Mi multimillonario 374

Mi multimillonario 374

Capitulo 374 

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Capítulo 374 

-Salvador, quédate al pendiente de Pedro

-Descuida 

aceptó Salvador, con un pulgar arriba. Sabía que Pedro era el adoradísimo hermanito de Luciana; no podía descuidarlo

Alejandro pensó que, con tanto barullo, lo mejor era llevar a Luciana a su habitación para que durmiera bien, sin molestas voces ni calor excesivo. Volteó a buscar la mirada de Martina

-Martina, ¿me ayudas

-¡Claro! -dijo ella enseguida

Rápidamente, cubrió el rostro de Luciana con la prenda protectora que traía consigo

-Listo. Así el sol no le pegará directamente

-Graciascontestó Alejandro, en un tono sincero

Martina, observando la escena, no pudo evitar sentir un súbito respeto por Alejandro. Había oído muchas historias de noviazgos y matrimonios en su círculo de amigos, pero muy pocos hombres se mostraban tan detallistas como él. «Con razón Luciana aceptó casarseojalá que él no lo arruine metiéndose con Mónica,» pensó.

Mientras lo miraba alejarse con Luciana en brazos, Marta rogaba, en silencio, por la felicidad de su amiga

*** 

Alejandro regresó con Luciana en brazos, la acomodó con cuidado en la cama y corrió las cortinas para que pudiera descansar mejor. Se quedó unos minutos a su lado, contemplándola en silencio. Luego, se levantó y salió

Pedro seguía en la playa y, aunque Salvador se haría cargo de vigilarlo, él había prometido a Luciana no perder de vista a su cuñado y no pensaba incumplir su palabra

Cuando cayó el atardecer, Luciana despertó de un profundo sueño, sintiéndose liviana y despejada. Al abrir los ojos, notó que estaba sola en la habitación; la quietud era total. Se puso de pie, corrió las cortinas y se encontró con un escenario muy distinto al interior silencioso

fuera, todo era bullicio y risas

En esa hilera de suites, las terrazas se conectában, dando a un amplio espacio central con una piscina. En ese momento, el cielo estaba pintado de matices rojizos, y habían encendido una barbacoa alrededor de la cual se reunían todos. La luz de las brasas y la hoguera se combinaba con los últimos destellos del crepúsculo, creando una estampa fascinante

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En el centro, distinguió a Martina y Vicente. Ella estaba enfocada en asar algunos alimentos, mientras él, con toda paciencia, le ofrecía gajos de mandarina ya pelados. Luciana no pudo evitar sonreír. Se recogió un poco el cabello y salió a unirse a ellos

-¡Luciana, despertaste! -exclamó Martina, haciéndole señas a Vicente-. ¡Oye, quítate de ahí, Luciana va a sentarse

-¡Claro!-respondió él con humor, apartándose enseguida

Luciana tomó asiento sin cortarse; echó un vistazo alrededor y se inclinó hacia Martina

-¿Y Pedro

Martina ladeó la cabeza con picardía

-Ay, Luciana¿y tu esposo, no te importa dónde está? ¿O ya no te preocupa que se ponga celoso, si solo preguntas por tu hermano

—Por favor…—murmuró Luciana, entre divertida y resignada—. ¡Vaya, has soltado la lengua en estos días

-Jeje -soltó Martina en respuesta-. Bueno, hablando en serio, Alejandro se llevó a Pedro a un masaje. Como hoy se metió tanto al agua, teme que se le pongan muy tensos los músculos

-MmmLuciana asintió con un brillo pensativo en la mirada

-La verdad, tu esposo es muy detallista -reconoció Martina, hablando con admiración

Luego se inclinó hacia Luciana y, en voz muy baja, adoptó un aire de complicidad

-Por cierto, cuando tengas oportunidad, échale un ojo a la galería de fotos en el celular de tu 

esposo

-¿Qué? -preguntó Luciana, levantando la mirada con sorpresa-. ¿Por qué dices eso

Nunca antes se había metido en el teléfono de una pareja, ni siquiera con Fernando.

-Solo hazme casono seas curiosa ahora -respondió Martina, guiñándole un ojo-. sabes que no haría nada para perjudicarte

— 

-Buenoadmitió Luciana, divertida, pellizcándole las mejillas regordetas-. Eres la más cuida de , ¿no

que 

En eso, hicieron su aparición Alejandro y Pedro. Era imposible no notar el porte atlético de ambos: Pedro, con su imponente metro ochenta, y Alejandro, aún más alto, un par que atraía todas las miradas. Se acercaron a la fogata y al olor tentador de la comida asándose

-¡Hermana! -exclamó Pedro, corriendo hasta Luciana con los ojos brillantes-. ¡Tengo 

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hambre

Con el ímpetu propio de su edad y su forma de ser tan directa, estiró la mano hacia la parrilla. Por desgracia, Salvador se encontraba cambiando la brasa en ese momento, y el cuenco con las brasas quedó inestable

-¡Pedro! -gritó Luciana, con la cara desencajada

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