Capítulo 350
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Capítulo 350
-No, nada.
-¿Nada? -repitió él con desconfianza, y antes de que Luciana pudiera reaccionar, le arrebató
el celular. A ver.
-¡Oye, devuélvemelo! -protestó Luciana, poniéndose de pie de un brinco. Pero Alejandro, mucho más alto, levantó el brazo por encima de su alcance. Con la otra mano, la sujetó suavemente por la cabeza, impidiéndole moverse mientras deslizaba la pantalla.
El bloqueo automático aún no se activaba, así que le bastó con echar un vistazo para ver el historial de búsquedas. Ahí estaba, a la vista: la biografía de Chela Vargas. De inmediato, los ojos de Alejandro se iluminaron como si hubiese descubierto algo.
<<¿No que no estaba celosa?», se burló en su interior. «¿Y entonces por qué busca información de Chela a escondidas? Con razón reía sola…>>>
Alejandro esbozó una sonrisa ladeada y le devolvió el teléfono:
-Si estabas celosa, no tienes por qué esconderlo. Podrías decirlo y ya.
Luciana se quedó entre divertida y exasperada. En realidad, solo había buscado por simple curiosidad. ¿Cómo iba a ponerse celosa de Chela? Si de sentir celos se trataba, lo lógico sería enfocarlos en Mónica. Sin embargo, no aclaró nada, y su silencio solo incrementó la satisfacción de Alejandro.
Se sentó a su lado y comprobó que su plato seguía prácticamente intacto.
-¿Tan malo te pareció? -preguntó, echando un vistazo a la comida.
-Sí. Horrible -admitió Luciana.
Después de todo, Serenity Haven no era famoso por su gastronomía; la gente solía ir más que nada a beber y a cerrar acuerdos.
–
-Entonces no comas más. Él retiró el tenedor de su mano y con una servilleta limpió con suavidad la comisura de sus labios. Luego tomó la mochila MUJI que ella traía—. Vámonos de aquí.
-¿A dónde? -preguntó Luciana, extrañada.
-Si no te gusta este lugar, iremos a uno donde sí te sepa rico.
***
La “simple” sustitución los llevó a un elegante restaurante. En una gran mesa redonda,
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Capítulo 350
Luciana tenía frente a sí una gran variedad de platillos. Además, en el centro, había un pequeño sancocho burbujeante, mientras Alejandro se ocupaba de cocerle las verduras y la carne. Luego las sacaba, las sumergía ligeramente en la salsa y, por último, las colocaba en el plato de Luciana.
-¿Está rico?
–“Ajá…” —contestó ella con la boca demasiado llena, articulando casi en balbuceos.
Mientras comía, echaba un vistazo furtivo a Alejandro. Parecía que ya no estaba molesto… o eso creía ella. De todos modos, quería estar segura, así que estiró la mano y tiró un poquito de la manga de su camisa, en un gesto muy de niña mimada. A él pareció agradarle, pues le dedicó una mirada suave:
-¿sí? ¿Qué pasa?
-¿Ya no estás enojado conmigo? -preguntó ella con cautela.
En realidad, al principio él seguía furioso. Metió a aquellas dos jóvenes en la comisaría solo para defenderla y, aun así, Luciana se lo reprochó en vez de agradecérselo. Pero ahora…
Alejandro arqueó las cejas con ligereza.
-¿Enojado? ¿Cómo podría? Con que apenas llevo un rato lejos de ti, la señora Guzmán aparece en la reunión que tenía. Tenías unos celos tan fuertes que pudieron sentirse a kilómetros…
-No es cierto… —murmuró Luciana, sin ganas de explicarse más. Al fin y al cabo, había un asunto más importante que tratar-. Oye, ¿podrías dejar salir a esas dos chicas de la cárcel? Aunque fueran muy pesadas, no me dañaron físicamente. Además, al menos un susto ya se llevaron.
Alejandro entornó los ojos, como dudando de si ella hablaba en serio.
-¿De verdad?
-De verdad -afirmó Luciana, asintiendo con convicción.
Pasaron unos segundos. Él, tras meditarlo, dio su visto bueno.
-De acuerdo. Haré lo que me pides.
Luciana respiró aliviada. Pero enseguida sintió cómo Alejandro rodeaba su cintura con el brazo. Ella se puso rígida, con las mejillas ardiendo.
-E–estoy comiendo… -susurró.
-Tú sigue -replicó él, apoyando la barbilla en su hombro-. Solo déjame abrazarte un rato. Luciana, no me hagas enojar otra vez, ¿vale? ¿Acaso no he sido bueno contigo?
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Capitulo 350
—Sí… la verdad es que sí -admitió Luciana. Porque, sin contar el tema emocional, en lo material Alejandro siempre la había tratado con gran generosidad.
-Entonces, por favor, no te opongas a mí en todo. Seguiré cuidando de ti. ¿No es suficiente?
«¿Es suficiente?», pensó Luciana. «Si no fuera tan exigente, tal vez…» Bajó la mirada y asintió:
-De acuerdo, lo tendré en cuenta.
Satisfecho, él tomó el tenedor y acercó un pedazo de carne de venado asado a su boca:
-Come.