Capítulo 367
A diferencia de Alejandro, Luciana conocía bien a Fernando; sabía que él nunca la presionaría para que hiciera algo en contra de su voluntad. Desde la distancia, leyó con claridad el mensaje que transmitían los ojos de Fernando: había venido sólo para cerciorarse de que ella estuviera
bien.
De pronto, Luciana extendió la mano y presionó el botón para bajar la ventanilla.
-¡Luciana! -soltó Alejandro, alarmado. ¿Qué pretendes?
Ella ni se molestó en contestarle; ya había llamado la atención de Fernando, que la vio al instante. Sus miradas se encontraron y, sin poder contenerlo, los ojos de Luciana se
humedecieron.
Al otro lado, Fernando apretó la mandíbula. Parecía pronunciar su nombre en silencio: ”
Luciana…“.
Ella lo miró con lágrimas temblando en las pestañas, pero aun así esbozó una ligera sonrisa. Luego movió los labios: “Estoy bien.”
Fernando lo entendió de inmediato. Sintió un agudo dolor punzante en el corazón, pero le respondió con un firme asentimiento desde lejos. Había comprendido.
Luciana alzó la mano en un pequeño gesto de despedida y, acto seguido, se giró hacia el frente, con la voz temblorosa:
-Listo… vámonos.
—Sí, señora respondió el chofer.
Ahora, oficialmente, era la esposa de Alejandro. Así que el vehículo avanzó en medio de la comitiva, alejándose cada vez más. Alejandro observó las lágrimas contenidas en los ojos de Luciana y no pudo evitar hacer un comentario cargado de desdén:
-¿Tanto te duele dejarlo?
-Alejandro -replicó ella, volviéndose con brusquedad-, tú puedes pasar la noche ” cuidando” a tu ex, abrazándola cuando está borracha. ¿Y yo no puedo despedirme de un amigo, aunque sea a la distancia? No seas tan hipócrita.
El plan de Alejandro era responder con rapidez, mas se quedó mudo al darse cuenta de que, en efecto, estaba en falta:
Yo… no fue un abrazo. Sólo la ayudé porque se caía…
-Claro -ironizó Luciana-. Dime lo que quieras.
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Capítulo 367
Aquello lo dejó sin palabras y con el orgullo herido. Resopló:
-Hoy es nuestro gran día. No quiero discutir.
Luciana desvió la mirada hacia la ventana, sin molestarse en rebatir. “Si no entramos en razón, no tiene caso hablar más,” se dijo.
El auto siguió avanzando y la gente alrededor se fue diluyendo en la distancia. Fernando, inmóvil entre la multitud, vio perderse el vehículo y con ello sintió cómo un pedazo de su alma se desgarraba.
Le venían recuerdos de otro adiós, de otra despedida. Tres años atrás había probado el mismo sabor de impotencia que ahora lo carcomía. Pero la decisión estaba tomada: “Luciana, aunque sea de lejos, rezo para que seas feliz,” pensó. Sin invitación ni posibilidad de estar presente en la ceremonia, no le quedaba más que retirarse.
Tras una noche en vela, la frustración y el cansancio le pesaban. Volvió a la ciudad, conducido por la pura inercia de su abatimiento.
Apenas bajó del ascensor, al llegar a su departamento, divisó a Bruna esperando en la puerta.
-Fernando–lo saludó, con evidente nerviosismo.
Él frunció el ceño, con un hilo de impaciencia asomándose en su voz:
—¿Por qué estás aquí?
Bruna, al ver el semblante tan demacrado de Fernando -como si estuviera enfermo-, se preocupó:
-¿Te sientes mal? Tienes muy mala cara… ¿Te duele algo? -preguntó, alzando la mano para tocarle la frente.
Él apartó la cabeza con un ademán brusco:
-Te hice una pregunta: ¿por qué viniste?
—Eh… —Bruna, con la mano en el aire, se sintió incómoda al quedar en el vacío. La señora Victoria me llamó, comentó que habían tenido una discusión y temía que estuvieras resentido con ella. Me pidió que viniera a ver cómo estabas. Después de todo, madre e hijo no pueden guardar rencor mucho tiempo…
No alcanzó a terminar. Fernando la interrumpió:
-Eso es asunto mío, lo resolveré a mi manera. Si no tienes nada más que decir, te agradeceré que te vayas.
Los ojos de Bruna se abrieron como platos, incrédula ante esa respuesta tan fría. Desde que lo
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Capítulo 367
conocía, Fernando siempre había sido cortés y tranquilo; jamás lo había visto así. Con una sonrisa frágil, intentó calmar las aguas:
-Sé que estás de mal humor por la pelea con tu mamá. Es normal que te sientas así…