Capítulo 295
Al instante, Clara se quedó rígida, incómoda.
-A ver… no es tan fácil. Un trasplante de hígado no se hace así como así…
Ricardo se dio cuenta de la vacilación de Clara y cerró los ojos, irritado. Tal como sospechaba, por eso nunca se lo contó.
Mónica, percibiendo la incomodidad de su padre, intervino de inmediato.
-Papá, soy tu hija. Supongo que soy compatible, ¿no?
-¿En serio? —Ricardo abrió los ojos de golpe, una luz de esperanza asomando en su mirada -¿Estás dispuesta a donar parte de tu hígado a mí?
-Claro, soy tu hija. Es lo que debo hacer -afirmó Mónica con una sonrisa dulce y obediente.
Pero enseguida añadió, con un suspiro:
-Solo que, Alex cree que estoy embarazada. Si ahora digo que quiero donar mi hígado, ¿no se descubriría todo el engaño?
Ese comentario encendió de nuevo las alarmas en Clara, quien se apuró a apoyar esa idea:
-¡Es cierto, Mónica está a punto de casarse con un hombre rico! ¡No podemos permitir que nada arruine sus planes!
Al escuchar esto, el semblante de Ricardo se tornó aún más oscuro.
-¿Qué pasa? ¿Mi vida vale menos que su boda?
-No, no es eso… -Clara se dio cuenta de su error y se apresuró a justificarse-. Lo que quiero decir es… es…
-¿Es qué?
-La voz de Ricardo adquirió un tono cada vez más lúgubre.
Mónica intervino de inmediato:
-Papá, no te enfades. Mamá sólo quiere decir que, si existe una forma de mantener mi boda y, al mismo tiempo, curar tu enfermedad, sería lo ideal.
-¡Claro, exactamente! -Clara asintió con nerviosismo y luego dirigió una mirada a su hija—. Hija, ¿dices eso porque tienes alguna idea?
-Ajá
Mónica asintió, frunciendo ligeramente el entrecejo-. Papá, no olvides de mí, tienes otros dos hijos.
que además
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Capítulo 295
+25 BONUS
-¡Cierto! -Antes de que terminara de hablar, Clara se dio una palmada en la frente, emocionada-. Luciana y Pedro también son tus hijos, ¿no? De entre los dos, alguno debe ser compatible.
-Exacto —Mónica miró a su madre, confirmándolo-. El médico dijo que la compatibilidad con hijos biológicos suele ser bastante alta.
-¡Fantástico! -Clara suspiró aliviada y juntó las manos, como si el problema estuviera resuelto. Pues que done Luciana. Y si ella no quiere, que lo haga Pedro. ¿Acaso no es lo correcto? Son sus hijos, ¿por qué andarse con escrúpulos?
-Pero… -Mónica frunció el ceño-. Temo que Luciana no esté dispuesta.
Al fin y al cabo, con todo lo que les hemos hecho a Luciana y Pedro, es lógico que nos guarde
rencor.
-¡Que se atreva! -Clara mostró una mirada feroz—. ¡Si hasta la vida se la dio tu padre! ¿Qué tiene de malo que le dé un pedazo de su hígado?
-No es tan simple. -Mónica no compartía el optimismo de su madre. El hígado está en su cuerpo; necesitamos su consentimiento.
-¿Y entonces? -Clara, ansiosa, agarró el brazo de Ricardo-. ¿Qué hacemos? ¡No puedes enfermarte de gravedad!
-Basta —Ricardo, harto del bullicio, se soltó con impaciencia-. Hasta que se les ocurra algo, yo sólo puedo esperar la muerte, ¿verdad?
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-Amor, no digas eso… -Clara trató de apaciguarlo.
Mónica, en cambio, captó algo importante en las palabras de Ricardo. Recordó su reciente cambio de actitud hacia Luciana:
-Papá -tragó saliva y preguntó-, ¿te acercaste a Luciana hace poco con este propósito, verdad?
Esa pregunta hizo que Clara abriera los ojos de par en par:
—¿Es así, Ricardo? ¿Te hiciste el amable con Luciana por
eso?
Ricardo frunció el ceño. Después de un largo silencio, asintió:
—Sí.
Conociendo desde hace años a su mujer e hija, sabía que no podía contar con ellas. Por eso pensó en sus otros dos hijos. (1
-¡Entonces no hay más que decir!
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