Capítulo 312
Capítulo 312
-Si Luciana disfruta tanto de lo ácido, seguramente lo que lleva en el vientre es un varón. ¡El señor Miguel va a ponerse feliz!
Después, Amy se dirigió directamente a Alejandro:
-Señor Alejandro, ¿qué prefiere usted, un niño o una niña?
”
La pregunta lo tomó por sorpresa, y su mente voló hacia el recuerdo de Mónica y el bebé que ella esperaba. Desde que regresó de Canadá y tras los problemas familiares, llevaba días sin saber nada de ella. ¿Cómo estarían ella y ese hijo? De pronto, sintió una oleada de irritación. Se puso de pie con brusquedad, alejando la silla.
Luciana lo observó en silencio, intentando interpretar la reacción que acababa de tener.
-¿Señor Alejandro? -preguntó Amy, un tanto desconcertada-. ¿Se va ya?
-Sí, debo salir un momento.
Alejandro dirigió a Luciana una mirada breve, con su habitual tono de voz serio:
-Termina de comer. Esta noche tengo una reunión y no sé a qué hora vaya a acabar. No me esperes, descansa temprano.
Antes de que ella pudiera responder, él ya se había dado la vuelta y marchado.
-De acuerdo… -La palabra se atoró en la garganta de Luciana, igual que sus sentimientos.
<<Miguel me encomendó la misión… ¿de verdad podré cumplirla?», pensó con un suspiro.
***
En la Macroplaza, Jacobo observaba a Alejandro, que no había parado de beber desde que llegó. Sin intentar siquiera disuadirlo, sacudió la cabeza con resignación.
-Tu esposa regresó a casa y aun así luces hecho polvo. ¿No se supone què ella te gusta mucho?
Así era. Le gustaba mucho, pero…
Alejandro eructó ligeramente a causa del alcohol y dejó la copa en la mesa.
-Voy al baño…
Pero en realidad, salió a fumar.
Los que se quedaron se miraron entre sí, con gestos de preocupación.
-Él es demasiado estricto consigo mismo -murmuró Jacobo.
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Capítulo 312
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-Claramente se debe a sus traumas de la infancia agregó Jael, con un tono de certeza.
Se decía que, desde muy pequeño, el señor Alejandro Guzmán fue abandonado por su padre, y que su madre murió por culpa de ese hombre. Los detalles se habían perdido con el tiempo; todos eran muy jóvenes cuando ocurrió y no conocían la historia completa. Pero sabían que, para Alejandro, aquello había marcado un antes y un después: no soportaba ver cómo alguien << abandonaba a su familia».
Salvador suspiró con melancolía:
-Mónica se aprovechó de ese talón de Aquiles. Lo tiene atrapado.
Aquello representaba la espina más profunda de Alejandro, una herida que, de momento, parecía imposible de sanar.
***
Ya era de madrugada cuando Alejandro regresó a casa.
Desde que Luciana quedó embarazada, su sueño se había vuelto tan ligero que apenas él abrió la puerta, ella se despertó.
Al verlo dirigirse al vestidor, Luciana notó de inmediato el fuerte olor a alcohol que despedía
su ropa.
Frunció el ceño. ¿Acaso había salido a ahogar sus penas en bebida?
El sonido del agua en la ducha confirmó que Alejandro se estaba bañando. Al cabo de unos minutos, volvió al dormitorio procurando no hacer ruido, recordando que Luciana descansaba. Al menos no parecía tan ebrio como para olvidar sus modales.
Pero al levantar la colcha para acostarse, se quedó inmóvil por un instante. Había dos cobijas en la cama: una para Luciana, quien ya estaba acostada de espaldas a él, y otra individual, destinada a él.
Con el ceño fruncido, se quedó de pie un buen rato sin saber qué hacer. Al notarlo, Luciana habló con un tono impaciente:
-¿Por qué no te acuestas?
Era imposible conciliar el sueño si alguien permanecía parado a su lado, tan silencioso y tenso.
-La cobija… -murmuró Alejandro, como si solo pudiese pronunciar esas dos palabras.
-¿Qué pasa con ella? -Luciana esbozó una pequeña sonrisa—. Supuse que no querrías compartir la misma, y además, considerando mi embarazo, cada quien con su manta. ¿No es lo mejor?
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<<¿Lo mejor?>>
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En su mente, Alejandro se preguntaba qué tenía de bueno aquello. ¿Cómo podía ella saber que él no deseaba dormir a su lado? Una sensación de agobio lo invadió, como si todo el alcohol que bebió aquella noche no hubiera servido para nada.
Sin embargo, si ésa era la voluntad de Luciana, ¿qué más podía hacer él?
Con un suspiro casi imperceptible, se metió bajo su propia cobija y apagó la lámpara de la mesita de noche.
La habitación quedó inmersa en la penumbra y el silencio no tardó en apoderarse del lugar.
Ahí estaban los dos, en la misma cama y, a la vez, tan separados que entre ellos cabía perfectamente una persona más.
Luciana apretó los puños en silencio.
Estaban físicamente tan cerca, pero emocionalmente a kilómetros de distancia.
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