Capitulo 30
Capítulo 30
Luciana se acurrucó en el pecho de Vicente, sollozando con dramatismo.
-¡Cariño, ella es tan grosera! ¡Tengo miedo!
-No te preocupes, mi amor, estoy aquí para cuidarte -respondió Vicente, siguiendo el juego.
—¡Maldita sea, eres una descarada que se mete con hombres ajenos! ¡Zorra! —La mujer, fuera de sí de la furia, levantó la mano para abofetear a Luciana.
Pero la bofetada resonó en la cara de Vicente, que se interpuso justo a tiempo. La mujer, atónita, exclamó:
-¿De verdad la proteges así?
Con una expresión sombría y apretando los dientes, Vicente se mantuvo firme.
-Por supuesto que la protejo, es mi mujer. ¿Y quién te crees para levantarle la mano? ¡Lárgate de aquí!
-¡Muy bien, Vicente Mayo, ya verás! —gritó la mujer, entre lágrimas, antes de salir corriendo.
Luciana soltó un largo suspiro de alivio y dejó de llorar, mirando a Vicente con exasperación.
-¿Ya estuvo?
Sólo ella sabía lo nerviosa que estaba por dentro.
Vicente, con su típico descaro, le sonrió y la abrazó por los hombros.
-No te enojes, no te enojes. Vamos, te invito algo rico.
-¡Siempre me haces hacer estas cosas tan malvadas! ¡Quiero langosta!
-¡Langosta será!
Y así, los dos se dirigieron hacia el interior del restaurante.
Desde lejos, Alejandro observaba toda la escena, con una expresión indescifrable. No estaba enfadado, simplemente esbozó una leve sonrisa.
Así que, ¿el padre del bebé que espera Luciana es Vicente?
Con una risa apenas audible, Alejandro pensó para sí, ¡Qué pésimo gusto tiene! ¿Qué, sólo le interesa el dinero?
Hoy, Luciana había ganado esta ronda.
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Capítulo 30
+25 BONU:
¿Será que ahora logrará asegurar su relación con Vicente? Pero, con tantas mujeres pasando por la vida de Vicente, ¿de verdad podría cuidarla bien? Lo más probable es que el destino de esa otra mujer sea también el suyo, tarde o temprano.
-Primo.
Al ver que Alejandro no reaccionaba, Sergio lo sacó de su ensimismamiento.
Alejandro desvió la mirada y, con frialdad, dijo:
-Vámonos.
¿Por qué iba a importarle tanto? Si Luciana y Vicente están juntos, mejor para él, así finalmente podrá ser libre.
Todo está bien. No hay nada malo en ello.
Alejandro regresó a la habitación del hospital y encontró a Mónica allí, quien ya llevaba un rato. Tras esa breve salida, su herida comenzaba a dolerle un poco, y al verla, su expresión no era precisamente la mejor.
-¿Por qué viniste? –preguntó, algo irritado.
-No podía quedarme tranquila sabiendo que estabas aquí solo -respondió Mónica mientras se acercaba para ayudarlo, con un ligero puchero en los labios. Esta noche no tengo nada, así que pensé en quedarme contigo.
-No es necesario —dijo Alejandro frunciendo el ceño, sintiendo cómo la herida le dolía aún más-. Aquí hay médicos y enfermeras. No hace falta que te quedes.
Al escuchar esto, Mónica adoptó una expresión de tristeza.
-Alex, soy tu novia. ¿No puedo quedarme contigo? ¿O acaso te molesto?
Eso lo dejó sin palabras por un momento. Alejandro no tenía mucha experiencia en relaciones amorosas, así que desde un punto de vista lógico, no veía la necesidad de que ella se quedara. Pero al notar que Mónica estaba triste, decidió ceder.
-No quise decir eso -respondió finalmente. Si quieres quedarte, está bien.
-¡Perfecto! -Mónica sonrió de inmediato, aunque en su interior pensaba que Alejandro era un hombre frío y poco romántico. Aunque él le proporcionaba comodidades materiales y contactos en el mundo del entretenimiento, la relación carecía de la cercanía que ella deseaba. Decidida a cambiar eso, Mónica tomó la iniciativa.
Tomando su mano, añadió:
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-Esta noche me quedaré aquí contigo, no pienso irme.
Alejandro permaneció en silencio unos segundos antes de responder:
-Haz lo que te haga feliz.
Esa noche, Mónica se quedó en la habitación, durmiendo en el sofá cama destinado a los acompañantes.
A la mañana siguiente, como de costumbre, Luciana entró en la habitación para hacerle una revisión a Alejandro. Él tenía en las manos una pequeña caja de regalo que había preparado para ella como agradecimiento, aunque dudaba si entregársela, ya que pensaba que, ahora que estaba con Vicente, probablemente no la valoraría.
Luciana retiró con cuidado la venda y frunció el ceño.
-¿Qué pasó aquí? La herida parece haber empezado a abrirse un poco. Está sangrando.
Alejandro, con el rostro tenso, no quiso admitir que había salido de la habitación sin permiso. Se limitó a responder, algo molesto:
-¿Cómo quieres que lo sepa? Tú eres la doctora, no yo. 1
Luciana se quedó en silencio por un momento, percibiendo el tono brusco en su voz. ¿Estaría enojado por algo? (3)
-Alex…
Justo en ese instante, la puerta del baño se abrió, y Mónica salió envuelta solo en una toalla que le llegaba hasta los hombros. (5)