Capítulo 313
En la casa de los Herrera…
Alrededor de la mesa, Ricardo dejó a un lado sus cubiertos y se limpió la boca con la servilleta. Con una mirada seria, se dirigió a Mónica:
-A las tres de la tarde, puntual en el Hospital UCM. Ni se te ocurra llegar tarde.
Mónica no respondió, mientras Clara miraba de reojo a su hija y asentía con una sonrisa fingida:
-Mónica ya escuchó, la acompañaré yo, no nos atrasaremos.
-Hum.
Con una fría carcajada, Ricardo arrojó la servilleta y salió de la habitación.
-Mamá… -Mónica apretó el brazo de Clara con gesto nervioso-. ¿De verdad tengo que donar parte de mi hígado?
-Tranquila.
Clara frunció el ceño y le dio unas palmaditas a la mano de su hija.
-¿Crees que el trasplante es tan simple? Primero deben hacernos un examen para ver si hay compatibilidad. Que seas su hija no garantiza nada, ¿entiendes?
-Sí, pero… -Mónica no podía esconder su inquietud. El médico había mencionado que la probabilidad de un buen cruce genético entre padre e hija era bastante alta. Y si llegaba a ser compatible, ¿qué otra alternativa quedaría? ¡No era hija única! ¿Por qué tenía que ser ella?
-Por cierto…
Clara recordó otro detalle y posó la mirada en el vientre de Mónica.
-Aunque sea falso, el señor Miguel no lo sabe. Tendremos que conseguir un informe médico para simularlo…
Miguel había advertido que, si no resolvían el asunto, él mismo intervendría. Y si se enteraba de que el embarazo de Mónica era inventado… ¡Dios sabía de qué sería capaz contra ellos!
A estas alturas, Mónica ya no encontraba salida. Desde el incidente que organizó Luciana en el sanatorio, ella no se atrevía a contactar a Alejandro, y él tampoco la había buscado. Todo indicaba que solo le quedaba “resignarse“. Pero, ¡qué impotencia sentía!
-Mamá, ¿de verdad no tenemos otra opción?
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Capítulo 313
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Clara suspiró con resignación:
-Si existiera alguna posibilidad, créeme que también lo lamentaría. Pero así están las cosas…
Madre e hija se quedaron en silencio, sumidas en sus pensamientos.
Esa tarde, a las dos y media, Clara acompañó a Mónica al hospital anexo. Para prevenir el tráfico, salieron con tiempo y llegaron media hora antes de la cita.
-Mónica, siéntate aquí mientras voy a comprar agua -le indicó Clara, señalando las bancas de la sala de espera-. No te muevas, si tu padre llega y no te ve, se pondrá furioso.
-Está bien… -Mónica frunció el ceño con impaciencia.
Desde aquel montaje donde Luciana la había puesto en evidencia, Ricardo ya no la miraba como antes. Estos días había estado discutiendo casi a diario, ya fuera con su padre o con su
madre.
Mónica escogió el extremo de la banca, cerca de la pared. Era un lugar tranquilo, pero seguía frente a la entrada principal para que Ricardo la viera apenas llegara. Sin embargo, alguien le tocó el hombro sorpresivamente:
-Mónica…
-¿Eh? -Mónica, extrañada, giró la cabeza para ver quién era. No tuvo tiempo. Una mano apareció por detrás empuñando un paño que cubrió su nariz y boca en cuestión de segundos.
-Mmm…
Emitió un débil quejido y perdió el conocimiento, desplomándose de lado. Un brazo la sostuvo con habilidad…
Cinco minutos después, cuando Clara y Ricardo regresaron, el asiento estaba vacío. No había ni rastro de Mónica.
-¿Y dónde está nuestra encantadora hija? -soltó Ricardo con un bufido irónico, mirando a Clara con desdén.
-Yo… no lo sé. -Clara estaba aturdida, negando con la cabeza.
Era cierto que había salido un momento a comprar agua y, antes de irse, le había advertido a Mónica que no se moviera de ahí.
-Tal vez se aburrió de esperar y se dio una vuelta…
-¡Llámala!
Ricardo alzó la voz con brusquedad, haciendo que Clara diera un respingo. Con una mano sobre
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Capitulo 313
el pecho, ella respondió:
—Sí, sí, ahora mismo la llamo.
Sacó el celular con torpeza y marcó el número de Mónica. Pero solo escuchó la voz monótona de la operadora: «El número que usted marcó se encuentra apagado».
-¿Apagado? —Ricardo entrecerró los ojos—. Seguro lo hace a propósito.
-¡Claro que no! –Clara negó varias veces—. Mónica no es así. Tal vez se le acabó la batería, quién sabe…
-¡Basta!