Capítulo 293
Pero, por supuesto, Luciana no se había desmayado por el beso.
Ya en el hospital, tras un chequeo, el médico explicó:
-La señora ha sufrido una alteración emocional muy intensa. Además, al estar embarazada su salud es más delicada. Ha llorado demasiado y tiene un cuadro leve de deshidratación.
-Muchas gracias -respondió Alejandro.
En la habitación, Luciana estaba recibiendo suero.
Alejandro no la molestó, se quedó en silencio a su lado.
¿Luciana lo quería?
¿Cuánto lo quería? No estaba seguro, pero sin duda no era «nada»>.
Nadie llora hasta deshidratarse por alguien a quien no aprecia en absoluto.
-Luciana…
Alejandro tomó su mano con delicadeza y murmuró:
-No es cierto que no sientas nada por mí, ¿verdad?
En ese momento la puerta se abrió con cuidado. Era Sergio.
-¿Qué pasa? -preguntó Alejandro.
-Alex–dijo Sergio-, Juan salió del quirófano. Su pierna no sufre daños graves. ¿Quieres ir a verlo?
Antes, Alejandro había ordenado que le avisaran cuando Juan terminara la cirugía.
De no haber sido así, Sergio jamás se hubiera atrevido a molestarlo mientras cuidaba a Luciana.
Tras informar, Sergio agregó:
-Si prefieres no ir, no pasa nada. Simón y yo nos ocupamos. Puedes quedarte tranquilo aquí con Luciana.
Pero Alejandro ya había soltado la mano de Luciana y se había puesto de pie.
-Vamos.
Sus hermanos de armas habían arriesgado la vida por él. ¿Cómo no iba a ir a verlos?
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Ah… está bien respondió Sergio, sintiendo un nudo en la garganta.
Entre ellos existía una relación de maestro y subordinados, pero Alejandro los trataba como amigos, como hermanos.
Por eso estaban dispuestos a dar la vida por él, sin dudarlo.
Justo después de que salieran, Luciana abrió los ojos.
En realidad, llevaba un rato despierta, pero la presencia de Alejandro la había cohibido.
Ahora, con la mente despejada, se daba cuenta de la gran tontería que había cometido.
Durante todo ese tiempo, había ocultado muy bien sus sentimientos contenidos hacia Alejandro.
Y fue justo esa noche, en un país extranjero, a raíz de un malentendido, que todo salió a la luz.
Sus emociones quedaron al descubierto.
Y Alejandro… él también se dio cuenta.
Sin saber cómo enfrentarlo, decidió hacerse la dormida.
Ahora, aprovechando que él se había ido, se levantó, se quitó la bata del hospital y se cambió con rapidez.
Tenía que salir de allí antes de que Alejandro regresara.
***
Medio hora después, Alejandro regresó.
Al encontrarse con la habitación vacía, no se sorprendió. Es más, curvó ligeramente sus labios en una sonrisa irónica, una mezcla de burla hacia sí mismo y resignación.
-Alex… Sergio se mostró preocupado-. Luciana debe haber vuelto al hotel, ¿quieres que vaya a buscarla?
-No hace falta.
Alejandro rechazó la idea.
Si ir a buscarla funcionara, ella no se habría marchado.
-Sergio.
-Sí.
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Capitulo 293
Alejandro dio una orden breve:
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-La herida de Juan dificulta su movilidad. Encárgate de organizar un vuelo privado de regreso
a Muonio. Contacta con ellos allá, que un médico nos espere en el aeropuerto. T
Luciana se había ido, y al final, tal vez era lo mejor.
Ella no quería enfrentarlo, y él no sabía cómo enfrentarla.
Los seres humanos somos extraños.
Cuando ignoraba sus sentimientos, vivía con una inquietud insoportable.
Ahora que lo sabía, después de la alegría inicial, una extraña ansiedad lo invadía.
***
En Muonio.
Al aterrizar, era por la tarde, y el cielo estaba algo nublado.
Ricardo aún estaba algo débil. Una vez fuera del aeropuerto, él y Luciana se separaron: Ricardo se fue a su casa y Luciana regresó al apartamento de Martina.
La camioneta que Luciana había pedido llegó primero, y ella dejó que Ricardo subiera.
-Hija, me voy entonces.
-Ajá. —Luciana lo miró y de pronto preguntó-. ¿Puedo saber por qué cambiaste tan de repente?
¿Por qué estás siendo tan bueno con nosotros, con Pedro y conmigo? Esta vez incluso me acompañaste al extranjero por Pedro.
Sabía que quizá él no respondería, pero no podía con la curiosidad; tenía que haber una razón.
Ricardo cerró la cajuela y esbozó una leve sonrisa.
-Tú y Pedro son mis hijos. Es lo que corresponde.
Como sospechaba, no diría nada más.
-Me voy. Cuando llegues a casa, mándame un mensaje.
—Sí.
Luego, llegó el coche de Luciana y la llevó al apartamento de Martina.
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