Capítulo 36
-Clara, tal vez… -Ricardo dudaba, queriendo hablar.
-¿Qué esperas? ¿Necesitan más dinero? ¡Rápido, sigan excavando! –Clara no le dio oportunidad de continuar, y su actitud solo la enfureció más-. Cada segundo que pierdan, voy a denunciarlos. -Pensó un momento, y con una expresión aún más feroz, añadió-:
-¿Saben quién es Alejandro Guzmán, verdad? ¡Es el prometido de mi hija! Si me hacen enojar a mí, la hacen enojar a ella, y si la hacen enojar a ella, entonces también lo harán con él.
Los hombres, que habían vacilado por un momento, dejaron de dudar al escuchar ese nombre. En Muonio, ¿quién no conocía a Alejandro Guzmán? Un hombre capaz de hacer temblar toda la ciudad con solo dar un paso.
-¡Sigan cavando! -Clara ordenó, con satisfacción evidente.
-No…
Luciana, desesperada, corrió hacia ellos, intentando detenerlos. Pero ¿qué podía
hacer contra varios hombres fuertes y decididos?
-¡Ah! -En medio de la pelea, su mano se lastimó, y la sangre comenzó a brotar.
Los hombres, sorprendidos, se detuvieron de inmediato.
-¡Qué fastidio! -Mónica se arremangó y, con ira, se acercó a Luciana-. ¡Quítate de aquí! ¿ Vas a seguir molestando?
Mientras forcejeaban, Luciana notó algo que la dejó paralizada: Mónica llevaba en su muñeca una pulsera idéntica a la que Alejandro le había regalado. 1
Mónica, ahora más furiosa, tiró de Luciana con fuerza.
-¡Vete! ¡Estás estorbando!
De repente, una mano firme sujetó la muñeca de Mónica.
-¡Ah! -Mónica gritó de dolor, levantando la mirada para ver quién la detenía.
Fernando, con su habitual semblante sereno y atractivo, ahora mostraba una expresión helada que lo hacía ver intimidante. Aunque no parecía ejercer mucha fuerza, Mónica sintió que su muñeca iba a romperse.
-¡Me duele! -gimió Mónica.
-¿Crees que a ella no le duele? -Fernando, mirando la sangre en la mano de Luciana, tenía los ojos llenos de rabia y preocupación.
-¡Aléjate! -soltó Fernando, empujando a Mónica a un lado.
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Capítulo 36
Luego, se inclinó suavemente y tomó a Luciana en sus brazos.
-Luci, lo siento… ya estoy aquí -murmuró con ternura.
Luciana, agotada, se dejó caer contra su hombro, sintiendo cómo toda su fuerza se desvanecía. Sabía que ese día no podría salvar a su madre… El cementerio era propiedad de la familia Herrera, y ni la razón ni la fuerza funcionarían contra ellos.
¡Qué odio sentía! Un odio profundo que le hacía temblar de impotencia.
-Luci -Fernando, con los ojos vidriosos, le quitó el abrigo y se lo colocó sobre los hombros –. Dime, ¿qué quieres que haga?
Después de un momento, Luciana, casi en un susurro, dijo:
-Quiero llevarme a mi madre.
-Está bien–Fernando respondió, sintiendo un nudo en la garganta.
La levantó con cuidado y la llevó de vuelta al auto. Sacó un pañuelo y envolvió su mano
sangrante.
-Por ahora es suficiente, lo veremos después. ¿Te duele? -preguntó con suavidad.
Pero Luciana permaneció en silencio, como si no estuviera consciente de lo que sucedía a su
alrededor.
-Espera un momento. -Fernando acarició su cabello con suavidad—. Voy a recoger a tu mamá.
Cuando regresó, el pequeño ataúd con las cenizas de la madre de Luciana ya había sido sacado. Fernando lo tomó con firmeza y se marchó sin decir una palabra.
Mónica observó su espalda con una expresión pensativa. Hace un momento, había notado algo: Luciana llevaba en su muñeca una pulsera idéntica a la suya.
¿Podría ser una coincidencia? ¿O será que Fernando le compró esa pulsera a Luciana?
Fernando había llegado con Luciana, lo que daba a entender que él se la había regalado. ¡Qué suerte la de Luciana! Desde adolescente había estado con Fernando, y aunque él se había ido al extranjero, ahora estaba de vuelta.
Después de tantos años, ambos seguían juntos.
Bueno, eso solo significaba una cosa: Alejandro estaba destinado a ser de Mónica.
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Capitulo 36
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-Luci, ¿a dónde vamos? -Fernando le preguntó con cuidado.
Luciana, abrazando el pequeño ataúd, miraba por la ventana.
-Al hospital de la UCM.
-Está bien.
Sin hacer más preguntas, Fernando condujo directo al hospital. Al llegar, Luciana bajó del auto, todavía aferrada al ataúd. Fernando, preocupado, le dijo:
-¿Quieres que te acompañe?
Pero Luciana no pareció escucharlo y siguió caminando, decidida.
Con paso firme, Luciana entró directamente al edificio de cirugía, dirigiéndose al cuarto VIP de Alejandro.
Dentro, Alejandro y Sergio estaban en medio de una videoconferencia, pero fueron
interrumpidos bruscamente.
-¿Luciana? -Sergio se levantó-. Estamos en una reunión…
-No hay problema. -Alejandro hizo un gesto para detener a Sergio-. Pausamos la reunión, tómense un descanso.
-Entendido.
Sergio salió del cuarto, dejando a Alejandro y Luciana solos.
-¿Qué pasa? ¿Qué ocurrió? ¿Te sientes mal?
¿Era ella la que se sentía mal, o tal vez el bebé que llevaba en su vientre? Su rostro pálido lo preocupaba; había escuchado que el embarazo podía ser muy duro.
Luciana no respondió. Se acercó a él y, con movimientos lentos, se quitó la pulsera y la dejó sobre la mesa frente a él.
-Te la devuelvo.
Alejandro frunció el ceño, sorprendido.
-¿Qué significa esto?
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