Capítulo 326
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Al llegar al despacho del CEO, se topó con Simón, quien se mostró sorprendido y algo apenado.
-¡Luciana! ¿Cómo es que viniste sola? Justo estaba por ir a buscarte.
-No pasa nada -respondió ella con una sonrisa, bajando la mochila-. Además, sé que andas ocupado. No soy una niña chiquita; puedo venir por mi cuenta.
Luego miró a Simón con curiosidad:
-¿Todavía sigue la reunión con Alejandro?
-Sí, sigue ahí, en la sala de al lado -explicó Simón, señalando con el pulgar hacia una puerta contigua-. Todavía no han terminado.
-Bueno, entonces aprovecharé para estudiar un rato mientras lo espero.
–Vale -aceptó Simón, fijándose en los gruesos libros de medicina que Luciana sacaba de su mochila. Tenían un montón de términos que él no entendía. Se admiraba de lo preparada que
estaba Luciana.
Mientras tanto, en la sala de reuniones, las cosas no parecían ir del todo bien. A media junta, Sergio entró un momento por unos documentos, visiblemente serio. Luciana no comprendía de negocios, pero intuía que algo complicado estaba pasando.
Pasó un rato hasta que Alejandro y Sergio salieron hablando en voz baja:
-Consígueme el próximo vuelo posible -decía Alejandro-. Si no hay vuelos directos, hagamos escala; da igual.
-Entendido
respondió Sergio con prisa, ambos caminando a paso veloz, sin detenerse a
charlar más de lo necesario.
Ya dentro de la oficina, Alejandro se encontró con la mirada de Luciana y se quedó quieto un instante, recordando de pronto lo de la prueba del vestido.
-Luciana…
-Te escuché lo cortó ella suavemente.
Luciana, práctica y comprensiva como siempre, parecía haber atado cabos al ver la cara de apuro que traía. No quería ponerlo entre la espada y la pared.
-No te preocupes, yo puedo ir sola a la prueba. Al final, es solo eso, probarme el vestido.
Al oírla tan dispuesta a ayudar, Alejandro sintió una punzada de culpa.
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-Lo siento. Se me complicó todo de repente. ¿Te parece si lo aplazamos un par de días?
-De verdad, no te preocupes respondió Luciana con una sonrisa-. Además, en dos días me toca una cirugía y no tendré tiempo. En serio, ve tranquilo.
No había una solución mejor, así que él no tuvo más remedio que asentir: 1
-De acuerdo. Pero si algo del vestido no te gusta o crees que no te queda bien, por favor díselo a quien te atienda. No te quedes con la duda ni te limites.
-Claro.
Dado que tenían mucha prisa reuniendo papeles y arreglando maletas, Luciana, para no estorbarles, guardó sus libros en la mochila y salió en silencio. Solo cuando Sergio terminó de organizar unos documentos y levantó la vista, se dio cuenta de que Luciana ya no estaba.
-¿Y Luciana? -preguntó, extrañado al no verla.
Simón negó con la cabeza.
-Yo estaba en la sala de descanso acomodando el equipaje. No la vi salir.
-¿Será que se enojó? -preguntó Sergio con un deje de inquietud.
Él mismo se desmintió enseguida:
-Aunque no, Luciana no es de esas personas que hacen berrinche por todo.
-Pero probarse el vestido de novia no es cualquier cosa… -musitó Simón, preocupado.
Sus murmullos y comentarios llegaron a oídos de Alejandro, quien dejó lo que hacía y revisó su teléfono. Se dio cuenta de que había recibido un mensaje de Luciana:
[Ya es casi la hora. Me voy sola. Ustedes sigan con lo suyo y buen viaje.]
En esas pocas líneas había una serenidad y un temple admirables. Al mismo tiempo que Alejandro se sentía culpable, dejó escapar un leve suspiro de alivio. No lo hacía a propósito, pero en ese momento, con tantos problemas de negocios, no estaba de humor para acompañarla a la prueba del vestido. Guardó el celular y volvió al trabajo.
***
Cuando Luciana llegó a la tienda de vestidos de novia, todavía era temprano. En lugar de entrar de inmediato, prefirió matar el tiempo dando vueltas por las tiendas cercanas. Eran horas de poco movimiento, así que el lugar estaba casi vacío. En una vitrina vio una pulsera sencilla de platino, con un pequeño dije de trébol de cuatro hojas.
-Si te gusta, puedes probártela -le ofreció la vendedora con entusiasmo.
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-No tengo pensado comprarla -respondió Luciana, levantando las manos con una sonrisa.
Aun así, la empleada sacó la joya y le tomó la muñeca con suavidad.
-No importa, pruébatela de todas formas.
Ante tanta amabilidad, Luciana no supo negarse. Se colocó la pulsera y, al ver el delicado diseño sobre su muñeca fina, notó que realmente se le veía hermosa.
–
Te queda perfecta comentó la vendedora.
Gracias —contestó Luciana, agradecida pero sin la intención de comprarla. A fin de cuentas, no tenía dinero de sobra-. Tal vez en otra ocasión.
-No te preocupes, aquí te esperamos la próxima vez le dijo la vendedora, amable.
A apenas unos pasos de distancia, alguien había observado la escena desde el principio.
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