Capítulo 304
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Enseguida captó que el abuelo no estaba bromeando. Sus sienes comenzaron a latir con fuerza.
Frunciendo el ceño, su voz se elevó, evidenciando enojo y reproche:
-¿Qué le hiciste a Mónica?
-Hum. -Miguel dejó escapar un bufido, irritado-: Alejandro, cómo has crecido. Desde que apareció esa Mónica, no has hecho más que ofenderme, incluso tuve que ser ingresado varias veces al hospital. ¿Quieres matarme de un disgusto?
Sus ojos destellaron con dureza.
-Crié a un desagradecido… ¡vaya castigo para mí!
Alejandro apretó los labios. Esa acusación era demasiado dura y no podía aceptarla así como así. Pero, viéndolo desde otro ángulo, sí, todo comenzó a torcerse cuando se involucró con
Mónica… 1
-Abuelo -murmuró, masajeándose el entrecejo—. Mónica está embarazada, y tú lo sabes. Yo crecí sin padre ni madre, no quiero que mi hijo pase por lo mismo que pasé yo.
Miguel se quedó pensando un instante. Así que era eso. Su infancia traumática había dejado en Alejandro una marca imborrable.
Sin embargo, el anciano no podía entender por qué se aferraba a Mónica.
-¿Y Luciana? —cuestionó con voz firme-. ¿El hijo de Luciana no merece compasión?
—Luciana…
Alejandro se quedó callado.
No quería confesar que el bebé de Luciana no era suyo. El abuelo la quería tanto… Si se enteraba de la verdad, ¿quién sabía cómo reaccionaría?
Antes de que pudiera decir algo, Miguel continuó:
-Además, ¿crees que lo hago solo por el niño?
Bebió un sorbo de la sopa, imperturbable:
-Si yo fuera alguien que solo valora la sangre y el linaje, ¿tú crees que estarías tan cómodo en la presidencia del Grupo Guzmán?
Aquella afirmación sacudió a Alejandro.
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Capítulo 304
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-Alex–dijo Miguel, dando suaves golpecitos a la mesa con un dedo-. Cuando te protegí en el pasado, lo hice por las mismas razones por las que hoy quiero a Luciana dentro de la familia. Por la persona que es, no por su sangre.
Los ojos de Alejandro se abrieron con sorpresa. Imágenes del pasado desfilaron por su mente a toda velocidad.
-Mira, Alex–Miguel entornó la mirada, con ese aire de sabiduría mezclado con severidad—. Aún estoy vivo, ¿no crees que sería estúpido de mi parte ver cómo cometes un error y no detenerte?
Si quieres que Mónica siga viviendo tranquila, ya sabes cuál es tu elección.
Por supuesto que Alejandro entendía.
Si la familia Herrera había sido asustada solo con la presencia de Miguel, él sabía muy bien de lo que su abuelo era capaz. En aquella época, su crueldad le había valido el apodo de “El Ángel de la Muerte Guzmán” en ciertos círculos. Cuando Miguel afirmaba algo, no era una amenaza vacía. Era una promesa que se cumplía sin titubeos.
-Abuelo… La voz de Alejandro temblaba entre sorpresa y dolor, su rostro apuesto se tornaba sombrío, cargado de una tensión insoportable-. Obligarme de esta manera…
Pero era como si Miguel no lo escuchara. Señaló la mesa con un ademán tranquilo.
-Si todavía tienes apetito, siéntate a comer. Si no, puedes marcharte.
No le concedía ninguna ocasión para suplicar ni retroceder. Ni un respiro. Ni un mísero espacio para negociar.
Un segundo, dos segundos.
Alejandro guardó silencio. De pronto, se giró y caminó hacia la salida.
¿Se iba?
Pues bien, no era sorpresa.
Miguel continuó bebiendo su sopa con serenidad, una ligera sonrisa asomando en sus labios.
-Alex.
Alejandro se detuvo, mirando por encima del hombro.
Escuchó la voz pausada de Miguel:
-Luciana regresará en dos días. No le vayas a poner mala cara, trátala bien. El abuelo no puede ayudarte más que hasta aquí.
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Capítulo 304
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Lo que realmente sobresaltó a Alejandro fue:
-¿Dijiste que Luciana va a volver?
¿Eso cómo podía ser?
-Sí. -Miguel asintió. Espera mi aviso. Tú la alejaste, así que también eres tú quien la va a traer de vuelta.
Alejandro seguía incrédulo. ¿Cómo era posible?
Su abuelo hablaba como si fuera un hecho irrefutable.
Luciana… ¿por qué habría de aceptar? Ella misma había dicho que si no era un “cien por ciento” bueno, no lo quería. Ni siquiera aceptaba el bien que él intentaba darle, ¿ahora iba a ceder?
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