Capitulo 362
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Capítulo 362
-¿Estás segura? -masculló-. Tú misma dices que tanto te preocupa Pedro. ¿No crees que se preguntará por qué su hermana no desayuna con su cuñado?
Esa frase la dejó aturdida por un segundo y, en ese instante de duda, él la arrastró suavemente hacia el comedor.
-No vas a salir. Desayuna conmigo. Después podrás ver a Pedro cuando terminemos.
Entre forcejeos, Luciana quedó sentada en una silla… precisamente frente a Mónica, quien, taco en mano, se detuvo al verla.
-Ah… hola -saludó Mónica, dejando a un lado la comida y limpiándose la boca con servilleta.
Luciana la miró sin decir palabra, con una expresión que dejaba ver un fastidio contenido. El ambiente se volvió incómodo. Mónica esbozó una sonrisa forzada:
-Quería disculparme por lo de anoche. Tomé demasiado y terminé molestándolos. Pero espero que entiendas mi situación… en fin, Alex y yo…
La voz se le quebró, dando a entender que le dolía seguir hablando. Luciana simplemente la contempló, sin molestarse en responder nada.
El silencio pesaba en el aire. Con un gesto, Alejandro acercó el plato de pasta con camarones frente a Luciana y le pasó un tenedor.
-Pruébalo.
Luciana removió los fideos v frunció el ceño:
-Parece que se pegaron un poco.
-¿Y quién tiene la culpa? -bromeó él, en un tono de cariño disfrazado de reproche-. No te decidías a salir, y pediste que los trajeran rápido. Tanto esperarte, era obvio que la pasta se endurecería.
Ella torció los labios, con su semblante de disgusto, y él, incapaz de resistirse, sintió un impulso de protegerla. Tomó de nuevo la pasta:
-Ya no la comas. Ordenaré que preparen otra.
-No lo detuvo ella-. Sería un desperdicio.
Luciana había pasado mucha escasez en su vida, y jamás tiraba la comida así como así.
-No va a desperdiciarse–contestó Alejandro, con cierta admiración por ese hábito de austeridad que tanto la caracterizaba. Se pasó el plato a su lado-. La comeré yo.
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Capítulo 362
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-Ah… está bien -musitó Luciana.
-Ahora llamo a la cocina añadió él, sentado en su lugar, para que le prepararan otra ración de pasta.
Mientras hablaba por teléfono, Mónica los observaba con una sensación cada vez más amarga. Al final, soltó un comentario cargado de celos:
-Alex sí que es considerado… -dijo, con un deje de sarcasmo.
Luciana esbozó una sonrisa burlona.
-¿Sí? Pues tú lo sabrás mejor que yo… ¡afirmémoslo entonces! -respondió, sin molestarse en ocultar su tono de ironía.
Terminado el breve contacto con la cocina, Alejandro acercó un taco a Luciana:
—Mientras llega la nueva pasta, come un taco para que no estés con el estómago vacío.
-No quiero -replicó Luciana, negando con la cabeza y con un aire casi caprichoso—. Prefiero esperar a la pasta.
Él, lejos de molestarse, se encogió de hombros.
-Está bien, no lo comas.
Sin más, se llevó el taco a la boca y le dio un gran mordisco. Mónica perdió, de golpe, todo apetito. Era la primera vez que presenciaba cómo Alejandro y Luciana interactuaban en su rutina diaria… Y resultaba doloroso ver la naturalidad con que se trataban.
Hasta entonces, Mónica había estado convencida de que Luciana había manipulado a Alejandro para obligarlo a casarse. Pero ver a Alejandro ser tan atento con ella le estaba rompiendo el
corazón.
Aturdida, dejó el tenedor sobre el plato y se puso de pie.
-¿Ya? -preguntó Alejandro, levantando la mirada.
-Sí. Estoy satisfecha -respondió Mónica, obligándose a sonreír—. Lo de anoche fue culpa mía, por haber bebido de más. Sólo quería disculparme con ustedes… Te deseo toda la felicidad en tu boda.
Luciana no reaccionó en absoluto, fingiendo que ni siquiera la escuchaba. Mónica se volvió hacia Alejandro:
-Bien, Alex, me voy.
Él la acompañó hasta la puerta, indicándole a Simón:
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Capítulo 362
–Llévala al muelle y asegúrate de que suba a la lancha. ¿Sí?
-Entendido -asintió Simón.
A
Mónica, con un nudo en la garganta, se despidió:
-Alex…
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