Capítulo 369
Fue como si la dulzura de una brisa primaveral se mezclara con un aguacero de verano. Para cuando Luciana se dio cuenta, tenía el corazón desbocado y los párpados tan pesados que apenas los mantenía abiertos. 1
-Toma un poco de agua -susurró Alejandro, sentándola en su regazo y acercándole un vaso –. Anda, bebe.
–
-Gracias alcanzó a responder ella, con un suspiro suave, casi inaudible. No se parecía en nada a la Luciana terca del día.
Alejandro sonrió:
-De nada, amor.
que
él nunca
Esa vieja expresión de que en la cama se arreglan las peleas tenía más razón de la habría admitido. A veces hablar no resuelve tanto como un contacto sincero y directo.
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Recordó entonces que había visto el talón de Luciana enrojecido. Fue hasta el tocador y buscó un ungüento cicatrizante. Alzó la colcha y sostuvo con cuidado el tobillo de ella:
-Noté que te lastimaste el talón. Déjame ponerte un poco de esto. Mañana amaneces mejor.
Al contacto del ungüento frío y ligeramente picante, Luciana se estremeció.
—¡Ay! —soltó con el ceño fruncido-. ¿Qué haces?
-Tranquila -la calmó Alejandro, sin soltar su pierna-. Te salieron ampollas por usar zapatos cerrados. Solo quiero que sane pronto.
Ella refunfuñó, molesta y somnolienta a la vez:
-Apúrate. Quiero dormir.
-Ya, ya —él aceleró la tarea, untando en los puntos donde la piel se había lastimado—. Terminé. Descansa.
-Hmpf… Luciana se acostó de lado, cerrando los ojos.
Alejandro pensó, entre una risa y un suspiro: «Ni una palabra amable después de todo el día corriendo a su lado…» Parecía increíble que fuera la misma mujer que hacía nada se aferraba a él con lágrimas en los ojos.
Encogiéndose de hombros, apagó la luz y se metió bajo las sábanas, dispuesto a reposar también.
Al día siguiente, Alejandro se levantó a su hora habitual. Luciana, en cambio, continuaba
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Capítulo 369
rendida por el cansancio, y además debía cuidarse por el embarazo. Si él no la despertaba,
probablemente seguiría dormida todo el día.
起
-Arriba —dijo, alzándola de la cama con suavidad.
Luciana lo miró con fastidio, sin pronunciar una sola palabra, aunque su rostro lo decía todo: «< estoy molesta>>.
-Ja, ja -soltó él, divertido. ¿Sigues enojada conmigo?
-¿Tú no te cansas de molestar? -espetó Luciana-. ¿Por qué no me dejas dormir a gusto?
-Créeme que no lo hago por gusto —respondió Alejandro con calma mientras la llevaba en brazos hacia el comedor. Pero acuérdate de que estás embarazada. Si no desayunas pronto, ¿ no te preocupa el bebé?
Ante esas palabras, Luciana se quedó helada un instante. Era la primera vez, tras su reconciliación, que él mencionaba a su hijo con genuino interés. Aunque, al pensarlo dos veces, se dijo que seguro solo lo hacía por cortesía. Al fin y al cabo, Alejandro siempre había sido un caballero. No tenía caso hacerse ilusiones.
-¿En qué piensas? -preguntó él, viendo que se quedaba absorta. Le acarició el pelo con un gesto cariñoso-. Anda, desayuna. Si aún quieres, puedes volverte a recostar después.
La mesa ya estaba servida con un desayuno apetitoso: sopa de maíz con costillas, crepas de huevo con cebollín, y vinagre para mojar, ya que desde que quedó embarazada, Luciana sentía un antojo constante de cosas ácidas. Mientras ella echaba un vistazo a todo con voraz apetito, Alejandro se ocupó de cortar la carne y prepararla con salsa de pimienta y vinagre.
Hasta que terminaron de comer, no dijo ni una sola palabra. Tras enjugarse los labios con la servilleta, fijó la mirada en él:
-¿Pasa algo? -inquirió él.
-Pásame mis pantuflas, por favor.
Alejandro sonrió:
-¿Ya me vas a tratar de sirviente, esposa?
-No es algo que quiera hacer–resopló Luciana, señalando sus pies descalzos-. De ser así, me hubieras traído calzado al levantarme. O si no, te encargo que me lleves de vuelta a la cama
tú eliges. 1
Definitivamente, lo estaba retando. Pero él no se molestó:
—Sí, mi señora -murmuró con cierto tono divertido.
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Y, en lugar de buscar las sandalias, la tomó de nuevo en brazos. 10
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