Capítulo 292
Confusión, asombro.
¿Qué estaba pasando?
Luciana estaba arrodillada en el suelo. Frente a ella yacía algo… o alguien. ¿Quién era esa persona? ¿Por qué lloraba Luciana sobre ese cuerpo, llamándolo por su nombre?
¿Acaso…?
No necesitó ni un segundo para entender.
¿Luciana pensaba que quien yacía allí era él?
Tum, tum.
Podía sentir con nitidez sus propios latidos.
Luciana se había enterado de la explosión y había venido a buscarlo; sin embargo, por alguna razón, había confundido a otro hombre con él.
¿Lloraba por él creyendo que estaba muerto?
¡Sí! ¡Exactamente!
Alejandro sabía que no era el momento de alegrarse, pero la dicha brotó dentro de él como una chispa y se extendió cual incendio que arrasa con todo.
Aun así, se obligó a mantenerse sereno y se acercó con calma hasta su lado.
La llamó en voz baja:
-Luciana.
Luciana escuchó su nombre y, atónita, miró a la persona cubierta por la sábana.
¿Estaba tan devastada que ahora oía cosas? ¿Había imaginado la voz de Alejandro?
Notando su desconcierto, Alejandro volvió a hablar:
-Luciana, estoy aquí.
Luciana se estremeció, se dio la vuelta con brusquedad y alzó la mirada hacia él.
¡…! Al verlo, sus pupilas se contrajeron, como si el choque de emociones la cimbrara por completo.
Las fisuras en su mirada comenzaron a unirse, a repararse.
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Capítulo 292
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-¡Alejandro! -exclamó con incredulidad.
¿Sería una alucinación? Tenía que comprobarlo. Intentó levantarse de prisa, quería acercarse más, verlo a detalle.
Pero había estado de rodillas demasiado tiempo; sus piernas estaban entumecidas. Apenas se incorporó un poco, ¡pum!, volvió a caer al piso.
Y esta vez, sus rodillas golpearon con fuerza, provocándole dolor.
-Ah… -gimió Luciana, frúnciendo el ceño.
-¡Luciana! -Alejandro dio un paso adelante, se arrodilló y la sujetó con cuidado. ¿Por qué tanta prisa? Te dije que estoy aquí, no voy a salir corriendo.
—Tú… tú… —Ni una sola de sus palabras alcanzaba a penetrar la neblina de su mente. Luciana no podía pensar en nada más; ni siquiera el dolor en las rodillas parecía importarle.
Con urgencia, aferró las solapas de su chaqueta, su mirada recorriendo cada rasgo de su rostro.
Murmuró:
-Eres… eres Alejandro.
—Sí, soy yo.
Alejandro la rodeó con sus brazos, sin apartar sus ojos de ella, como si estuviera pegado a su imagen.
-¿Llorabas por mí? ¿Temías que hubiera muerto?
Luciana, al fin, recuperó el aliento. En lugar de responder, sonrió.
-Qué bien… -susurró con una sonrisa que se deshizo en lágrimas nuevamente.
La situación estaba clara. El «otro Alejandro», ese a quien habían confundido, era tan sólo alguien que compartía su nombre.
Y ella, ¡qué ingenua había sido! Ni siquiera había levantado la sábana para comprobarlo.
Negó con la cabeza, murmurando para sí misma:
-Qué tonta soy…
-Luciana.
Alejandro la observó de cerca, su respiración agitada casi rozando la mejilla de ella.
-Voy a besarte.
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Capítulo 292
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Fue un aviso, no una pregunta.
-Mmm…
Al segundo siguiente, la besó con precisión y, sin importar si a ella le disgustaría o no, no aflojó el agarre.
Como si sus labios hubieran tocado carbón encendido, el beso fue urgente, intenso.
Un prolongado y apasionado beso francés…
A un lado, Sergio susurró:
-¿Cuánto tiempo llevan así?
Juan contestó con indiferencia:
-No importa, no estoy tan grave.
Simón, con seriedad:
-Siete minutos.
Con una sonrisita satisfecha, parecía un prodigio del cronómetro.
Sergio y Juan se quedaron en silencio.
Alejandro no podía detenerse, hasta que de pronto sintió que el cuerpo entre sus brazos se relajaba, aflojando toda tensión, como si le faltara peso.
Sólo entonces interrumpió el beso y bajó la mirada hacia ella.
-¿Luciana?
Luciana tenía los ojos cerrados y las mejillas encendidas. Había perdido el conocimiento.
-¡Luciana!
Alejandro rugió su nombre, la tomó en brazos y corrió hacia la ambulancia.
-¡Rápido, al hospital!
-¡Entendido!
Sergio, Juan y Simón pensaron: «¡Vaya, Alex es tan impresionante que logró dejar a Luciana inconsciente con un beso!» 2
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