Capítulo 366
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Capítulo 366
-Luciana… Luciana… -repitió él, con un nudo en la garganta, sin encontrar las palabras.
Luciana lo escuchó con dolor contenido:
”
-Adiós, Fer.
Pasaron un par de segundos de tenso silencio; luego, ella colgó. No dijo nada, su mirada se mantuvo fija en un punto. Martina, a su lado, la observó en silencio. El maquillaje le cubría el rostro, pero las emociones eran evidentes, aunque sin lágrimas. Luciana no lloró.
En ese instante, Martina sintió un leve pinchazo de compasión. No por Luciana, sino por Fernando.
Ella, alzando un poco el mentón y esbozando una pequeña sonrisa, dejó escapar un suspiro:
-Sigamos con el maquillaje, ¿sí?
***
Hoy, la boda estaba en su punto álgido, con el salón repleto de invitados. Mientras Alejandro recibía a los recién llegados, Sergio se le acercó con discreción y le susurró:
-Alejandro, Fernando está aquí. Lo han detenido en la entrada y no lo han dejado pasar.
Tras dudar un instante, añadió:
-Parece que también llamó a Luciana.
-¿Ah, sí? -Alejandro arqueó una ceja-. ¿Sigue en la puerta?
__sí.
Eso quería decir que Luciana no había ido a verlo ni solicitado que lo dejaran entrar. Sin cambiar el gesto, Alejandro ordenó:
-Que lo vigilen. Pero no hagan nada más, por ahora.
-Entendido.
***
Llegó la hora propicia, un día perfecto para la boda.
Siguiendo la tradición, los amigos más cercanos del novio -con Fernando a la cabeza- aparecieron para cumplir con el ritual de «<llamar a la puerta». 1
-¡Uno, dos, tres y diez versos te traigo! -gritó Fernando con un aire festivo, recitando:
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“Con un voto sellamos este amor,
con dos intenciones honramos la familia,
con tres bendiciones entro a tu vida,
. con cuatro alegrías unimos nuestro futuro,
con cinco dichas construimos un hogar,
con seis razones festejamos la pasión,
con siete ilusiones pintamos nuestros sueños,
con ocho amistades repartimos risas,
con nueve cartas de amor te conquisto,
y con diez certezas te prometo mi vida.”
—¡No está mal! —carcajeó Vicente, divertido.
Martina extendió la mano en señal de barrera:
–“Escucha la canción del farol de rojo color…“,
—“¡Alegría!” —corearon Vicente y Pedro.
–“Las puertas nuevas aún cerradas…”
–“¡Alegría!”
–
—“Si abres la izquierda, que vengan los hijos…”
–“¡Alegría!”
–
“Y si abres la derecha, buena fortuna te sigo…”
–“¡Alegría!”
Salvador, sonriendo, sacó dos fajos de dinero y se los entregó con respeto a Martina y Vicente. Detrás de él, Jael y Jacobo lanzaron al aire otro fajo de billetes, gritando:
-¡Reciban la buena suerte!
-¡Bienvenida la novia!
Los invitados se acercaron entre risas, recogiendo los billetes que caían como confeti.
Dentro, Pedro estaba nervioso al lado de Luciana.
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-Hermana, yo te llevo.
—Sí, gracias Luciana apoyó la mano en el brazo de Pedro.
-Vamos, pues–comentó él, con un orgullo que disimulaba su timidez. Él medía casi un metro ochenta, y como único pariente cercano de Luciana, le correspondía llevarla al encuentro nupcial.
La puerta se abrió y Pedro la guio hacia afuera. El chico notó el ligero temblor en el cuerpo de su hermana.
-No llores, hermana —murmuró, recordando las palabras que Martina le había enseñado—. Ya no estarás sola. Ahora habrá alguien más que te cuide.
Esa frase bastó para que Luciana no contuviera las lágrimas. Por fortuna, su maquillaje era a prueba de agua, y el equipo de estilistas podía hacer retoques rápidos en cualquier momento.
-Tienes razón -contestó ella, abrazada al brazo de Pedro, entre risas y llanto.
Al llegar frente al auto nupcial, Pedro se detuvo y miró a Alejandro:
Cuñado, te entrego a mi hermana.
-Gracias. Con suavidad, Alejandro levantó a Luciana en brazos y la acomodó en el asiento.
-Cuñado… -Pedro lo llamó de nuevo.
Alejandro levantó la mirada. ·
Por favor, cuídala mucho insistió el muchacho con determinación en los ojos. Eso no se lo había enseñado nadie; le salía del corazón.
A Alejandro se le encogió un poco el pecho. Le dio unas palmaditas en el hombro al adolescente:
-No te preocupes, así será.
Se sentó en el auto, encontrando a Luciana junto a la ventana, la mirada fija en algún punto distante. Intrigado, siguió la dirección de sus ojos y descubrió la silueta de Fernando.
En ese momento, Alejandro entrecerró la mirada, pensando que si ese tipo se atrevería a acercarse un paso más, ¡se estaba buscando un problema!