Capítulo 315
Los dos secuestradores se quedaron en silencio unos dos segundos.
-¡Imposible! -espetó el flaco, poniéndose de pie de un salto. ¡Eso no puede ser!
-¡Lo juro! -Mónica empezó a hablar atropelladamente. ¿Para qué mentiría, sabiendo que estoy en sus manos? ¡Es cierto que le dije a Alejandro Guzmán que esperaba un hijo suyo, pero solo lo hice para evitar que me dejara! Fue una mentira… ¡nunca existió ningún bebé!
-¿Qué? -Los hombres se miraron con gesto de incredulidad y frustración.
-¿Estás tratando de engañarnos para escapar, eh? —gruñó el más robusto.
-¡No es mentira! -replicó Mónica, al borde del llanto-. Si tienen dudas, llévenme a un hospital de inmediato. Una simple prueba de sangre lo demostraría en un segundo. 1
Esa propuesta tomó por sorpresa a ambos. Durante unos instantes, no supieron cómo
reaccionar.
El hombre robusto murmuró:
-Esta tipa no parece estar mintiendo.
Su compañero, el flacucho, frunció el ceño en silencio, sumido en un conflicto interno.
-Así es continuó Mónica, aprovechando la reacción-. Ustedes buscan a un bebé, pero yo no estoy embarazada. ¿No se han esforzado para nada? ¿No temen que, con todo este alboroto, su “cliente” se enoje al saber que aquí no hay nada?
Ese comentario dio en el clavo. El delgado apretó los dientes, frustrado, y decidió:
-¡Nos la llevamos al hospital!
-Sí, de acuerdo -respondió el más robusto.
Se volvió hacia Mónica, apuntándola con el dedo:
—¡Más te vale portarte bien! Si no hay ningún bebé, te soltaremos. Pero como intentes algún
truco, ni creas que podrás contra nosotros. ¡Estamos dispuestos a todo!
Mónica sintió un escalofrío y asintió con la cabeza sin dudar.
-Lo comprendo -susurró.
¿Cómo enfrentarse a dos tipos así de violentos? 1
-¡Vámonos!
1/2
Capítulo 315
+25 BONUS
El grandote la agarró con brusquedad y la sacó del almacén, metiéndola en una vieja camioneta color negro. Para verificar si realmente estaba embarazada, no necesitaban un gran hospital, y tampoco deseaban llamar la atención. Así que condujeron hasta una pequeña clínica privada.
No había mucha gente por ahí, y aunque resultaba sospechoso que dos hombres llevaran a una joven a la fuerza, nadie se metía en asuntos ajenos. Fueron al consultorio, pidieron un análisis rápido de sangre. En treinta minutos estuvo la prueba y, en efecto, salió negativa: Mónica no estaba embarazada.
-¡Carajo!
Ambos soltaron una grosería al unísono, molestos por haber perdido el tiempo. ¿Qué cara pondría su “cliente” al enterarse?
El robusto miró con preocupación a su compañero:
-¿Y ahora qué hacemos con ella?
El delgado, rascándose la cabeza con fastidio, soltó:
-No hay nada que podamos hacer. Sin bebé, no hay negocio. Y no quiero que esto se complique más. Nos la llevamos y la tiramos en algún sitio, ¡listo!
-Está bien.
De nuevo, Mónica fue empujada dentro de la camioneta.
-¿No me iban a soltar? -se atrevió a preguntar-. Ahora que saben que no les sirvo para
—
-Tranquila, te soltaremos dijo el flaco con una risa burlona—. Pero nosotros decidimos cuándo y dónde.
Acto seguido, levantó el brazo y, con un golpe certero en la nuca, la dejó inconsciente.
nada
Para cuando Mónica recobró el sentido, continuaba en el vehículo. Por la ventanilla se divisaba una carretera que no reconocía, parecía una autopista.
2/2