Capítulo 327
Capítulo 327
Era Fernando. Había venido a reunirse con un cliente y justo bajaba de un restaurante en el piso de arriba.
Aunque en realidad no había pasado tanto tiempo desde la última vez que se vieron, en ese instante, para ambos parecía como si hubiese transcurrido una eternidad.
Fernando se acercó y, al verlo, Luciana le sonrió con cortesía:
-Cuánto tiempo sin vernos.
-Sí, mucho–respondió él, sintiendo una dolorosa opresión en el pecho.
Después de aquel día, había intentado buscar a Luciana, pero ella nunca quiso volver a hablarle. No le contestaba llamadas ni mensajes. Con este encuentro tan fortuito, temía que incluso lo ignorara. Sin embargo, ella se mostraba tranquila.
Fernando señaló la pulsera en el mostrador.
-Si te gusta, yo te la compro…
-Fernando, no lo interrumpió Luciana en el acto, deteniéndolo con la mano.
Él frunció el ceño, como si quisiera replicar, pero Luciana se le adelantó:
-Hoy vine a probarme un vestido de novia.
-¿Qué…? -Las palabras no le salían. Fernando se quedó helado, con el rostro pálido.
¿Había escuchado bien? ¿Un vestido de novia? ¿En serio? ¿Con quién planeaba casarse? Apenas llevaban un tiempo sin verse. Con mucho esfuerzo, logró preguntar:
-¿Con quién?
Luciana vaciló un segundo, pero no podía ocultarlo.
-Con Alejandro.
—¿Él? —exclamó Fernando, entre atónito y, de cierta forma, no tan sorprendido. Aun así, le resultaba imposible aceptarlo-. Pero… ¿él no estaba con Mónica…? -balbuceó, recordando la relación confusa que creía que existía entre Alejandro y Mónica. No quiso ahondar más, pues temía lastimar a Luciana.
Ella, sin embargo, se mantenía impasible, sin mostrar rastro alguno de tristeza.
-En este mundo hay matrimonios que nacen del amor -dijo con serenidad-, pero también existen otros que no. Y si suceden, es por algo.
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«¿Qué significa eso?», pensó Fernando. A sus oídos sonaba a una resignación forzada, como si Luciana se dejara llevar por las circunstancias sin luchar. De pronto, se le ocurrió una idea:
-¿Lo haces por Pedro? -preguntó con voz temblorosa.
Después de todo, el Instituto Wells requería un buen dinero. Si Luciana no quería su ayuda, tal vez la única vía que le quedaba era la familia Guzmán. Entonces… ¿era él el culpable de que Luciana hubiera acabado así?
Luciana no lo negó ni lo afirmó. Solo miró la hora en su celular y dijo con serenidad:
-Ya es casi la hora, debo irme.
Con una breve sonrisa, siguió su camino. Fernando se quedó ahí, observando su silueta alejarse, apretando los puños con fuerza. Sintió los ojos arder y se le nubló la vista. Al cabo de un momento, se dio media vuelta y se acercó al mostrador donde Luciana había visto la pulsera.
-Por favor, envuélvala para regalo.
***
Alejandro no había podido acompañarla a la prueba del vestido, pero a Luciana la recibieron con la mejor de las atenciones. El diseñador y la encargada de la tienda se presentaron para asistirla y ayudarla a colocarse la prenda.
-Señora Guzmán, ¿qué le parece? ¿Está satisfecha con el modelo?
Era un vestido de corte elegante y aire retro, con pliegues en la falda adornados de pequeños diamantes que centelleaban a cada paso. Luciana asintió:
-Sí, me parece muy bien.
Sin embargo, la expresión de su rostro distaba de ser la de alguien rebosante de felicidad. Una boda perfecta no se reduce a tener un vestido lujoso. Instintivamente, Luciana llevó la mano a su vientre. En los últimos días, parecía que su estómago había crecido más de la cuenta. ¿Sería verdad lo que le decía Amy, que el bebé inflaba la barriga como un globo en cualquier momento?
-No se preocupe, señora Guzmán -intervino el diseñador, consciente de que estaba embarazada—. Hemos dejado suficiente espacio en la cintura para ajustarla según sea
necesario.
-Muchas gracias por tomarse esa molestia.
-No es nada. De hecho, el señor Guzmán nos encargó asegurarnos de que estuviera todo perfecto.
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¿Alejandro? Bueno, Luciana lo creía posible. Cuando él deseaba cuidar de alguien, era increíblemente detallista. Como ella no exigía cambios ni tenía reparos en el diseño, la prueba de la prenda terminó en un abrir y cerrar de ojos.
Ya de vuelta en casa, se quitó el vestido, se puso ropa cómoda y se dirigió a la biblioteca. Al abrir sus libros de estudio, le pasó fugazmente por la cabeza la imagen de Alejandro, probablemente a bordo de un avión a esas horas. ¿Cuántos días tardaría en regresar esta vez?
Sacudiendo esas ideas, se concentró y retomó sus apuntes, dispuesta a sumergirse en su preparación para los exámenes.
Al día siguiente, Luciana regresó a su área de trabajo en el hospital. Tenía que ordenar de inmediato la información de dos cirugías de la semana pasada, pues recién ayer había recibido toda la documentación. Estaba concentrada en eso cuando aparecieron Rosa y Martina, juntas.
-¿Cómo es que llegaron las dos al mismo tiempo? -bromeó Luciana, invitándolas a sentarse y ofreciéndoles algo de los bocadillos que llevaba en la bolsa.
Rosa le hizo un gesto a Martina, como diciendo “tú habla“. 1
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