Capítulo 347
Luciana, tratando de mantener la calma, se limitó a responder:
-Sus madres vinieron a buscarme.
-¿De verdad?-suspiro con un matiz burlón Vaya descaro el suyo!.
Ella no tenía ánimos para juegos.
-Alejandro, suéltalas, por favor.
-No.
Se negó de înmediato.
-No voy a volver a quedar mal contigo. Si las libero, luego te pondrás a reprocharme otra vez, ¿no?
Luciana sintió como si le dieran un bofetón de rabia contenida. Su voz estalló:
¿Hasta cuándo piensas seguir con esto, Alejandro?
Del otro lado, él pareció confundido, su tono tornándose ronco:
-¿Qué dijiste?
Con una risa seca, Luciana continuó:
-Eres tan inteligente que sabes perfectamente por qué estoy realmente molesta: elegiste complacer a Mónica. Y ahora, en lugar de enfrentar eso, vas y descargas tu ira en gente que ni siquiera pinta nada. ¿De verdad te parece lógico?
-¿Descargar mi ira? -repitió Alejandro, con un matiz helado-. ¿De verdad crees eso de mí?
Luciana no le respondió esa pregunta:
-Admito mi error por haberme comparado con Mónica. Lo siento, ella es tu consentida, no es asunto mío. Pero en todo caso, esas dos mujeres no tienen culpa de nada. Libéralas…
-¡Luciana!
Alejandro alzó la voz, interrumpiéndola. Hasta por teléfono se notaba la furia que lo consumía.
¿Sabes qué? Tienes razón. Estoy de pésimo humor, y ellas me sirven de desahogo. Se van a quedar un rato más en la cárcel.
-¡Oye, Alejandro…!
Antes de poder decir algo más, la llamada se cortó.
-¿Alejandro? -repitió ella, aún con el teléfono pegado a la oreja. Se lo bajó poco a poco, desolada.
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Capitulo 347
«Esto no duró ni dos minutos y ya se fue todo al diablo», pensó, con el estómago revuelto. <<Y ahora no van a soltar a esas chicas… Sus madres seguramente volverán a armar un escándalo aquí. ¡Qué lío!»>
Reconoció que había errado el enfoque: «Alejandro es temperamental; si le hablo de frente, se enoja más. Tendré que calmarlo primero». Tentó el teléfono, pensando en llamarlo de nuevo, pero muy en el fondo sabía que no le contestaría,
«¿Qué voy a hacer?», se preguntó, soltando un suspiro de desamparo.
Luciana frunció el ceño. Si Alejandro no contestaba el teléfono, la única opción era ir a buscarlo en persona. Reuniendo sus cosas, se despidió del hospital y salió apresurada rumbo a Grupo Guzmán. Mientras iba en el auto, no podía evitar quejarse interiormente: «¿Por qué tengo que ir a consolarlo, si ni siquiera he hecho nada?».
La recepcionista conocía de sobra a Luciana, así que le dejó pasar sin problemas hasta la oficina del CEO. Justo en la puerta, se topó con Juan.
-Luciana -la saludó él con una sonrisa, colocándose frente a ella.
-Juan -le devolvió la sonrisa, mirándolo de arriba abajo-. Estás por aquí, ¿ya te recuperaste de tu herida? Ha sido rápido.
-Sí–respondió, un poco apenado. A decir verdad, no fue tan grave, y soy de piel resistente.
Luciana asintió, contenta, e intentó avanzar hacia la puerta. Pero Juan se interpuso, impidiéndoselo. Ella, extrañada, señaló el interior de la oficina.
-¿No me deja entrar?
-No… -Juan negó con la cabeza-. Alejandro está ocupado. ¿Te importaría esperar un momento?
-Si está ocupado, no voy a molestarlo -replicó Luciana, sin entender-. No es la primera vez que vengo, y siempre está ocupado de un modo u otro.
Su instinto femenino le dio una señal. Por la actitud titubeante de Juan, sospechó:
-¿Hay otra mujer adentro?
Tal vez Mónica.
El gesto de Juan lo delató y, tras un segundo de silencio, se apresuró a aclarar:
-No es lo que imaginas, Luciana.
Pero aquella confirmación velada la hizo ponerse aún más firme:
-Perfecto. Precisamente tengo que hablar con él.
-Luciana… —alcanzó a decir Juan, viendo que ella empujaba la puerta. Intentó detenerla, pero no pudo. Después de todo, Luciana era la esposa de Alejandro, señora de la familia Guzmán. Y
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Juan no queria meterse en problemas.