Capítulo 33
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Suspiró y sacudió la cabeza.
Solo quería darte las gracias. Gracias por defenderme.
Alejandro se quedó perplejo. «¿He escuchado bien?>> se preguntó.
De repente, se llevó una mano al abdomen; le dolía.
-Alejandro… -Luciana se inclinó hacia él, preocupada, y puso su mano sobre su vientre.
Lo miró a los ojos, y en ese momento, los suyos parecían dos estanques de mercurio, uno blanco y otro negro, reflejando solo a Alejandro.
El corazón de Alejandro se ablandó. Pero al instante, ese momento se desvaneció. Luciana lo regañó con dureza.
-¡Te dije que no hicieras movimientos bruscos! ¿Y qué haces? ¡Peleas! Parece que quieres volver a la sala de operaciones, ¿verdad?
Alejandro pensó que esta mujer cambiaba de actitud más rápido que una página de un libro. ¿ No le estaba agradeciendo hace un segundo? Le sujetó la mano.
-¿Y por quién crees que lo hice? Si te molesto, deja de preocuparte.
<<¿Actuando como un niño otra vez?» Luciana no pudo evitar sentirse un poco frustrada.
-Fue mi culpa, me puse nerviosa. No me molestas en lo más mínimo. Vamos a hacerte un chequeo para asegurarnos de que todo esté bien.
Alejandro aceptó a regañadientes y se sometió al examen.
El resultado fue mejor de lo que esperaba; solo se le habían abierto un poco las heridas superficiales, nada grave.
Luciana soltó un suspiro de alivio mientras lo empujaba de vuelta a la habitación.
-No esperaba que vieras lo de anoche. Pero no fue lo que piensas -explicó Luciana-. Vicente, Martina y yo somos buenos amigos. Él solo nos pidió ayuda para evitar una cita arreglada por su familia.
Así que era eso. Sin saber por qué, Alejandro sintió que una gran carga se le quitaba de encima, y de repente, pudo respirar más fácilmente. Aunque no lo demostró, solo dijo:
-Eres buena actriz.
-Gracias.
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Capítulo 33
Inesperadamente, Luciana le dio las gracias de nuevo, esta vez con seriedad.
–Aunque fue un malentendido, agradezco mucho tu intención. De verdad, Alejandro, gracias.
No eran amigos, ni siquiera conocidos. De hecho, ella era, en cierto modo, su «enemiga», obstaculizando su felicidad. Aun así, él la había defendido con buena fe. Cuando lo conoció, Luciana nunca pensó que Alejandro pudiera tener un sentido de la justicia tan fuerte. Este hombre no era tan malo, después de todo.
-Bueno, acepto tu agradecimiento -dijo Alejandro, esbozando una ligera sonrisa. Menos mal, esta mujer no era tan tonta. Y menos mal que el padre de su hijo no era un mujeriego como Vicente.
Luciana acompañó a Alejandro de regreso a la habitación y le dijo:
-Descansa bien.
Justo cuando iba a levantarse, Alejandro la detuvo agarrándola del brazo.
-¿Pasa algo? -preguntó Luciana.
Alejandro soltó su mano, pero la miró fijamente, sin apartar la vista.
-Tu hombre… el padre de tu hijo, ¿quién es?
Luciana se quedó helada, forzando una sonrisa tensa.
-¿Y por qué te interesa saber eso?
Alejandro frunció el ceño.
-Tal vez pueda ayudarte a encontrarlo, para que se haga responsable.
Él lo decía de buena fe, solo que ella era tan terca que ni siquiera sabía quién era el padre.
-No hace falta. -Luciana esbozó una sonrisa muy tenue-. El hijo es mío, y lo que venga después, lo asumiré sola.
Dicho esto, se dio la vuelta y salió de la habitación.
Alejandro la observó mientras se iba, perdido en sus pensamientos. ¿Será que el hombre era casado? ¿O quizás había muerto? Fuera lo que fuera, parecía que no podía hacerse cargo de ella y su bebé.
Chasqueó la lengua con desagrado.
Apoyando la cabeza en su mano, Alejandro decidió que, por consideración a su abuelo, y porque ella lo había ayudado y salvado, haría lo posible por cuidarla un poco más.
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Capitulo 33
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Después de un momento de silencio, tomó su celular y marcó un número.
-Soy yo. La pulsera que pedí la otra vez… necesito otra igual. Sí, Sergio pasará a recogerla.
***
Al día siguiente, Luciana estaba de guardia nocturna. Durante todo el día, Alejandro no la había visto. Por la noche, cuando Luciana llegó a tomar su turno, escuchó el sonido del agua proveniente del baño. Se quedó petrificada, el susto la paralizó por un segundo. Sin pensarlo mucho, corrió hacia la puerta del baño y la abrió de golpe. 1
-Alejandro, ¡no puedes bañarte! La herida aún no debe mojarse… -Pero antes de terminar la frase, se quedó completamente congelada.
Alejandro estaba ahí, sin camisa, solo con la venda envuelta alrededor de su abdomen. Los pantalones colgaban a medio caer en su cintura, y… bueno, estaba ocupado. Alejandro frunció los labios, visiblemente incómodo.
-¿Este es el sonido de agua que escuchaste?
Luciana permanecía boquiabierta, con la mente completamente en blanco. No sabía si estaba más enojada o avergonzada, Alejandro la miró con un dejo de irritación y preguntó con tono grave:
-¿Te gusta lo que ves?