Capítulo 302
-Felipe.
-¡A la orden, señor!
Con una sola mirada, Felipe dio la orden. Uno de los hombres de negro abofeteó a Clara sin piedad.
-¡Mmm…!
Clara se llevó la mano a la boca, sintiendo las muelas temblar del dolor. Ya no pudo pronunciar nada más.
—Ay… —Miguel suspiró, limpiándose las manos con un pañuelo. ¿Ves? Una mujer de tu edad que ni siquiera sabe hablar con mesura, ¿no es eso buscarse la desgracia?
Inmediatamente, centró su atención en Ricardo:
-Tú eres el hombre de la casa, ¿no es cierto? Escucha bien, solo lo diré una vez.
Señaló a Mónica.
-Haz que tu hija desaparezca de la vida de Alejandro. Si lo logras, conservarás la buena vida que llevas. Si no, arruinaré a tu familia en un abrir y cerrar de ojos, y terminarán en la calle.
Ricardo estaba lívido, asintiendo sin parar, temblando de pies a cabeza.
-Mmm… mmm… -Mónica sacudía la cabeza, lágrimas cayendo sin control. Quería hablar, rogarle a Miguel, pero él la miró apenas un segundo sin darle oportunidad.
-No tienes el nivel para dialogar conmigo.
Adivino que quieres usar la carta de “estoy esperando un hijo de Alejandro“, ¿verdad?
-¡…! -Mónica quedó atónita. Exactamente eso tenía en mente.
-Hum. -Miguel soltó un bufido-. Un niño que ni ha nacido aún… ¿tú crees que a mí me importa?
Antes que esa criatura, me importa mucho más Alejandro, que ya es un hombre hecho y derecho. Y además, Luciana lleva uno en su vientre.
-Sabes, te sugiero que te deshagas de eso que llevas dentro. Si no puedes hacerlo tú, no me esperes a mí, porque no seré nada delicado.
Tras esas duras palabras, Miguel no los miró más. Su voz sonó clara y fría:
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-Felipe.
-Aquí estoy.
Felipe levantó la mano, y los hombres de negro arrastraron a los tres Herrera de vuelta al
coche. (1
En un abrir y cerrar de ojos, desaparecieron en la noche.
El lugar quedó en silencio.
La brisa nocturna era fresca, Miguel sostenía su taza de té, entrecerrando sus ojos cansados.
-Felipe, ¿qué opinas? A mi edad, seguir cometiendo estas fechorías… ¿Qué tal si la Virgen no quiere recibirme allá arriba? ¿A quién le reclamo?
-No diga eso, señor. -Felipe sonrió-. Usted lo hace por gratitud hacia la señorita Lucy, protegiendo a su hija Luciana. Eso es un acto de bondad, no de maldad.
-Tch. -Miguel movió la cabeza con una leve risa-. Lenguaraz.
Pero en el fondo sabía que no era solo por gratitud hacia Lucy. Era un hombre con intereses personales, un ser humano común.
Elegir a Luciana era, en gran parte, por el bien de Alejandro.
-Volvamos adentro. -Miguel ajustó la manta sobre sus piernas. Debo descansar. Aún tengo que lidiar con Alejandro, que seguramente me reclamará.
-Sí, señor. -respondió Felipe con cortesía.
***
De regreso en la casa de los Herrera, los tres miembros de la familia intercambiaron miradas por un buen rato, sin lograr reponerse del todo.
Clara, con el rostro hinchado como un pan, aplicaba una compresa de hielo había preparado, sin atreverse a preguntar nada.
que
la sirvienta
-¿Qué hacemos ahora? -preguntó Clara, la voz pastosa, aún aterrada.
Ricardo miró a Mónica.
-¿Qué quieres que hagamos? Mónica, mejor olvídalo.
La familia Guzmán no es cualquier cosa.
-No.
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Mónica negó sin pensarlo dos veces.
-¿Cómo voy a rendirme ahora que llegué tan lejos? Me falta tan poco, ¡tan poco!
No estaba dispuesta a ceder.
-El señor Miguel es muy dominante y no podemos contra él, pero Alejandro sí que podría defendernos propuso Mónica.
-¡Estupideces!
Ricardo estalló, golpeando la mesa.
-¿No oíste lo que dijo su abuelo? ¿Quieres arrastrar a toda la familia a la ruina por tu capricho?
Mónica se quedó callada, y de pronto se tapó el rostro, rompiendo en llanto:
-¡No quiero perder a Alex! ¡Lo amo de verdad…! 2
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