Capítulo 325
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El chorro frío hizo que Alejandro abriera los ojos de inmediato. Con la mano abierta, se talló la cara y, al enfocar la mirada, lo primero que vio fue el rostro de Luciana, ese rostro de rasgos latinos tan bien definidos.
-¿Ya despertaste?
Luciana lo miró con sus párpados casi cerrados, manteniendo una expresión inalterable.
Alejandro, con un fuerte dolor de cabeza, parecía un poco desorientado. Asintió con cierta torpeza, luciendo casi inocente.
-No te muevas -advirtió Luciana-. Si te mueves de más, ¡te vuelvo a echar agua!
Como niño asustado, él obedeció al instante y se quedó sentado, sin atreverse a un solo gesto innecesario. Luciana, entonces, le quitó el saco y comenzó a desabotonarle la camisa, dándose cuenta de que también estaba húmeda por el vómito y el agua. 1
-Espera aquí —le ordenó.
Fue al baño y regresó con una toalla húmeda, dándole una limpieza rápida para que al menos estuviera un poco más cómodo.
-Por ahora, así está bien. Luego, en casa, te darás un buen baño -dijo, mientras sacaba la ropa limpia que había traído y se la iba poniendo con naturalidad y eficacia.
Por fortuna, Luciana tenía un hermano de catorce años que, a pesar de su edad, ya medía casi un metro ochenta. Eso la había hecho toda una experta a la hora de cuidar y vestir a chicos altos e inquietos, de modo que no le costó nada manejar la situación con Alejandro.
-Listo–sentenció, acomodándole el cuello de la chaqueta y dándole unas palmaditas—. ¿ Crees que puedas ponerte de pie? Vámonos a casa…
No terminó la frase porque, de pronto, él la rodeó con los brazos a la altura de la cintura y la atrajo hacia sí. Luciana se quedó rígida, sin atreverse a mover un solo músculo. Muy despacio, bajó la mirada hasta toparse con su cabello oscuro y, con cuidado, le acarició la cabeza.
-Me siento muy mal… -murmuró Alejandro, con la voz apagada.
-Lo sé contestó ella, aunque sin estar segura de si él realmente sabía quién era. Tal vez la confundía con Mónica, pero en ese instante no le dio demasiada importancia.
Con suma delicadeza, comenzó a acariciarle el cabello, suspirando con nostalgia.
-Yo también perdí una vez a alguien que amaba con todo mi corazón. Por culpa de la familia, nos vimos obligados a separarnos. Sé perfectamente lo que se siente.
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Capítulo 325
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El dolor de una separación forzada puede ser tan desgarrador como una despedida definitiva. Luciana no lo decía por decir; en ese momento de cercanía, sus propios recuerdos la hacían comprender mejor que nadie lo que Alejandro estaba pasando.
Él levantó la cabeza, con la mirada más enfocada.
-Hablas de Fernando -afirmó, y quedaba claro que no la estaba confundiendo con nadie. Sabía muy bien que era Luciana.
Ella esbozó una sonrisa leve y asintió.
–
-Sí, hablo de él.
-¿Tú… lo amabas demasiado? -preguntó Alejandro, notando cómo la garganta le ardía un poco.
-Muchísimo
susurró Luciana—. Durante aquella época lo amé con toda mi alma. Lo sentía como si fuera otra versión de mí misma, la persona que de verdad había llegado a mi corazón. Fue la primera vez que me enamoré de alguien en toda mi vida.
Con un deje de melancolía, continuó:
-Supongo que nunca más amaré a otra persona de la misma forma. Así que entiendo lo que sientes. Sentirse devastado no es ninguna vergüenza…
La mano de Alejandro, que seguía apoyada en su brazo, se quedó tensa. Pero Luciana no se percató y soltó una pequeña risa.
-¿Ya estás más consciente? Entonces vámonos de aquí. Necesitas descansar.
-Está bien —contestó él, soltándola al fin, con el ceño fruncido.
-¿Te duele mucho la cabeza? -preguntó ella, ayudándolo a ponerse de pie-. Cuando lleguemos a casa, date un baño. Si quieres, puedo darte un pequeño masaje.
No era la primera vez que Luciana trabajaba de eso para ganarse la vida; no le quedaba la menor duda de que podía aliviar al menos un poco su malestar.
-Sí, gracias.
En plena madrugada, regresaron a casa. Como siempre, el enorme cuarto principal les servía a ambos, pero cada uno tomaba una manta distinta y dormía en extremos separados, como si los dividiera un abismo sideral.
Al día siguiente, ambos se levantaron muy temprano. Antes de que Luciana tuviera que ir a su turno en el hospital, pasaron por la habitación del abuelo Miguel.
-Ya no falta casi nada para la boda -comentó Miguel, de muy buen humor, pues en los
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Capítulo 325
últimos días, con la dicha de la próxima celebración, se había sentido mucho mejor y no dejaba de sonreír. Tengo pensado anunciar la noticia en dos días.
Según la costumbre de la familia Guzmán, cuando el heredero contrae matrimonio, se informa a la prensa como muestra de respeto a la nueva integrante de la familia. Ni Alejandro ni Luciana tuvieron objeciones.
-Haremos lo que usted disponga, abuelo.
-Perfecto contestó Miguel, con evidente satisfacción-. Por cierto, esta tarde toca ir a probarse el vestido. No quiero más retrasos; si por algún motivo no te queda bien, habrá que hacer ajustes y no habrá tiempo.
–
-Lo sé respondió Luciana.
-De acuerdo, abuelo —dijo también Alejandro.
***
Para poder ir a la prueba de vestido esa tarde, Luciana terminó antes su trabajo. Miró la hora y, sin esperar a que Alejandro la recogiera, se puso su mochila al hombro y fue directamente a las oficinas de la empresa. 5
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