Capítulo 320
Una vez en el estudio, se recargó en el sillón y encendió un cigarro.
Enseguida el humo lo envolvió, difuminando sus facciones en la penumbra.
Cuanto más pensaba, más inquietud sentía.
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A las tres de la madrugada:
Simón miró por el retrovisor hacia Luciana, quien iba sentada en el asiento trasero:
-Luciana, ¿seguimos dando vueltas?
En realidad, lo que habían estado haciendo era conducir sin rumbo.
Apoyada contra la ventanilla, Luciana se sumía en sus pensamientos, sin una idea clara.
-Tal vez… Simón se atrevió a sugerir-. ¿Podrías llamar a Alex?
De pronto, tal vez él ya había vuelto a casa. No era lógico pasarse toda la noche vagando. Simón no tenía problema, pero Luciana estaba embarazada.
-No, no es buena idea. -Ella se negó sin titubeos ni un segundo.
Ya lo había comprobado otras veces: cuando Alejandro estaba con Mónica, no contestaba sus llamadas. No era cosa de una sola vez; siempre había sido así.
-¿Sabes dónde estamos ahora?
-Ya casi salimos de Muonio. Nos acercamos a la ciudad vecina.
Luciana pensó que, en cierto modo, la inocencia de Simón era casi graciosa. ¿Cómo se le ocurría dejar la ciudad cuando podría simplemente dar vueltas por el centro?
-Volvamos —dijo al fin—. Regresemos a Muonio.
El trayecto de regreso también era considerable.
-Entendido.
Simón dio la vuelta y enfiló el auto hacia la ciudad.
En plena madrugada, mientras vagaban sin rumbo, Luciana se entretuvo charlando con Simón.
-Hay algo que siempre me ha dado curiosidad. ¿Por qué le dicen “primo” a Alejandro?
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-Porque nos trata tan bien, casi como si fuéramos hermanos de verdad. Aun siendo nuestro jefe, es muy cercano. Para nosotros, no es solamente el patrón; es como de la familia.
-¿Y él tiene otros hermanos?.
—Sí, un hermano mayor.
-¿Hermano de sangre?
-Exactamente.
-¿Y por qué nunca lo he visto?
-Pues… -Simón suspiró-. Se perdió…
-¿Perdió? -Luciana repitió, perpleja.
-Ajá. En realidad, no sé muchos detalles, pero lo único que sabemos es que Alex siempre está pendiente de ese hermano. Ha intentado dar con él durante años, sin éxito. A estas alturas, imagino que…
Luciana se quedó pensativa, asintiendo suavemente.
Cuando al fin regresaron a casa, el cielo casi clareaba.
-Simón, ve a darte un baño y descansa un poco–le aconsejó Luciana con una sonrisa.
Él no era como ella; si Alejandro se iría de día y Juan seguía hospitalizado, él tenía que estar disponible las 24 horas.
-Claro. Gracias por preocuparte respondió él, y se marchó, sonriendo.
Luciana entró. Apenas abrió la puerta, se topó con Amy.
-¿Luciana? ¿Recién llegas o te vas a ir?
-Voy a darme una ducha, nada más -respondió Luciana, cansada, devolviéndole una sonrisa lánguida.
-Ajá. —Amy se apartó para dejarla pasar.
Al subir al segundo piso, Luciana se metió en el baño. Mientras tanto, Alejandro había vuelto también. Había pasado la noche entera en el estudio, sin pegar ojo, y pensó en darse una ducha rápida antes de ir a la oficina. Al ver que Luciana ocupaba el baño, decidió esperar.
Tocaron la puerta. Era Amy, que no entró sino que habló desde el umbral:
-Señor Alejandro, ¿quiere para el desayuno sopa o avena?
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-Tal vez ambas -contestó él, tras pensarlo un instante. Últimamente era imposible adivinar los antojos de Luciana-. Gracias por tu ayuda.
-No hay de qué. Me encanta ver cómo cuida de la señora Luciana -replicó Amy con una risa suave, y se fue a preparar la comida.
No tardó mucho para que Luciana acabara la ducha. Cuando salió, lo primero que vio fue a Alejandro, pero no le dedicó la menor reacción. 1
¿Que si había regresado? ¿A qué hora? Era algo que realmente no le importaba.
Con el cabello aún húmedo, recogido en un moño improvisado en la nuca, fue directo a la cama y se recostó.
Alejandro frunció el ceño. ¿Iba a dormir otra vez? ¿No acababa de pasar la noche entera durmiendo? Aunque sabía que las embarazadas dormían más, se quedó sorprendido.
–
Quizá deberías comer un poco antes de dormir -propuso con cautela.
-No hace falta. -Luciana se cubrió con la sábana, sin siquiera mirarlo. Quiero descansar. Cuando salgas, cierra la puerta, por favor. Gracias.
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