Capítulo 314
La sola idea de escucharla lo irritaba. Con una mirada de fastidio, Ricardo la interrumpió.
-¡Crie a una ingrata!
-No, debe de haber algún malentendido… -intentó protestar Clara, pero él no le prestó atención, se dio media vuelta y se marchó con pasos fuertes y pesados.
Clara, entre molesta y angustiada, se quedó plantada allí y se preguntó con furia:
-¡Todos vienen a cobrarme deudas! ¿Qué le pasa a Mónica ahora?
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Cuando Mónica volvió en sí, la envolvía una completa oscuridad. Quiso pedir ayuda, pero tenía la boca sellada con cinta adhesiva.
-Mmm… mmm…
Solo podía emitir esos sonidos ahogados desde su garganta.
¡La habían secuestrado de nuevo!
¿Por qué?
¿Sería obra de Miguel otra vez?
Pero… esta vez ella no había desafiado sus condiciones. Había dejado de buscar a Alejandro. ¿ Qué más querría el anciano?
-Mmm… ¡mmm…!
Descubrió que la tenían amarrada a una silla. En un intento desesperado por soltarse, Mónica se tambaleó y terminó cayendo al suelo junto con la silla, produciendo un estrépito que retumbó en el silencio. 1
El golpe le nubló la vista y le arrancó lágrimas de puro dolor.
Al parecer, el escándalo atrajo la atención de alguien. De pronto se abrió una puerta y entró un poco de luz.
Mónica alcanzó a distinguir un espacio que parecía un almacén: estaba bastante ordenado y limpio, así que probablemente no estaba abandonado. A lo lejos, le pareció oír las olas, como si se encontrara cerca de la costa. ¿Estaría en la bodega de un barco?
-¡Dios mío! -exclamó la persona que acababa de entrar, sorprendiéndose al ver a Mónica tirada en el piso. Se apresuró a acercarse para levantarla—. ¡Mujer, qué susto! ¿Cómo te caíste?
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Capítulo 314
No puedes lastimarte. ¿No sabes lo valioso que es tu estado?
Mónica no entendía qué querían decir con eso.
¿Habría caído en manos de traficantes de órganos? ¿Eran tan osados como para secuestrar gente directamente en un hospital? Pero no, algo no encajaba. Ella recordaba que la habían llamado por su nombre. Es decir, iban por ella específicamente.
-Mmm… mmm…
Mónica se sentía aterrada y desesperada, incapaz de comunicarse.
-¡No te muevas!
Los dos tipos que habían entrado al cuarto se molestaron ante los forcejeos de Mónica y la
amenazaron:
-¡Ni se te ocurra hacer escándalo! Ten cuidado con lo que llevas en el vientre, porque vale una
fortuna.
«¿Qué?»
Mónica se quedó paralizada, completamente aturdida. ¿A qué se referían con que «eso» en su barriga valía tanto dinero?
Fuera lo que fuera, resultaba evidente que la habían secuestrado porque creían que estaba embarazada.
El problema era que, en realidad, no lo estaba.
–
-¡Mmm… mmm!
Intentó moverse con mayor intensidad, señalándoles que querían hablar, que se estaban equivocando.
-¿Eh? ¿No entiendes que te pedimos no moverte? -gritó uno de los hombres, notablemente irritado. ¡Como te hagas daño o lastimes al bebé, arruinas nuestro negocio!
<<¿Negocio?»>
El estómago de Mónica se contrajo de miedo.
Se tranquilizó un poco, pensando que si descubrían que todo era mentira, tal vez la dejarían ir.
Volvió a forcejear, sacudiendo la cabeza. (1
-Oye comentó el hombre más delgado-, parece que quiere decir algo.
-¿Y si le quitamos la cinta? -protestó el más robusto-. ¿No temes que grite?
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-Bah, si se pone a gritar, la volvemos a amordazar. Además, ni siquiera estamos desatándola.
Ante ese razonamiento, el tipo fornido cedió. Tampoco querían que Mónica siguiera forcejeando y se lastimara de verdad, poniendo en peligro «al bebé».
-Está bien.
El más delgado jaló con brusquedad la cinta adhesiva que cubría la boca de Mónica.
-¡Señores! -soltó ella apenas pudo respirar. Tragó saliva con rapidez-. Ustedes dijeron que
lo que traigo en mi vientre vale mucho. ¿Están buscando a mi supuesto bebé?
Ambos hombres se miraron. El flaco asintió con la cabeza:
—Ahora que lo sabes, compórtate. No planeamos hacerte daño.
—No… no… —Mónica negó con insistencia, con el corazón a punto de salírsele del pecho-. Hay algo que no entienden: ¡yo no estoy embarazada!