Capítulo 317
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Para Fernando, solo era hacer una llamada; no era nada del otro mundo. Si ellos no querían o no podían dar explicaciones, no insistiría. Asintió y sacó su teléfono para marcar el número de Alejandro.
***
A esa hora, Alejandro y Luciana se encontraban en el hospital para visitar a Miguel. Felipe también estaba presente, mientras Miguel hojeaba un calendario, debatiendo algo en voz baja con él.
Cuando la pareja llegó, Miguel alzó una mano para llamar su atención.
que
-Justo a tiempo. Estábamos repasando las fechas. Felipe ya consultó y, según lo hemos visto, la boda podría ser el día 9 del mes que viene.
La expresión de Luciana se congeló por un instante; sus ojos almendrados se abrieron con
sorpresa.
Alejandro no dijo nada, pero frunció ligeramente el ceño. ¿El 9 del próximo mes? Eso significaba apenas dos semanas.
-¿Tan pronto? -repitió Luciana, un tanto contrariada.
-¿Pronto? -Miguel y Felipe intercambiaron una sonrisa-. ¡No lo es tanto! Hemos tenido tiempo más que suficiente para preparar todo, y aún quedan dos semanas. No te preocupes, todo saldrá bien.
Miguel entregó el calendario a Felipe y echó un vistazo al vientre de Luciana.
-Aprovecharemos que mi bisnieto todavía no se nota demasiado. Si esperamos más, ese pequeñín ya va a empezar a hacerse notar.
Luciana tragó saliva. Aquella era una razón bastante contundente.
—Ni creas que lo hago solo por el bebé -continuó Miguel, suavizando el tono-. Una boda implica mucha actividad, y con un embarazo avanzado sería muy agotador para ti.
Llegada a ese punto, ¿qué más podía hacer Luciana sino asentir?
-Está bien, haré lo que usted diga, abuelo.
-Eres la más comprensiva. -Miguel mostraba un gozo evidente y enseguida le habló a Felipe –. Pon manos a la obra con los preparativos.
-Descuide, señor -respondió Felipe con seguridad.
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Miguel suspiró entonces, con algo de pesar.
-A causa de mi salud, la boda tendrá que ser en Muonio. Y en cuanto a la luna de miel… bueno, querida, entiendo que no estás en condiciones de viajar justo ahora. Cuando el pequeñín nazca, tú y Alex podrán pasear a gusto, ¿te parece?
-Claro, abuelo, no me siento en absoluto decepcionada. -Luciana sonrió, aunque en su interior algo la inquietaba.
Fue inevitable levantar la mirada hacia Alejandro. Desde que habían llegado, él no había dicho prácticamente nada. O, mejor dicho, desde que Luciana había regresado, él mostraba ese comportamiento, como si viviera en una resignación callada.
Miguel también lo notó, pero prefirió no comentar delante de Luciana.
-Alex, ¿por qué tan callado?
Alejandro al fin rompió su silencio:
Estoy igual que Luciana, haremos lo que
usted disponga.
-Excelente -respondió Miguel con un leve resoplido casi imperceptible-. Me alegra oírlo.
Con las cosas ya aclaradas, el anciano dio por terminada la conversación y los despidió. Al bajar en el ascensor y acercarse al auto, el teléfono de Alejandro empezó a sonar.
-¿Fernando? -murmuró al ver quién llamaba. Con el ceño fruncido, contestó. Señor Domínguez…
-Señor Guzmán.
Fernando no estaba de humor para saludos formales y fue directo al grano:
-Secuestraron a Mónica y ahora está en el hospital. Yo la encontré tirada en la autopista y la
llevé a la sala de urgencias. Desconozco la gravedad de sus heridas…
Antes de que terminara, el rostro de Alejandro se tornó sombrío. 1
¡Secuestrada! ¡En urgencias!
-Voy para allá de inmediato. Gracias.
-¿Qué sucede?
Luciana se percató del gesto alterado de Alejandro. Era raro verlo tan desconcertado.
-Luciana…
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No tenía tiempo de darle explicaciones; necesitaba marcharse.
-Le pediré a Simón que te lleve a casa.
-¡Espera!
Luciana captó al instante a quién pretendía ver. Lo sujeto de la muñeca para impedirle salir:
—¿Vas a ver a Mónica?
Tras un breve silencio, Alejandro asintió. Así era.
Sin soltarlo, Luciana insistió:
-¿Y si no te dejo ir?
-¿Qué…?
-Te estoy diciendo que no te vayas, que regreses a casa conmigo -remarcó cada palabra con lentitud y firmeza.
ly
Alejandro se quedó estático por dos segundos. Luego, con cierta brusquedad, apartó la mano de Luciana. 9
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