Capítulo 310
-No hables así, abuelo… -Al recordarle el expediente que leyó, los ojos de Luciana se humedecieron-. Vas a vivir mucho tiempo. Tienes que verme convertida en la mejor cirujana, y también ver a Pedro triunfar cuando regrese del instituto.
-Sí, sí, claro. Miguel sonrió—. No llores. Haré mi mayor esfuerzo para quedarme aquí el mayor tiempo posible.
***
Justo cuando Alejandro estaba hasta el cuello de trabajo, recibió la llamada de Miguel.
-Abuelo, ¿qué sucede?
-Hoy irás por Luciana -respondió Miguel, directo al grano-. Ella no está en condiciones de cargar cosas, así que asegúrate de ayudarla a empacar, no la dejes mover nada.
¿En serio?
Aunque Miguel ya se lo había adelantado una vez, a Alejandro todavía le costaba creer que
realmente fuera a suceder.
-Entonces… ¿Luciana aceptó volver?
-¡Pues claro! —contestó Miguel, con un bufido de impaciencia—. Ya la conoces, si no quisiera, ¿qué íbamos a hacer? ¿Amarrarla y traerla a la fuerza?
Era lógico; precisamente por eso el asunto resultaba más extraño. ¿Qué habría ocurrido para que Luciana cambiara de opinión?
***
Alrededor de las dos de la tarde, Luciana recibió la llamada de Alejandro.
-Soy yo.
Luciana, sosteniendo el teléfono mientras se asomaba a la ventana, pudo ver el auto de Alejandro estacionado abajo.
-Ya lo sé.
-Subo entonces, ¿te parece bien?
-Sí, no hay problema.
Martina había ido a la biblioteca y aún no volvía, así que ella estaba sola.
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-Enseguida voy.
-De acuerdo.
Colgaron sin mencionar nada acerca de ese “reencuentro“, como si ambos supieran que Miguel había tenido mucho que ver. Puesto que no parecía posible negarse, hablarlo abiertamente solo añadiría incomodidad.
Se oyó llamar a la puerta y Luciana fue a abrir. Al verse frente a frente, los dos se sintieron un tanto incómodos, casi como si, pese a haber coincidido hacía un par de días, hubiese transcurrido muchísimo tiempo. Había cierta extrañeza, algo de distancia.
Alejandro habló primero para romper el silencio:
-Vine para empacar tus cosas. Tú no te muevas, solo dime dónde están.
-Ajá, de acuerdo.
Luciana no discutió. Llevaba poco tiempo viviendo ahí, así que su equipaje seguía prácticamente organizado, solo necesitaba recoger libros de repaso para sus exámenes y algunas cosas personales. La mayoría de la ropa que había estado usando eran prendas nuevas y sencillas, de esas conseguidas en rebajas y mercados callejeros, así que no llevaba mucho que
empacar.
Al acabar, Luciana estiró la mano para intentar cargar una de las maletas, pero Alejandro se interpuso de nuevo.
-No hace falta, déjamelo a mí.
-… Entendido.
Observando cómo él iba y venía, moviendo cajas y bolsas, Luciana pensó que había algo distinto en él. Tal vez solo era su impresión.
Llegaron en silencio a la Casa Guzmán. Felipe salió a recibirlos, con una sonrisa radiante.
¡Señor Alejandro, señora Luciana, bienvenidos!
Ya en el segundo piso, entraron a lo que había sido su habitación.
-Siguiendo las órdenes del señor Miguel, cambiamos todos los muebles, así como las cortinas y las alfombras -anunció Felipe-. Hasta pintamos de nuevo las paredes, con materiales cien por ciento naturales e inofensivos, para que la señora Luciana y el bebé no corran riesgos.
El cuarto era irreconocible, sin ningún rastro de la decoración masculina anterior.
Alejandro, callado, se mantuvo a un lado, mientras Luciana lo miraba de reojo.
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-¿Te sientes raro? -le preguntó en voz baja.
-¿Eh? -Él salió de su ensimismamiento y negó-. No. Mientras te guste a ti, a mí no me
molesta.
-El único inconveniente es que el tocador quedó un poco pequeño -siguió hablando Felipe, entusiasmado-. Como no teníamos mucho tiempo, no fue posible agrandarlo. Y para hacerlo habría que hacer obras, lo cual no me parece buena idea con la señora Luciana embarazada… Tal vez una vez que nazca el bebé…
Luciana apenas puso atención a las palabras de Felipe. Estaba más pendiente de la expresión de Alejandro. De pronto, sintió un leve nudo en el pecho. Se dio cuenta de que este papel de <<< salvadora>> -en el que Miguel la había colocado-, no iba a ser nada sencillo de desempeñar.
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