Capítulo 294
Capítulo 294
Al llegar, dejó las maletas, se dio una ducha y se tumbó en la cama. Luciana suspiró, su propia cama era, sin duda, la más cómoda del mundo.
Cerró los ojos y se quedó profundamente dormida.
Justo antes de caer en el sueño, su último pensamiento fue: «¿Qué motivó realmente a Ricardo?
»
***
Villa Herrera.
Ricardo regresó a casa, exhausto por el viaje. En cuanto lo vio, Clara se mostró furiosa, con el ceño fruncido y la mirada ardiendo de sospechas.
—A ver, dímelo claro. Estas dos noches que no estuviste en Muonio, ¿a dónde demonios fuiste?
Un viaje al extranjero así de grande era imposible de ocultar. Bajo circunstancias normales, Ricardo habría respondido con honestidad, pero últimamente su humor andaba por los suelos.
-Por supuesto que salí a hacer algo importante ―respondió con impaciencia—. Si no trabajo, ¿de dónde crees que han salido durante todos estos años las comidas, las cosas que utilizas? ¿ Crees que todo cae del cielo?
Clara, al oírlo, se encolerizó. Dio un tirón a la ropa de Ricardo para impedir que se marchara.
—¡Ah, muy bien, Ricardo! ¿Te atreves a hablarme así? ¡Admítelo! ¿No será que tienes a otra mujer afuera?
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-¡Inconcebible! —Ricardo se sentía débil, con dolores y sumamente molesto. De un empujón, separó a Clara.
—¡Ah! —La mujer retrocedió trastabillando. Su asombro dio paso a un grito desgarrador—. ¡ Mónica, Mónica! ¡Ven rápido! ¡Tu padre me golpeó!
-¿Cuándo te he pegado? -protestó Ricardo, indignado.
-¿Que no? —Clara, llena de furia, se lanzó otra vez contra él, repartiendo bofetadas sin ton ni son—. ¡Claro que sí, me has pegado!
-¡Eres una loca! -Ricardo bramó, su rostro tenso y lívido.
Mónica, al escuchar el escándalo, bajó corriendo las escaleras. Al ver la escena de sus padres enzarzados en una pelea física, se quedó atónita.
-¡Papá, mamá! ¿Qué están haciendo? -corrió hacia ellos intentando separarlos-. ¡Basta, no
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se peleen!
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-Mónica, llegas justo a tiempo -vociferó Clara ¡Ayúdame a darle su merecido a tu padre!
.
El rostro de Ricardo estaba ceniciento, los ojos inyectados de rabia.
-¡Esto es el colmo! –espetó.
-¿Aún te atreves a insultarme? ¡Te vas a enterar!
-¡Suéltame!
-¡Aaaah…!
-¡No se peguen! –Mónica intentaba interponerse, sin éxito.
En medio de forcejeos, sin advertencia alguna, se oyó un sordo “pum“. Ricardo se desplomó en el suelo.
Clara y Mónica se quedaron paralizadas, la furia evaporándose al instante.
—Mónica, él… él… -balbuceó Clara, arrodillándose junto al cuerpo inerte de Ricardo. Entonces notó que había perdido el conocimiento. ¡Mónica! ¡Rápido, llama a una ambulancia! ¿Qué le pasa a tu padre?
-¡Ah! ¡Sí, sí! -Mónica reaccionó de inmediato. ¡Ahora mismo!
Todo sucedió de forma tan inesperada que, entre el caos y el miedo, llamaron a la ambulancia y llevaron a Ricardo a toda prisa al hospital.
En el consultorio del médico, Mónica acompañaba a su madre mientras intentaban comprender la situación de Ricardo, quien tras ser atendido de urgencia ya se encontraba en una habitación del hospital.
-Doctor, ¿cómo está mi papá? ¿Cuál fue el problema? ¿Por qué se desmayó de repente? preguntó Mónica con el ceño fruncido, intentando mantener la calma.
El médico revisó la historia clínica y respondió con claridad.
-El paciente tiene problemas en el hígado, y no son leves. ¿No estaban ustedes al tanto?
-¿Cómo dice?
Madre e hija quedaron en blanco, con los rostros pálidos.
-¿Cómo puede ser…?
Mónica se irguió, apretó los puños y habló con firmeza:
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-Doctor, ¿puede explicarnos con detalle? Mi papá no nos dijo nada, seguramente para no preocuparnos. Por favor, infórmenos bien de su estado.
–
-De acuerdo… asintió el médico.
***
–
En la habitación del hospital:
Ricardo abrió los ojos y lo primero que vio fue a Clara, sentada a su lado. Ella lloraba con tanta intensidad que tenía los ojos rojos e hinchados.
Él frunció el ceño, molesto.
-¿Qué lloras?
—¿Qué qué lloro? —exclamó Clara, furiosa y entre sollozos-. Tienes esa enfermedad y ¿por qué lo ocultaste?
Así que ya se había descubierto su enfermedad. Ricardo suspiró, contrariado.
—¿De qué serviría decírtelo?
Frunció el ceño, sus ojos oscuros destilaban cierto sarcasmo. 1
-Con este problema de hígado, la única opción es un trasplante.
Alzó una ceja y preguntó con frialdad:
-Ya que lo saben, ¿quién me donará el hígado? ¿Tú o Mónica?
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