Capítulo 359
Alejandro se tensó un instante, para luego asentir con la cabeza.
-Ella también recibirá. No quiero que se enferme….
-Como lo imaginaba -murmuró Luciana, con una sonrisa apenas irónica. «Es obvio que esto no lo preparó para mí», pensó, «fue porque Mónica terminó empapada». Así que no tomó la
taza.
-Puedes llevárselo a ella. Yo no lo necesito añadió, mientras se recostaba de nuevo y se tapaba con la cobija.
-¿Cómo que no lo necesitas? -replicó Alejandro con gesto serio, sosteniéndola del brazo antes de que pudiera acostarse-. Primero tómatelo, y luego duermes.
–
-No quiero insistió Luciana, sin entender por qué él se empeñaba tanto-. Prepara todo para Mónica, si al final era para ella. ¿Por qué tengo que tomarlo yo también?
Para Alejandro, la lógica de Luciana resultaba incomprensible.
-¿Nada más porque ella también lo va a tomar tú ya no quieres? -le reprochó. Recordó aquella vez que él le regaló un brazalete, mismo que Mónica tenía en otro modelo, y Luciana se negó a usarlo. Pero, a diferencia de entonces, ahora la relación había cambiado: Luciana no era solo una invitada más, sino su esposa.
Con un dejo de paciencia, Alejandro trató de explicarle:
-Eres tú quien está embarazada. No querrás arriesgarte a enfermar. Esto es por tu bien.
Luciana resopló.
-Ni siquiera me he mojado, ¿qué tanto alboroto? En serio, llévaselo a Mónica. Toda tu ” preocupación” ya me sobra.
-¡Luciana! -exclamó él, perdiendo la calma. La miró fijamente, pronunciando cada palabra
¿Lo vas a beber por las buenas o quieres que yo te lo dé a la fuerza?
–
En silencio, Luciana se mordió el labio. Era increíble lo testarudo que podía llegar a ser.
-Está bien. Lo tomaré–aceptó al fin.
Tomó la taza y bebió todo el líquido con rapidez, haciendo muecas por el sabor intenso del limón. Cuando acabó, dejó el recipiente sobre la mesita.
-¿Contento ahora? Quiero descansar.
Se dio la vuelta para acomodarse y cerrar los ojos, dándole la espalda. Alejandro, con el ceño
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Capítulo 359
aún fruncido, se relajó apenas un poco. Apagó la lámpara, se acercó a la cama y, sin vacilar, corrió la sábana para acostarse a su lado.
Al sentir el peso junto a ella, Luciana abrió los ojos de golpe y se incorporó, sobresaltada.
-¿Qué haces? -soltó con incredulidad.
Él arqueó una ceja.
-¿Dormir? ¿O acaso pensabas que saldría bajo esta lluvia a buscar otro sitio?
-¿Te quedarás aquí? -repitió ella, mirándolo como si no diera crédito.
El ambiente se cargó de incomodidad. Por dentro, Alejandro se recordó a sí mismo que no debía enfadarse. Era lógico que Luciana se sintiera molesta. Mónica había aparecido de repente y, aunque todo tenía una explicación, no dejaba de verse mal.
Con un tono conciliador, tomó su mano y habló en voz baja:
-Mónica llegó empapada, bebida hasta perder la conciencia. Tú misma lo viste; no podía dejarla así. Solo se quedará esta noche. Mañana a primera hora se irá… Por favor, ya no estés enojada.
Antes de que terminara de hablar, Luciana retiró su mano.
-Luciana… se quejó él, frunciendo el ceño.
Con su larga cabellera suelta, ella sacudió la cabeza.
-Entiendo tus motivos. Pero entonces, ¿no deberías estar con ella en vez de acostarte aquí?
Si pensaba dormir junto a Luciana mientras su mente seguía concentrada en Mónica, ¿para qué fingir?
-Luciana…
-Déjame terminar–lo interrumpió ella con seriedad-. Creo que ya he sido bastante tolerante. Pero no puedo aceptar que mi esposo se acueste a mi lado mientras su cabeza está en otra mujer. Alejandro, ¿podrías mostrarme un poco de respeto?
Alejandro se impacientó:
-¿De dónde sacas que la tengo en la mente?
Luciana esbozó una sonrisa sarcástica:
-Entonces dime: ¿no te preocupas por Mónica en este momento? ¿Puedes jurarlo?
Al quedarse callado, con los labios fruncidos, él mismo se delató.
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-Lo ves… no te atreves a decirlo -prosiguió ella, con una sonrisa de amargura. ¿Sabes cómo se llama estar pensando en otra mujer mientras duermes con una distinta? -Se detuvo un segundo y, al final, pronunció –: Asqueroso.
La última palabra pareció encender una chispa en los ojos de Alejandro. Sin pensarlo, le sujetó la barbilla con firmeza.
-¿Te doy asco, Luciana? ¿Te molesta que me acueste a tu lado?
-Ya es muy tarde, no quiero pelear -replicó ella, soltándose de su agarre con un giro de rostro. Voy a dormir. 20
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