Capítulo 306
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Luciana dejó escapar una risilla seca. ¡Vaya! ¿Desde cuándo Mónica, la altiva y presumida, se mostraba tan humilde con ella? Debía amar mucho a Alejandro para llegar a esto.
Con un brillo pícaro en sus ojos almendrados, Luciana apenas dejó asomar una sonrisa burlona. Con voz tranquila, respondió:
-Ahora voy
al Sanatorio Cerro Verde.
Dicho esto, colgó de inmediato.
Si Mónica estaba tan ansiosa por verla, seguro que iría hasta allá. Luciana entrecerró los ojos, imaginando el encuentro que se avecinaba. Por alguna razón, la idea le provocaba una sutil y emocionante expectativa.
Al salir de la Universidad de Ciudad Muonio, Luciana tomó el autobús rumbo al sanatorio.
Una vez allí, empujó la puerta de la habitación y, sin sorpresa alguna, se encontró con Ricardo.
Él había llegado apenas instantes antes que ella, todavía sostenía la bolsa de compras que ni siquiera había alcanzado a dejar en el suelo. Al verla, parpadeó con incomodidad y se ajustó nervioso las gafas.
-Luciana… también viniste.
Ella asintió con la cabeza, como única respuesta. Ricardo se sintió un poco sorprendido; pensó que Luciana lo ignoraría por completo. Que solo lo tratara con frialdad ya era mejor de lo que esperaba.
Sin embargo, Pedro no estaba a la vista.
-¿Y Pedro? -preguntó Ricardo, dejando la bolsa en una mesita-. Acabo de enterarme de que le cambiaste de habitación. Está muy bien…
-Pedro está en clase–respondió Luciana sin dar más detalles.
Mientras tanto, ella se acercó a la bolsa plástica y empezó a revisarla con curiosidad.
-Vaya… -murmuró con una sonrisa burlona, alzando la mirada hacia Ricardo-. ¿Esta vez no trajiste ningún sobre con dinero? Meter fajos de billetes en un sobre era casi tu costumbre, ¿ no? ¿Cómo es que ahora no mantuviste tan “buena” práctica?
-…-Ricardo quedó sin habla, perplejo.
-¿Te acobardaste porque me negué a lo de la donación de hígado? ¿Preferiste no gastar más en mí?
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Capítulo 306
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-N–no, no es eso–balbuceó Ricardo, con el rostro pálido-. Pensé que no querrías aceptarlo, no es que no estuviera dispuesto…
—-
-Jajaja… Luciana soltó una carcajada-. ¿Por qué te pones tan nervioso? Solo estoy bromeando.
Ricardo se quedó callado, sin saber cómo reaccionar. Era como si no pudiera comprender a su propia hija.
-Bueno, verás… -prosiguió Luciana, sacando poco a poco lo que había en la bolsa-. Puesto que Pedro va a ingresar al Instituto Wells, pedí clases adicionales aquí en el sanatorio.
Lo más probable es que ella no pudiera acompañarlo cuando fuera el momento de trasladarse al instituto, así que Pedro necesitaba reforzar sus habilidades de autonomía. Por eso, Luciana había decidido posponer su partida hasta fin de año.
—Sí, es lo correcto -asintió Ricardo de inmediato. Yo puedo encargarme de los gastos.
Prometer dinero de palabra era muy fácil. Incluso si hablara en serio, Luciana sabía que él solo lo hacía por conveniencia, para asegurarse un donante. Si antes ya no confiaba en sus buenas intenciones, ahora menos aún.
-Toma asiento y espera un poco. A Pedro todavía le falta un rato para terminar la clase. Dado que viniste, al menos quédate a saludarlo, ¿no crees?
—Sí… sí, claro.
Luciana calculó la hora y dedujo que Pedro terminaría pronto. En ese momento, su celular vibró en el bolsillo.
Era un mensaje de Mónica:
[Ya llegué, iré a la habitación de inmediato. ¿Hablamos ahí?]
Luciana leyó con indiferencia y respondió con brevedad:
[De acuerdo.]
Tras enviar el mensaje, guardó el teléfono con expresión inmutable.
Con un gesto sereno, le indicó a Ricardo la bandeja de fresas sobre la mesa:
-A Pedro le encantan las fresas. ¿Podrías lavarlas, por favor?
-Eh… sí, claro. -Ricardo se apresuró a tomar la bandeja y se encaminó al baño a lavarlas.
La ventaja de esa habitación privada era tener un baño independiente. Mientras el ruido del agua comenzaba a escucharse, llegó un golpeteo a la puerta.
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Capítulo 306
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-Adelante–respondió Luciana con voz tranquila.
La visitante era Mónica.
-Ya estás aquí.
Luciana seguía sentada en el sillón, con aire despreocupado. Señaló una butaca de mimbre-. Toma asiento.
Mónica obedeció y se sentó en el lugar indicado, dándole la espalda a la puerta del baño, de modo que no podía ver lo que ocurría dentro.
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