el vaso de agua y se lo arrojó a Vicente en la cara.
-¿Quién carajo eres? -Vicente reaccionó inmediatamente, interpretando su papel a la
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Capítulo 29
perfección. ¡¿Quién se atreve a mojarme?!
Luciana, con sus habilidades de actuación algo oxidadas, agradeció que las gotas para los ojos hicieran su efecto. Señaló a la chica con un dedo tembloroso y, entre sollozos, dijo:
-¡Vicente! ¡Quiero una explicación! ¿Quién es ella?
-¡Ay, mi amor! –Vicente sonrió de oreja a oreja y la atrajo hacia él en un abrazo-. Mi vida, ¿ cómo te enteraste? No llores, por favor. Mira, solo estaba cenando con ella. Sabes que te amo a ti, ¿verdad?
-¡Vicente, eres un desgraciado!
En la joyería.
Alejandro acababa de salir de la oficina y, antes de una cena que tenía programada en un restaurante del mismo edificio, decidió hacer una parada rápida en la joyería.
-Señor Guzmán, bienvenido.
-Bueno. -Alejandro asintió, y sus dedos largos y elegantes tamborilearon suavemente sobre el mostrador-. ¿Está listo lo que pedí?
-Por supuesto, señor. -El gerente se apresuró a sacar una caja y se la entregó, abriéndola con cuidado-. Aquí está, espero que sea de su agrado.
Dentro de la caja había una pulsera de platino con incrustaciones de diamantes, brillante y delicada. Había mandado a diseñarla especialmente unos días atrás. 1
Alejandro alzó una ceja, recordando lo que Luciana había dicho: «<que le gustaba todo lo que a las chicas les gustaba.>>
Si ese era el caso, entonces esta pulsera debería gustarle.
-Está bien, envuélvela.
-Enseguida, señor.
Alejandro salió de la tienda y se encontró con Sergio y los demás que lo esperaban afuera. Juntos se dirigieron al restaurante en el piso de arriba, donde tenían una reservación.
El restaurante estaba animado y lleno de comensales disfrutando de la noche. De repente, Alejandro se detuvo en seco.
Una joven lloraba desconsoladamente, señalando a un hombre joven.
-¡Vicente! ¡Tienes novia y aun así viniste a una cita a ciegas conmigo!
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Capitulo 29
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Luego, la joven señaló a otra mujer.
-¿Y tú por qué lloras? ¡Yo soy la que debería estar llorando!
Alejandro sintió cómo su expresión, normalmente calmada, se endurecía de inmediato.
Vicente, el joven Mayo conocido por sus aventuras amorosas…
Y la mujer que estaba siendo señalada, aferrándose a Vicente entre sollozos, no era otra que… ¡ Luciana! 2