Capítulo 371
Mientras tanto, Luciana y Alejandro fueron los últimos en llegar, lo cual dio pie a las típicas bromas.
-¿No se habrán desvelado mucho anoche, cierto, Alex? -bromeó uno.
-¡Pobre de ti, Luciana, menudo trajín!
-¿Ustedes no piensan casarse nunca o quieren quedarse de solterones? -replicó Alejandro, fingiendo enojo.
Sergio, Salvador y los demás, que ya rebasaban la edad para juegos infantiles, se comportaban, sin embargo, como si fuesen un grupo de adolescentes, dándose picones y burlas constantes. Luciana, por su parte, prefirió centrarse en Pedro. El chico estaba sentado junto a Miguel, jugando una partida de ajedrez en un silencio casi solemne.
Martina se le acercó y le habló en voz baja:
-Ya llevan rato en eso. Al principio, don Miguel le explicaba las jugadas, pero luego se quedaron en silencio.
¿Se habría vuelto todo muy serio? Luciana observó el semblante de Miguel, que mostraba cierta tensión. El anciano parecía casi atormentado por la partida. A Miguel siempre le había fascinado el go, y rara vez encontraba un contrincante a su nivel. ¿Sería posible que ahora hubiera topado con uno… y resultara ser apenas un adolescente?
La última jugada lo tenía reflexionando con mucha seriedad. Pedro, por su parte, parecía inmutable; se limitaba a esperar con una paciencia inusual para su edad.
Luciana no entendía de go, ni siquiera había intentado aprender. Pero, por la expresión en el rostro de Miguel, temía que Pedro estuviera metiéndose en un lío sin saberlo.
-Pedro…
intentó llamarlo, pero apenas pronunció la primera sílaba cuando sintió que Alejandro la sujetaba con un brazo en la cintura para detenerla.
Ella lo miró, con ojos de pregunta:
-¿Por qué me detienes?
-Y tú, ¿qué piensas hacer? -respondió él con una sonrisa cómplice. Están concentrados en su partida, no los interrumpas.
-Temo que Pedro le cause un contratiempo al abuelo -murmuró Luciana, negando con la cabeza-. Mi hermano nunca ha jugado y, la verdad, no sabe…
-¿En serio? —Alejandro alzó las cejas—. ¿Has visto la cara de mi abuelo? Yo diría que está
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Capítulo 371
encantado. Le gusta encontrar adversarios a su nivel.
-Pero…
Luciana dudó, recordando la expresión algo preocupada de Miguel-. A lo mejor Pedro está haciendo algo mal.
-Nada de “peros“. -Con ternura, él la calmó con un beso en la frente. Confía en mí: Miguel, al contrario, seguramente está fascinado de topar con un rival así.
Luciana parpadeó, confundida. ¿De verdad Pedro podría dominar algo tan complejo sin haberlo practicado antes?
-¡Caramba, me han ganado! -exclamó Miguel de pronto, dejando caer las piezas con un suspiro de derrota, aunque su gesto reflejaba más placer que frustración.
Respiró hondo, como quien se quita un peso de encima, y se volvió hacia Pedro, soltando una carcajada:
-¡Bien hecho, muchacho! Es la primera vez que tocas un tablero, y en tan solo dos partidas lograste que este viejo no supiera qué hacer.
Pedro, que solía mostrarse retraído con extraños, se limitó a bajar la mirada con una sonrisa tímida y no contestó.
-Abuelo
inició Luciana, avanzando un paso-. No le dé tantas vueltas; él es solo un niño con un poco de suerte.
-¿Suerte? -Miguel negó con la mano, sin apartar la mirada de Pedro-. Este chico es especial, un diamante en bruto. No se puede desperdiciar ese talento.
Al principio, Miguel había cubierto los gastos de Pedro únicamente para asegurar un buen matrimonio para su nieto. Pero ahora, al verlo en acción, notaba su potencial, y su perspectiva había cambiado por completo. El anciano mostraba orgullo y admiración:
-Claro que sí… hay que darle oportunidades. Con la forma en que aprende y se adapta, llegará lejos.
Pedro jamás había ido a la escuela formalmente; todo lo que sabía lo había aprendido por su cuenta. Que en dos o tres jugadas de prueba entendiera el go… eso no podía ser más que un verdadero don.
Luciana notó que Miguel quería levantarse, así que se acercó para ayudarlo:
-Ojalá tus palabras se cumplan, y Pedro se convierta en alguien exitoso. Y, si es así, será gracias a tu ayuda.
-¡Ja, ja! rio el anciano-. ¡Entonces prepárense, que con gusto aceptaré ese honor!
Luego se volvió hacia Alejandro con semblante serio, pero con un brillo de complicidad en la
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mirada:
-Alex, ojo con tu cuñado. Espero que sepas guiarlo bien; si lo malcrías, te la verás conmigo.
-Descuida, abuelo -respondió Alejandro, riendo-. Yo también lo veo como a mi hermano. ¿ Crees que me atrevería a dejarlo de lado?
Con el buen humor propio de esas reuniones, todos se sentaron a la mesa y compartieron la comida entre risas y bromas. Al terminar, Miguel, ya con sus años y achaques, decidió retirarse a descansar.
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