Capítulo 340
-¿Tienes sed? -preguntó de inmediato, ofreciéndole un termo-. Es té de despacio.
pera;
bébelo
-Gracias–respondió Luciana, tomando el recipiente y sorbiendo con cuidado.
-Ya casi llegamos a la ciudad. ¿Adónde quieres que te lleve?
—A la clínica universitaria de la UCM–contestó.
-¿Hoy también trabajas? -inquirió él, frunciendo el ceño.
—No, solo debo entregar unos documentos. En cuanto los deje archivados, habré terminado.
Al oírlo, la expresión de Alejandro se relajó un poco y ordenó al chofer que fueran a la UCM. Llegaron hasta la entrada del edificio de Cirugía.
-Te espero aquí —comentó él.
De acuerdo -respondió Luciana, mientras salía.
Subió a la planta correspondiente, dejó el material en orden y terminó rápidamente. Al bajar en el ascensor, nada más abrirse las puertas, se encontró con Alejandro esperándola en el pasillo.
La gente que esperaba el ascensor formó un corro silencioso, con los ojos fijos en Alejandro. Era imposible no mirarlo: su porte elegante y su atractivo resultaban casi irreales. Incluso había un par de chicas con sus celulares listos, grabando o tomando fotos a escondidas.
-¡Qué guapo es! ¿Le calculas un metro noventa?
-¿Los chicos altos también se enferman y tienen que venir al hospital?
-¿Y si finjo estar enferma para que me visite?
Al escuchar los murmullos, Luciana sintió que la vergüenza se le subía a la cara. ¿Podría fingir que no conocía a Alejandro? No quería ser el centro de tanta atención.
Luciana -la llamó él.
Ni por un segundo se le ocurrió a Alejandro lo que pasaba por la mente de Luciana, y avanzó un par de pasos, tomándola de la mano. Al instante, el público que los rodeaba dejó escapar un suspiro ahogado.
¡El chico guapo no está soltero!
-Claro, como para estarlo…
-Ella también es muy linda.
El príncipe y la princesa, obvio.
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Capítulo 340
Luciana fulminó a Alejandro con la mirada. ¿Por qué tenía que ser tan llamativo?
-¿Qué ocurre? -preguntó él, extrañado al verla molesta. ¿Había hecho algo mal? Tras pensarlo un segundo, soltó su mano y, en lugar de eso, pasó un brazo alrededor de su cintura
-¿No quieres que te tome de la mano? ¿Mejor un abrazito?
-¡Ay, no!
-¡Ya basta, me va a dar diabetes con tanta miel!
Luciana se quedó atónita. “¡Por Dios, lo hace a propósito!“, pensó. Para librarse de la multitud y sus miradas curiosas, aceleró el paso.
Detrás de ellos, alguien gritó de pronto:
-¡Oigan, ¿no es el señor Alejandro Guzmán?
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-¿El que salió en los chismes con Mónica?
-¿Entonces esa tipa es la que se lo quitó a Mónica?
—¡Con razón, es incluso más linda que la otra!
-Bah, aunque sea bonita una roba–novios sigue siendo roba–novios…
Luciana y Alejandro ya se habían alejado y no escucharon nada de aquello. Justo entonces, Luciana vio que Martina se acercaba corriendo.
-¡Luciana!
-¿Marti? ¿Qué haces aquí? -preguntó Luciana, sorprendida.
Martina miró de reojo a Alejandro y bajó la voz:
-¿No lo sabías? El señor Guzmán me llamó y me pidió que viniera…
-¿Eh? -Luciana elevó la mirada hacia él-. ¿De qué se trata?
Alejandro le explicó:
-Para la boda se necesitan damas de honor. Martina es tu mejor amiga y, aunque otras personas no asistan, me imagino que quisieras contar con ella.
Luciana guardó silencio.
-El tiempo está un poco justo, así que hoy mismo Martina puede probarse el vestido. Si no le queda bien, todavía estamos a tiempo de ajustarlo.
Si bien las damas de honor no requieren tantos preparativos como la novia, seguía siendo la boda de la familia Guzmán… y, además, Martina era la mejor amiga de Luciana, Martina, con una sonrisa llena de entusiasmo, exclamó:
-¿Te parece bien? ¡Di que sí!
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Capitulo 340
Sería difícil negarse ante semejante expresión de alegría, y Luciana comprendía que Alejandro se había esforzado para organizar ese detalle.
-De acuerdo aceptó al fin.
-¡Genial! -Martina pegó un pequeño salto de emoción.
Alejandro notó, con cierto alivio, que Luciana también parecía satisfecha. Sentía que, por una vez, había hecho algo correcto.
Se subieron todos al auto y partieron. Desde la distancia, dos siluetas los observaron con recelo, frunciendo el ceño mientras el vehículo se alejaba.
-¡Esa desgraciada! ¡Una intrusa! -masculló una de ellas con rencor.