Capítulo 296
Clara recobró la confianza.
—¡Que venga Luciana a donar su hígado!
Sin embargo, Ricardo vaciló:
-Todavía no se lo he contado…
-Papá – Mónica se ofreció. Si te sientes incómodo al plantearlo, puedo hablar yo con
Luciana.
Ricardo seguía dudando:
-¿Por qué no esperamos un poco más?
Mónica negó con la cabeza:
-No podemos. El médico dijo que mientras más rápido se haga el trasplante, mejor. Si lo demoramos, tu salud empeorará.
-Esto… -Ricardo aún se resistía, preocupado.
-Papá – Mónica cortó con firmeza-. Déjame a mí. Yo hablaré con Luciana. No te preocupes.
Después de un rato, Ricardo finalmente asintió:
-De acuerdo.
***
Cuando Luciana despertó, todo estaba sumido en la oscuridad.
No había corrido las cortinas, así que apenas entraba algo de luz desde afuera, apenas unas tenues luces dispersas. Ya era de noche.
Tomó su teléfono: Martina le había dejado un mensaje.
[Hay comida en el microondas. Me fui a la biblioteca; si necesitas algo, mándame un mensaje y te lo llevo.]
Acababa de dejar el teléfono cuando éste sonó. Era Mónica.
-¿Qué quieres? -preguntó Luciana, sin molestarse en ocultar su impaciencia.
-Hay algo–respondió Mónica con una risa fría y un tono imperativo-. Ven de inmediato a
la sala de emergencias del hospital anexo. Papá está internado. ¡Apúrate!
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Capítulo 296
+25 BONUS
Colgó antes de darle a Luciana tiempo de pensar o negarse, como si ella tuviera que
sin chistar.
obedecer
Luciana sostuvo el celular, inmóvil durante un par de segundos. Estaba entre enfadada y
divertida.
¿Ricardo hospitalizado?
¿Y Mónica consideraba necesario avisarle?
Su instinto le decía que aquello no era tan sencillo.
Para averiguarlo, decidió ir.
Sin embargo, cuando llegó a la zona de emergencias, no encontró a Ricardo por ningún lado.
En cambio, Clara y Mónica la detuvieron frente a la puerta de la habitación.
Luciana no mostró prisa; alzó ligeramente una ceja.
-Díganme qué quieren, sin rodeos.
-Luciana…
-Mamá, yo me encargo. -Mónica interrumpió a Clara y miró fijamente a Luciana—. Hablemos.
-De acuerdo.
No se movieron muy lejos, sólo entraron a la escalera de emergencia. Como todos usaban el ascensor, casi nadie pasaba por allí. Un lugar tranquilo para conversar.
Mónica fue directa, sin preliminares:
-Papá está enfermo del hígado. Como eres médico, debes saber que esto requiere un trasplante.
¡…! Luciana se quedó atónita. ¿Ricardo enfermo?
Con razón se había sentido tan mal en Canadá. No era sólo un malestar pasajero por el clima o el ambiente. Tenía algo grave.
¿A qué venía todo esto?
No necesitó mucho para entenderlo, pero Mónica le ahorró la conjetura:
-Hemos acordado que seas tú quien done el hígado. Si no lo haces, está Pedro. Uno de ustedes dos tendrá que serlo.
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Capítulo 296
+25 BONU:
¿Hasta dónde podían llegar en su desfachatez?
Luciana observó a Mónica, a esa boca que hablaba con tanta naturalidad de arrancarle un pedazo de su cuerpo.
En ese instante, comprendió plenamente que para la familia Herrera no existían límites.
La curva de sus labios dibujó una sonrisa cargada de ironía.
Ah, con que eso era. Así que por eso Ricardo se había mostrado tan amable con ella y su hermano últimamente. ¡Como si hubiera “recuperado” la conciencia!
¿Conciencia? ¡Qué va!
Dio dinero, cedió una vivienda… todo para comprar su hígado.
Recordó la escena en el aeropuerto, cuando le preguntó y él fingió ignorancia. No es que no quisiera hablar; simplemente le daba vergüenza reconocerlo.
La rabia alcanzó un punto tan alto que Luciana se sintió extrañamente serena.
Esbozó una pequeña sonrisa y miró a Mónica con calma. Su voz sonó con una suavidad
perezosa:
-¿Y por qué habría yo de donar mi hígado? ¿Sólo porque tú lo dices?
-¿Qué? -Mónica frunció el ceño y la miró con fastidio-. ¿Cómo puedes decir algo así? ¡Se trata de tu padre, tu padre biológico! 4
-Oh —respondió Luciana con un asentimiento indiferente-. Entonces, ¿no es tu padre biológico? ¿Eres la bastarda que tuvo tu madre con otro hombre?
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